Daños autoinfligidos en Cuba
El gobierno cubano acaba de reactivar el proceso de otorgamiento de licencias para pequeños negocios privados, el cual se detuvo a mediados del año pasado por una diversidad de factores, entre ellos problemas de evasión fiscal, corrupción institucional y lavado de dinero.
Lo que a todas luces representa una iniciativa positiva para el sistema socialista de la isla y que significó en su momento una gran reforma -cuando se toman en cuenta las particularidades de Cuba- comenzó, al mismo tiempo, a convertirse en un enorme problema, sobre todo, por una diversidad de daños autoinfligidos.
El primer y más grave asunto que se les escapó a las autoridades cubanas en su primera movida de corte de capital fue la ausencia de regulación estricta. Quien armó el entarimado de los negocios privados en Cuba lo hizo de manera laxa.
Sea porque se confiaba en la buena voluntad de la gente, por errores inconscientes, por desconocimiento, por incapacidad o por mera arrogancia, el proceso de cuentapropismo cubano se disparó sin los controles mínimos que son reglas de oro en cualquier economía de mercado. Aquí, por ejemplo, no se exigía probar de dónde venía el dinero de la inversión del negocio, no se tenía como requisito el uso de una cuenta de banco para las transacciones y en las pautas contractuales entre empleados y empresarios reinaba la informalidad, todos escenarios impensados en una economía de capital.
Por alguna razón, en la parte del gobierno, alguien pensó que las iniciativas de capital no requieren regulación extrema, mientras que en el sector de los nuevos empresarios se creyó que operar un negocio propio significaba no rendir cuentas de ningún tipo al gobierno, ambas perspectivas erróneas, las que desembocaron en una nueva ronda de regulaciones que apretaron el cerco en exceso contra los negocios privados.
A este escenario se suma otro daño autoinfligido, el de la corrupción institucional, la cual se manifiesta de diversas maneras. Por ejemplo, el gobierno no creó un mercado mayorista para alimentar de suministros a los negocios, que se ven en la necesidad de comprar en las mismas tiendas que lo hace la población. La necesidad de mercancía ha provocado un mercado negro que lleva a los empleados de tiendas estatales a corromperse para venderle a sobreprecio, pero de manera garantizada, a los negocios privados, lo que afecta el acceso de los ciudadanos a productos esenciales.
Igual pasa con los inspectores que deben vigilar por el cumplimiento de las normas básicas que el gobierno implementó para los comercios privados. Muchos de ellos se ven tentados a hacerse de la vista larga y no procesar a cuentapropistas que violentan la ley, pues su sueldo de unos 20 dólares al mes es mucho menos a los 100 dólares que un dueño de negocio privado puede ofrecerle por comprar su silencio.
Entonces está el lavado de dinero. Como los cuentapropistas no tienen disponible un sistema robusto de financiación, han recurrido a familiares, amigos o inversores en el extranjero para montar sus ranchos. A algunos de ellos se les fue la mano con relación a lo que es normal en Cuba y comenzaron a construir lugares espectaculares, adquirir vehículos de lujo y tener un menú ajeno a lo que se encuentra en los mercados cubanos. Esa realidad llamó la atención de las autoridades, que se toparon con todo un esquema de testaferros locales que han recurrido a extranjeros para financiar con dinero sucio sus operaciones en la isla, algo que se pudo haber evitado con pedir la fuente de financiación desde el principio.
En este rompecabezas el gobierno cubano reactivó el otorgamiento de permisos, pero ahora con fuertes medidas de regulación, las cuales tendrán un efecto todavía desconocido, pero que podrían desalentar a los potenciales empresarios que se enfrentan a un nuevo escenario regulatorio nada amigable, el cual es normal para los ambientes capitalistas, pero a los cuales por estos lares no están acostumbrados.
Todo pudo haber sido mucho peor, claro está. Las dificultades en esta primera fase de implantación pudieron haber provocado la eliminación de los negocios privados, como querían los más conservadores del gobierno. Eso no pasó, afortunadamente, pero requerirá de mucha disciplina de todos los actores para que no ocurra en un futuro cercano, porque no son pocas las figuras que están locas por matar a esta gallinita de los huevos de oro.