Indescriptible el dolor de la pérdida por suicidio
Esta carta se refiere al editorial de El Nuevo Día del 8 de junio de 2018 y que lleva el título “Es un deber concienciar sobre el valor de la vida”.
Descata que en apenas dos días el suicidio ha vuelto a recibir atención mundia, cuando dos mujeres en Manhattan y Buenos Aires, decidieron poner fin a sus vidas. Sin olvidar la muerte del chef, escritor y presentador Anthony Bourdain.
A estas tragedias, “sigue el deber de concienciar sobre los factores de riesgo que llevan al ser humano a atentar contra su bien más preciado”.
El tema del suicidio es algo que me llega en lo más profundo de mi ser.
Mi padre, un hombre familiar, componía con mi madre un matrimonio ejemplar. Se encontraba hospitalizado haciéndose un examen de rutina, y a veces sentía molestias en el sistema digestivo. En la oscuridad de la noche y sin pensarlo, tomó la decisión de quitarse la vida.
No hay palabras para expresar el dolor para una familia ante terrible tragedia.
Yo era muy joven y me encontraba acompañando a mi madre en el campo, donde vivíamos. Al enterarme, me senté con la cabeza entre mis manos, cuando recibí unos duros golpes en mi espalda sin saber de dónde, ni qué estaba pasando con esta agresión.
Mi esposo pertenecía a una familia fundamentalista religiosa que respetaba las normas de lo que había aprendido. Una persona allegada me dijo en ese momento: “Por la falta de religión, el alma de tu padre vagará eternamente en el purgatorio”.
No la culpo; solo me queda mostrar las palabras de José Martí: “Por ley de historia, un perdón puede ser un error, pero una venganza es siempre una infidelidad. La conciliación es la ventura de los pueblos”.
Gisela Bárzaga Jendi San Juan