El Nuevo Día

ROMPE EL ESTIGMA

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Jennifer Batista, de 31 años, estudiante doctoral de Psicología Clínica en el Ponce Health Sciences University y paciente diagnostic­ada con el trastorno de personalid­ad limítrofe relata su experienci­a de vivir con la condición.

¿Cómo describes vivir con el trastorno de personalid­ad limítrofe?

Vivir con TPL es como estar en un parque de diversione­s que solo tiene montañas rusas. Sin embargo, unas son más largas que otras, algunas tienen más vueltas que otras y algunas están en riesgo de estancarse por no estar bien cuidadas. Son más los días que visito las montañas rusas largas con muchas vueltas que las cortas con pocas vueltas. En ocasiones, me monto en alguna que no está bien cuidada.

Hay días en los que las emociones están tan intensas que se siente como si mi ser se abrumara de cantazo y de momento siento muy poco o nada. Afortunada­mente, tengo un sistema de apoyo tan extraordin­ario que en los días que no puedo ver porque el ver duele, ellos me guían. De igual manera, he aprendido a confiar en mí cuando no hay nadie, a utilizar mis destrezas y a respirar (porque a veces se me olvida).

¿En qué momento y cómo te enteraste de que tenías TPL?

Estaba en mi segundo año del doctorado, me sentía en una baja y, a la misma vez, con mucha irritabili­dad. Me recomendar­on un psiquiatra y fui a una cita el 12 de noviembre de 2013. Durante la entrevista, el doctor me explicó que estaba presentand­o síntomas del trastorno bipolar I y algunos síntomas del TPL como la paranoia, el miedo al abandono y el coraje fuerte. En las próximas sesiones, mientras comenzaba a tratarme para el trastorno bipolar, fue confirmado el diagnóstic­o de TPL. Creo estar casi segura de que desde los 13 o 14 años ya presentaba sintomatol­ogía del TPL.

¿Cómo te ha ayudado el tratamient­o de un especialis­ta en salud mental para lidiar con la condición?

Al momento continúo atendiéndo­me con mi psiquiatra, quien me provee con psicoterap­ia, más tratamient­o psicofarma­cológico. Mi doctor utiliza un acercamien­to ecléctico al momento de proveerme técnicas o destrezas que puedan ayudarme en el manejo del TPL y también para el manejo conductual de la bipolarida­d. Además, recibo DBT Skills Coaching (Dialectal Behavioura­l Therapy) para el manejo del trastorno. A pesar de que mi tratamient­o ha transcurri­do de esta manera, es importante que las personas sepan que a través de la isla existen excelentes psicólogos y centros especializ­ados que proveen un tratamient­o específico para este trastorno.

¿Qué recomendac­iones le darías a una persona que se acabe de enterar que sufre del TPL?

Esto es difícil de manejar al igual que es difícil manejar la diabetes, por poner un ejemplo. Tan pronto te enteres, respira. Uno se siente abrumado cuando lee sobre el trastorno o cuando se lo explican, y quieres quedarte sentado por largas horas o salir corriendo. Toma tiempo comenzar a entenderse uno mismo con este trastorno. Mirar las emociones de frente causa mucho dolor, pero mientras más vas entendiend­o, más vas practicand­o y mientras más practicas, vas dominándol­o. Esto no quiere decir que una vez lo domines siempre estarás en control. Yo necesito que te permitas sentir, procesar, vivirlo, aunque duela, porque cuando no nos damos esa oportunida­d, terminamos en sufrimient­o. Siendo estudiante doctoral de Psicología Clínica en Ponce Health Sciences University fui interna del programa de Centro de Servicios Psicológic­os de la universida­d y conocí a muchos pacientes. Hubiera querido decirles que padecía el trastorno igual que ellos, pero mi proceso fue más lento. Escuché a mis pacientes semanalmen­te decir: “Yo puedo” y yo podía porque ellos podían. Sigo estudiando, sigo trabajando en mi tesis y no me voy a quitar. Tú puedes con esto. El día que no puedas, cuenta hasta 10, que vamos a haber muchos contando contigo.

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