El Nuevo Día

Daños autoinflig­idos en Cuba

- Benjamín Morales Meléndez Periodista

El gobierno cubano acaba de reactivar el proceso de otorgamien­to de licencias para pequeños negocios privados, el cual se detuvo a mediados del año pasado por una diversidad de factores, entre ellos problemas de evasión fiscal, corrupción institucio­nal y lavado de dinero.

Lo que a todas luces representa una iniciativa positiva para el sistema socialista de la isla y que significó en su momento una gran reforma -cuando se toman en cuenta las particular­idades de Cuba- comenzó, al mismo tiempo, a convertirs­e en un enorme problema, sobre todo, por una diversidad de daños autoinflig­idos.

El primer y más grave asunto que se les escapó a las autoridade­s cubanas en su primera movida de corte de capital fue la ausencia de regulación estricta. Quien armó el entarimado de los negocios privados en Cuba lo hizo de manera laxa.

Sea porque se confiaba en la buena voluntad de la gente, por errores inconscien­tes, por desconocim­iento, por incapacida­d o por mera arrogancia, el proceso de cuentaprop­ismo cubano se disparó sin los controles mínimos que son reglas de oro en cualquier economía de mercado. Aquí, por ejemplo, no se exigía probar de dónde venía el dinero de la inversión del negocio, no se tenía como requisito el uso de una cuenta de banco para las transaccio­nes y en las pautas contractua­les entre empleados y empresario­s reinaba la informalid­ad, todos escenarios impensados en una economía de capital.

Por alguna razón, en la parte del gobierno, alguien pensó que las iniciativa­s de capital no requieren regulación extrema, mientras que en el sector de los nuevos empresario­s se creyó que operar un negocio propio significab­a no rendir cuentas de ningún tipo al gobierno, ambas perspectiv­as erróneas, las que desembocar­on en una nueva ronda de regulacion­es que apretaron el cerco en exceso contra los negocios privados.

A este escenario se suma otro daño autoinflig­ido, el de la corrupción institucio­nal, la cual se manifiesta de diversas maneras. Por ejemplo, el gobierno no creó un mercado mayorista para alimentar de suministro­s a los negocios, que se ven en la necesidad de comprar en las mismas tiendas que lo hace la población. La necesidad de mercancía ha provocado un mercado negro que lleva a los empleados de tiendas estatales a corrompers­e para venderle a sobrepreci­o, pero de manera garantizad­a, a los negocios privados, lo que afecta el acceso de los ciudadanos a productos esenciales.

Igual pasa con los inspectore­s que deben vigilar por el cumplimien­to de las normas básicas que el gobierno implementó para los comercios privados. Muchos de ellos se ven tentados a hacerse de la vista larga y no procesar a cuentaprop­istas que violentan la ley, pues su sueldo de unos 20 dólares al mes es mucho menos a los 100 dólares que un dueño de negocio privado puede ofrecerle por comprar su silencio.

Entonces está el lavado de dinero. Como los cuentaprop­istas no tienen disponible un sistema robusto de financiaci­ón, han recurrido a familiares, amigos o inversores en el extranjero para montar sus ranchos. A algunos de ellos se les fue la mano con relación a lo que es normal en Cuba y comenzaron a construir lugares espectacul­ares, adquirir vehículos de lujo y tener un menú ajeno a lo que se encuentra en los mercados cubanos. Esa realidad llamó la atención de las autoridade­s, que se toparon con todo un esquema de testaferro­s locales que han recurrido a extranjero­s para financiar con dinero sucio sus operacione­s en la isla, algo que se pudo haber evitado con pedir la fuente de financiaci­ón desde el principio.

En este rompecabez­as el gobierno cubano reactivó el otorgamien­to de permisos, pero ahora con fuertes medidas de regulación, las cuales tendrán un efecto todavía desconocid­o, pero que podrían desalentar a los potenciale­s empresario­s que se enfrentan a un nuevo escenario regulatori­o nada amigable, el cual es normal para los ambientes capitalist­as, pero a los cuales por estos lares no están acostumbra­dos.

Todo pudo haber sido mucho peor, claro está. Las dificultad­es en esta primera fase de implantaci­ón pudieron haber provocado la eliminació­n de los negocios privados, como querían los más conservado­res del gobierno. Eso no pasó, afortunada­mente, pero requerirá de mucha disciplina de todos los actores para que no ocurra en un futuro cercano, porque no son pocas las figuras que están locas por matar a esta gallinita de los huevos de oro.

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