Temor a migrantes llena ciudad italiana.
El ascenso de los populistas de derecha en Italia no sorprendió a la gente de Macerata, mi ciudad natal, quienes vieron violenta evidencia de sentimientos antiinmigrantes antes de la histórica elección en marzo.
Tan solo un mes antes de los comicios, un militante de 28 años de La Liga, el partido nacionalista, abrió fuego contra un grupo de personas de raza negra en las calles de Macerata, e hirió a seis. El hombre, Luca Traini, dijo que el ataque era en represalia por el asesinato de una joven italiana, presuntamente a manos de un narcotraficante nigeriano, una semana antes.
Me impactó que esto sucediera en la ordenada ciudad de aproximadamente 43,000 habitantes donde pasé la mayor parte de mi juventud, como hijo de un padre eritreo y una mujer italiana.
Cuando tenía 5 años, mi madre decidió que deberíamos dejar Roma y mudarnos ahí para una mejor calidad de vida. Vio que era el lugar ideal para criar a un niño, en un entorno católico progresista. Me sentía seguro en Macerata siendo un niño de raza mixta; mis raíces africanas eran fuente de orgullo y me hacían sentir singular.
Un compañero de clases usó una vez un insulto racial conmigo, y dijo que debería regresar a África. No me sentí ni ofendido ni asustado; mi maestra me defendió, al igual que los demás niños.
Pero cuando regresé para una visita en mayo, apenas tres meses después del ataque de Traini, algo había cambiado. Al caminar por las estrechas calles de la ciudad vieja, no intercambié los habituales saludos amistosos con gente de la localidad y podía sentir la tensión cuando pregunté sobre los ataques racistas. Peor aún, muchos apoyaban a Traini.
“Pareciera que el tiroteo legitimó una cultura racista que había sido clandestina durante mucho tiempo, oculta en grupos de ultraderecha en su mayoría invisibles”, dijo Annalisa Ubertoni, una activista en Refugees Welcome. “Ahora la comunidad nigeriana y otras personas de raza negra viven con miedo”.
Romano Carancini, el alcalde de Macerata, culpa de la tensión a los fracasos del sistema italiano de reasentamiento de refugiados. Y los políticos han aprovechado esta división social.
La propaganda racista ha demostrado ser una estrategia política eficaz. La porción de electores de Macerata que apoyan a La Liga ha aumentado, del 0.6% en el 2013 al 21% en la elección general de marzo.
Hay más que un dejo del pasado fascista de Italia en su reciente giro populista. Los líderes de La Liga han evocado imágenes que recuerdan los días más oscuros de Mussolini. El actual gobernador de la región de Lombardía dijo en una entrevista de radio que tenía que “defender a la raza blanca”, una referencia a las leyes raciales de 1938 contra judíos y personas de raza mixta, los “meticci”.
Tras el tiroteo en Macerata, otros dos asesinatos racialmente motivados tuvieron lugar en Italia: un comerciante callejero senegalés fue abatido en Florencia, al igual que un maliense que representaba a trabajadores migrantes agrícolas en Calabria.
Matteo Salvini, el dirigente de La Liga que ahora es ministro del Interior, ha ordenado que se prohíba la entrada a puertos italianos de barcos que rescatan a migrantes y dijo que quiere sacar a todos los inmigrantes indocumentados. Ha hablado abiertamente de expulsar a los romaníes del país, quienes no tienen estatus legal.
El otro partido en la coalición gobernante, el Movimiento 5 Estrellas, no es mejor. Hace meses, inició una cruzada contra los grupos que rescatan a refugiados en el mar, al insinuar tratos con contrabandistas. A eso siguió una intensa campaña de noticias falsas, que logró difamar a los trabajadores humanitarios.
También hay preocupaciones sobre la relación que tienen las fuerzas iliberales de Italia con los supremacistas blancos en Europa y al otro lado del Atlántico. El nacionalista estadounidense Stephen Bannon se jactó de lo mucho que contribuyó a la participación ciudadana en los comicios italianos.
Es probable que los populistas de Italia apoyen la oposición de gobiernos de Europa Oriental a cualquier relación constructiva entre Europa y África, que es la única forma de abordar las causas de la migración. Los líderes populistas retratan a África a través del lente de la migración ilegal, frenando la conversación sobre el potencial de una labor Europa-África en materia de desarrollo, inversiones, empleos y seguridad.
La cantidad de llegadas migrantes de África se ha reducido de forma significativa en los últimos años y, no obstante, el reciente trato de la Unión Europea sobre migración muestra una creciente indiferencia a quienes buscan asilo. Y los pocos que pueden escapar de las prisiones de Libia a menudo se ahogan en el mar Mediterráneo.
Las próximas elecciones europeas están a menos de un año de distancia y establecerán la agenda. Nos indicarán en qué tipo de sociedad queremos vivir: una que teme y excluye al otro, o una que da la bienvenida a la diversidad en una Europa más rica y próspera.
Si los populistas se imponen, los pocos puentes construidos hasta ahora entre los dos continentes serán retirados, y la vida pacífica en comunidades multirraciales como Macerata será solo un recuerdo difuso.