Arte sanador
Un proyecto piloto de la Fundación Casa Cortés ayuda al proceso de recuperación emocional de adultos mayores tras el huracán María
Hace pocas semanas, y a casi 10 meses del huracán María, Irma Cardona Alonzo descubrió cuánto se afectó emocionalmente por la emergencia que provocó ese fenómeno, en un proceso que le permitió comenzar a sanar. Irma, una estenotipista retirada que se mantiene activa en la comunidad, fue parte del proyecto Educa Cortés: el Arte del Bienestar y la Salud Mental, organizado por la Fundación Casa Cortés con el propósito de proveer herramientas para que adultos mayores se recuperen de lo ocurrido.
El proyecto consistió de cinco sesiones, de tres horas, en las que un grupo de artistas y especialistas de salud mental desarrolló actividades para que los 25 participantes pudieran ventilar sus sentimientos. Ejercicios de yoga, respiración y estiramiento, reflexión, pintura, diálogos y música formaron parte del programa.
“Lo encontré como una oportunidad para enfrentar lo que pasó, cómo me sentía, qué estaba haciendo para no olvidar y para poner en orden esas cosas que pasaron”, explica Irma, natural de República Dominicana, pero adopta por Puerto Rico hace más de 50 años.
Durante la emergencia, al igual que casi todos los puertorriqueños, Irma recuerda que “resolvía, hacía, hacía, hacía y no manifestaba lo que había pasado”. Pero, durante el taller, “con Cordelia (González) aprendí a buscarme dentro de mí, a utilizar la respiración para conectarme por dentro. Hice un poema con las palabras que describían como me sentí: frustración, tristeza, desesperación, impotencia y sentí miedo, sentí miedo y sentí cansancio. Por mi forma de ser, esas no son palabras que yo uso mucho. No son parte de mi forma de hablar, pero en ese momento (durante y después del huracán) las sentí”, dice Irma, en una entrevista a la que acudió con su hermana, Josefina, maestra jubilada. “Con el tiempo, sentí el alma, sentí canción, fuerza, expresión y el sentido de mi vida. El taller me trabajó porque son cosas que uno las vive, pero no las expresa”, agrega Irma.
Por su parte, su hermana Josefina disfrutó tanto el taller que ahora quiere ser recurso cuando haya una próxima sesión, porque quiere compartir sus conocimientos de yoga, reiki y aportar con sus destrezas como educadora.
Fue maestra del Departamento de Educación durante 32 años y cuando se jubiló, hace dos años y medio, enfrentó un proceso difícil. Contrario a otras personas, sin embargo, decidió enfrascarse en diversas actividades.
“El proceso de desligarme de la educación ha sido terrible, a tal punto que ofrezco talleres de una compañía privada para el Departamento de Educación, doy coaching en las escuelas, pruebas de aprovechamiento y lo más importante son los talleres que les doy a los maestros, en los que les doy herramientas para ayudarlos en términos emocionales”, dice.
Con ese trasfondo, Josefina llegó al taller Educa Cortés: el Arte del Bienestar y la Salud Mental, y descubrió la efectividad del arte como herramienta para ayudarla a superar lo que vivió luego del paso del ciclón del 2017. “En el caso del doctor Daniel Martínez, fue excelente porque con la música uno se transportaba a otra dimensión y eso me ayudaba a salir de aquí relajada”, afirma sobre las clases en las que se utilizaron diversos instrumentos musicales.
Al igual que su hermana, Josefina mostró el álbum que hizo en la clase del artista Nick Quijano,
para el cual utilizó como inspiración la obra La noche estrellada, del pintor Vicent Van Gogh, y en el que recoge momentos importantes de sus ocho sobrinos, que muestran el cambio físico que han tenido con los años. Irma, por su parte, hizo un álbum con fotos de su familia que tomaron por años, el mismo día -6 de enero-, en el mismo lugar.
ARTE LIBERADOR
Sus clases se titularon Haciendo
memoria, explica Nick, porque “les pedí que buscaran un recuerdo y que lo llevaran al taller para hacer un objeto con el cual dejaran un legado y que lo pudieran regalar. Fue muy emotivo porque cada uno trabajó algo que le tocaba la vida. Algunos hablaron de sus padres, que murieron como resultado de la falta de recursos y ayuda. Muchos hicieron álbumes de sus familias, otra llevó una tabla de lavar (de las plásticas que se vendieron después del huracán) y la pintó, otro llevó recuerdos de una hija que falleció”.
“Con las fotos digitales se ha perdido la costumbre de tener un documento físico. Ahora hay más fotos, pero carecen de trasfondo e historia. En los álbumes ellos tenían que escribir palabras, una narrativa, un testimonio”, explica el artista. “El proyecto perseguía crear memorias para crear un país; un país se crea a base de sus historias”, añade.
RESPONSABILIDAD SOCIAL
Otro aspecto distintivo fue que los participantes estuvieron rodeados de obras de arte todo el tiempo, porque el proyecto se llevó a cabo en la galería de Casa Cortés, en el Viejo San Juan. Es allí también donde la Fundación Casa Cortés ofrece clases y charlas a estudiantes de todos los niveles educativos regularmente porque “tenemos la misión de educar e inspirar con nuestra pasión por las artes del Caribe”, sostiene
Adelisa González Lugo, directora ejecutiva de la organización.
Allí también fue que, dos semanas después del huracán María, se ofreció un campamento para atender y educar a los menores del vecindario y a partir de eso, posteriormente, “nos tocaron la puerta organizaciones como Boston Foundation y Fundación Comunitaria de Puerto Rico, que buscaban entidades que atendieran grupos para ayudarlos a superar el trauma sufrido con el huracán María”, cuenta Adelisa, quien espera poder repetir la experiencia y que otras organizaciones los tomen como ejemplo con iniciativas dirigidas a la recuperación emocional.