Falta una política pública para el bienestar de la mujer
Puerto Rico necesita, con urgencia, adoptar una política pública que atienda los problemas apremiantes de las mujeres, sobre todo después de que el ciclón María destapó la fragilidad de este sector poblacional.
Para que la mujer pueda ocupar el lugar de dignidad que le corresponde en una sociedad de aspiración igualitaria, hay que darle centralidad en la gestión gubernamental a una política integral, atemperada a los tiempos, y fortalecida con estrategias ejecutables y respuestas a las desigualdades más apremiantes.
Como ocurre con la promoción del bienestar de nuestros menores empobrecidos, lo cual tiene una estrecha tangencia con la situación de la mujer, una tarea que implica una transformación social tan importante requiere la integración de las mejores mentes y de las propias mujeres en el esfuerzo.
Existen grupos organizados, como la Coordinadora de la Paz para la Mujer, y estudios con recomendaciones para el adelanto de la mujer en la sociedad. Se necesita una fuerza integradora, con recursos económicos y los medios para promover legislación y asignaciones presupuestarias, que le dé forma a las iniciativas y comprometan a su cumplimiento. Tal alianza debe integrar al gobierno, a las empresas y al tercer sector, con una fuerte presencia de la mujer, para que sea representativo de la sociedad.
Para ello es fundamental optimizar las herramientas metodológicas de trabajo. Mejorar la recopilación e interpretación de las estadísticas, por ejemplo, ayudará a darle visibilidad a las instancias que necesitan intervención y cerrar la brecha entre los problemas y los programas dirigidos a combatirlos.
Las mujeres representaban el 44 por ciento de la fuerza laboral en 2016, con 434,000 empleadas, según el Departamento del Trabajo y Recursos Humanos. En comparación, la cifra de mujeres fuera de este grupo ascendía a 1,002,000. En 2015, había 165,000 trabajadoras que suplían la fuente principal de ingreso al hogar. El 39 por ciento eran jefas de familia.
Estos patrones fueron agravados con el paso del huracán. Este sacó a relucir el liderazgo y la fortaleza femeninos, pero también el estado de indefensión de muchas de ellas. La falta de ofertas laborales, viviendas asequibles y oportunidades sociales, mantiene a muchas mujeres en vulnerabilidad extrema. El alza en la violencia llenó los albergues para mujeres maltratadas. La incidencia de once muertes por violencia de género registradas este año a esta fecha representa el doble en relación con años anteriores.
Es prioridad la erradicación de este tipo de violencia que, según la Organización Mundial de la Salud, se exacerba tras la ocurrencia de desastres naturales. Constituye una de las violaciones de los derechos humanos con consecuencias más devastadoras para los niños, las familias y las comunidades.
Ante ello, se debe considerar la creación de protocolos para garantizar la salud y seguridad de las mujeres durante y después de eventos atmosféricos. También hay que reforzar la lucha contra el acoso sexual en el empleo con medidas ejemplarizantes. Esta es una ley transgredida constantemente, lo que prueba que sola no basta.
Se han dado algunos pasos, como el nombramiento de la Procuradora de la Mujer. Sin embargo, no será posible hacer justicia a las mujeres sin la conciencia clara de la urgencia de contar con programas e iniciativas articulados bajo una visión consensuada de los retos junto a posibles remedios.
La voluntad y el respaldo desde las esferas de poder son fundamentales en el esfuerzo por quebrar las resistencias políticas y culturales a los cambios que lleven a la igualdad a la mujer.
Hay que insistir en el entrenamiento de los responsables de implantar las políticas públicas que promuevan la equidad en los sistemas educativo, de justicia y salud, entre otros. Es vital educar a la mujer sobre sus derechos. Y promover su apoderamiento, el acceso al conocimiento liberador, al poder socioeconómico real, a recursos para ganarse la vida. Fortalecerse individualmente y como grupo, es una misión de país.