Nuevo camino en la política mexicana
Ojalá que la eliminación de México ante Brasil en la Copa Mundial de fútbol el día después de que fue electo presidente no resulte ser un mal presagio para Andrés Manuel López Obrador, el izquierdista que aprovechó el enojo popular por la corrupción y violencia en México para lograr una victoria arrolladora. Pero las perspectivas de un populista que hace tantas promesas como AMLO, como se le conoce al presidente electo, son difíciles de predecir.
El misterio no es por qué ganó. Los asesinatos se encuentran en niveles récord, los escándalos de corrupción son interminables, y casi la mitad de la población vive en la pobreza. Al igual que los populistas en otras partes del mundo, López Obrador prometió romper con el pasado. Así que los electores no solo le negaron la presidencia a los dos partidos de la corriente principal que han dominado la política mexicana, también le dieron a AMLO una probable mayoría en el Congreso.
Eso significa que López Obrador, el exjefe de gobierno de la Ciudad de México de 64 años, tiene un apalancamiento considerable. ¿Pero para hacer qué? Aquí es donde las cosas se vuelven más complicadas. “Solo yo puedo acabar con la corrupción”, declaró López Obrador en su campaña, pero ofreció pocos detalles. Prometió una variedad de programas sociales, incluyendo un programa de obras públicas para dar empleo a 2.3 millones de jóvenes y pensiones más altas para las personas de edad avanzada, pero al mismo tiempo ha insistido en que no aumentará los impuestos, proponiendo financiar los programas con miles de millones de pesos que serán ahorrados al acabar con la corrupción y el derroche. Quizás.
Tampoco está claro cómo intenta frenar la violencia endémica de México. Hace 10 años, el gobierno desplegó al Ejército contra los poderosos cárteles de las drogas, pero se reportaron más homicidios en mayo que en cualquier mes desde que el gobierno inició el sistema de registro hace dos décadas, y el 2017 fue el año más mortal.
Luego está el misterio del mismo López Obrador, un político que desafía los estereotipos. Puede ser ideólogo izquierdista y pragmatista, conservador fiscal y populista; comparte una aversión izquierdista al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero ha prometido continuar con las negociaciones del gobierno.
Una prueba importante será su manejo de la exploración petrolera. Ha dicho que revisará los contratos otorgados a las compañías globales y respetará aquellos que sean limpios. Pero la duda es si devolverá los derechos a la compañía petrolera paraestatal, Pemex, que tiene un historial de corrupción e incompetencia.
Los conservadores en Estados Unidos han activado las alarmas sobre un izquierdista radical al molde del venezolano Hugo Chávez que enviará un hervidero de migrantes al otro lado de la frontera. Las promesas de López Obrador de dar un giro al statu quo también han llevado a comparaciones con el presidente Donald J. Trump, con quien el mexicano comparte susceptibilidades e irritación hacia los medios noticiosos críticos. Sin embargo, a diferencia de Chávez y Trump, el presidente electo es un político de toda la vida con una firme creencia en la democracia y un pragmatismo demostrado en sus cinco años como jefe de gobierno de la Ciudad de México.
Una cosa es segura: las relaciones de México con EEUU no van a mejorar. Trump es odiado en México y aunque AMLO dijo que buscaría relaciones “de respeto y cooperación” con EEUU, está consciente de que los esfuerzos de su predecesor para forjar relaciones positivas con Trump terminaron con su humillación. Y aunque Trump envió felicitaciones por Twitter y luego llamó por teléfono a López Obrador, la consejera de Trump, Kellyanne Conway, rápidamente habló sobre construir un muro y hacer que México lo pague.
Si hay un peligro para EEUU en la elección de AMLO, no es que él lleve a su país a la izquierda radical, sino que no cumpla con las expectativas. Si la administración Trump elige hacerle la vida difícil, solo exacerbará los problemas de México y aumentará el poder de los cárteles de las drogas y la desesperación que impulsa a la gente a dirigirse al norte. Lo mejor para México, y por lo tanto para Estados Unidos, es que el nuevo presidente tenga éxito.