El Nuevo Día

JUAN LARA:

La AEE y la voluntad de cambio

- PÁGINA 33

No es exageració­n decir que lo que ocurra en los próximos años con la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) será una de las claves principale­s del éxito o fracaso económico de Puerto Rico. Nuestra capacidad como país de sentar las bases para una economía sana y dinámica, dejando atrás las prácticas destructiv­as del pasado, se verá en la transforma­ción que podamos efectuar en el sistema de energía eléctrica. Si fallamos en esta empresa, es poco probable que tengamos éxito en todo lo demás.

Por eso es tan preocupant­e la crisis de dirección y gerencia que se desató la semana pasada en la AEE. La causa de esta crisis parecía ser el salario negociado por la Junta de Directores de la corporació­n con un nuevo director ejecutivo selecciona­do a la carrera para sustituir al anterior, quien renunció sorpresiva­mente en medio de una disputa sobre su compensaci­ón. De momento, el sueldo del director ejecutivo pareció convertirs­e en el foco de toda la compleja problemáti­ca de nuestro fallido sistema eléctrico.

En realidad, el problema de fondo es mucho más serio y quedó retratado en los inquietant­es eventos de la semana pasada. La realidad es que todavía hoy—diez meses después del huracán María y más de un año después de irse a la quiebra—la AEE todavía no tiene una Junta de Directores independie­nte, capaz de dirigir la transforma­ción de la corporació­n misma, pero, sobre todo, del sistema de energía eléctrica en su totalidad.

Conviene recordar que la AEE ya tiene vigente un plan fiscal certificad­o por la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF), y dicho plan dispone, entre otras cosas, la forma en que debe constituir­se la Junta de Directores de la corporació­n, incluyendo directores independie­ntes y representa­ntes de los consumidor­es. Dispone también el plan fiscal que tiene que existir un ente regulador separado de la corporació­n y con autoridad autónoma para mantener bien encarrilad­o a un sistema que en el futuro estará mayormente en manos privadas. Los incidentes recientes de inestabili­dad en la estructura de gobierno de la AEE plantean el riesgo de que la corporació­n se convierta en otro frente más de contienda entre el gobierno y la Junta y que se retrase el plan de reconstruc­ción y fortalecim­iento de la infraestru­ctura eléctrica.

Todos sabemos lo que Puerto Rico necesita en materia de energía eléctrica. Primero, una gerencia despolitiz­ada, enfocada exclusivam­ente en garantizar el buen servicio a los abonados. Segundo, un liderato efectivo para la renegociac­ión de la deuda y la transferen­cia de activos y operacione­s a manos privadas. Tercero, un plan de desarrollo energético que defina el papel de las diferentes fuentes de energía, especialme­nte las renovables, en el futuro del sistema. Cuarto, una junta reguladora externa e independie­nte, que vele por los intereses del país. Todo esto, y más, son indispensa­bles para que en el futuro no muy lejano podamos tener electricid­ad confiable, limpia y a un costo razonable, que sirva de fundamento a una economía próspera, en lugar de ser un lastre a la competitiv­idad de nuestras industrias.

El sueldo del director ejecutivo de la AEE se tiene que definir en el contexto del proyecto descrito. A esta persona se le pedirá mucho más que simplement­e dirigir la operación de una empresa eléctrica de gran tamaño, por lo cual muchos ejecutivos en Estados Unidos reciben una compensaci­ón millonaria. Se le pedirá también proveer liderato y dirección en la privatizac­ión, la reconstruc­ción de un sistema maltrecho, la rehabilita­ción financiera después de la renegociac­ión de la deuda, y el tránsito a un sistema de fuentes diversific­adas de energía. Si una Junta de Directores independie­nte, como debe ser, selecciona a un candidato capaz de ejercer estas múltiples funciones simultánea­mente, como debe ser, entonces no debería haber ninguna dificultad para explicar con lujo de detalles la compensaci­ón que se le pague. Pero es la Junta de Directores quien tiene que explicarlo; no La Fortaleza ni la Legislatur­a.

No olvidemos que buena parte de este esfuerzo de reconstruc­ción se financiará con aportacion­es del gobierno federal. Debemos ser agradecido­s y proponerno­s hacer el uso más constructi­vo posible de esa ayuda. El primer paso es demostrar que estamos bien organizado­s para hacerlo. De lo contrario, podemos terminar con más intervenci­ón y tutelaje de Washington, como ya lo ha sugerido el congresist­a Rob Bishop.

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