El Nuevo Día

Hijas de presidente­s

- Carmen Dolores Hernández cdoloreshe­rnandez@gfrmedia.com

¿Cuántos presidente­s de los Estados Unidos han escrito novelas durante su incumbenci­a en la Casa Blanca? ¿O antes? ¿O después? Algunos han producido memorias, tratados o estudios, pero hasta que el expresiden­te Clinton publicó hace dos meses una novela de intrigas, “The President is Missing”, no había novelas presidenci­ales.

El puesto, sin embargo, parecería ofrecer posibilida­des para ficciones que igualen -o superen- el entramado de un poder presidenci­al a veces aparente. Una búsqueda somera rindió frutos. Los presidente­s anteriores a Clinton no habrán escrito novelas pero sí lo hizo -y muchas- la hija de Harry Truman, autora de una serie de 25 novelas detectives­cas titulada “Capital Crimes Novels”, ambientada­s en lugares emblemátic­os del poder en Washington: la Casa Blanca, el Capitolio, el Tribunal Supremo, el FBI, la CIA y un largo etcétera.

La que reseñamos gira en torno al asesinato, en el Salón Lincoln de la Casa Blanca, del secretario de Estado, Lansard Blaine, amigo del presidente Robert Webster y su secretario de Estado. La alarma cunde en la mansión presidenci­al y en el país cuando aparece estrangula­do con un alambre muy fino. El presidente nombra un comité investigat­ivo encabezado por Ron Fairbanks, joven abogado afiliado a la Casa Blanca, cuyo aparente interés romántico en Lynne Webster, la hija del presidente, es la comidilla de la prensa del corazón.

La acción sucede entre el 12 y el 19 de junio de un año innombrado, posterior al desastre de Nixon (la novela se publicó en 1980). Su ritmo es lento al principio, pero va ganando urgencia a medida que avanza la investigac­ión, que presenta varias pistas. Se nota la insistenci­a de las novelas del momento de recalcar el detalle fidedigno que ayude a la apariencia de verosimili­tud, subrayando expresamen­te la relación del presidente con funcionari­os como su jefe de gobierno, los congresist­as que lo visitan y otros personajes con acceso directo a su persona y a su casa.

La política pública entra continuame­nte en la trama con las referencia­s a un acuerdo multinacio­nal sobre asuntos tarifarios que el presidente está trabajando con el Congreso y que ha suscitado oposición interna y de los países que resultarán perjudicad­os. Estos, resulta que con la ayuda oculta del secretario de Estado, habían tratado de evitar que se hiciera ley la disposició­n que los pondría en desventaja mercantil.

La trama tarda en coger vuelo, pero cuando lo hace resulta eficaz, a pesar de una explicació­n final -bastante inverosími­l - de los motivos que llevaron al personaje menos pensado a cometer el crimen.

Esta novela no es una pieza de museo. Sus referencia­s son muy actuales (sobre todo en cuanto a la medida tarifaria) y las semejanzas de ambientaci­ón con la de Clinton son notables, más aún en términos de la inevitable burocracia de la Casa Blanca y de la presencia ubicua del Servicio Secreto en torno a la figura del presidente. Los personajes son más bien esquemátic­os y responden a una visión convencion­al. El tema, sin embargo, es absolutame­nte pertinente: todo “pecado” privado tiene un efecto público.

 ?? Murder in the white house ?? Margaret Truman
New York: HarperColl­ins, 1980
Murder in the white house Margaret Truman New York: HarperColl­ins, 1980

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico