JUAN LARA:
La AEE y la voluntad de cambio
No es exageración decir que lo que ocurra en los próximos años con la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) será una de las claves principales del éxito o fracaso económico de Puerto Rico. Nuestra capacidad como país de sentar las bases para una economía sana y dinámica, dejando atrás las prácticas destructivas del pasado, se verá en la transformación que podamos efectuar en el sistema de energía eléctrica. Si fallamos en esta empresa, es poco probable que tengamos éxito en todo lo demás.
Por eso es tan preocupante la crisis de dirección y gerencia que se desató la semana pasada en la AEE. La causa de esta crisis parecía ser el salario negociado por la Junta de Directores de la corporación con un nuevo director ejecutivo seleccionado a la carrera para sustituir al anterior, quien renunció sorpresivamente en medio de una disputa sobre su compensación. De momento, el sueldo del director ejecutivo pareció convertirse en el foco de toda la compleja problemática de nuestro fallido sistema eléctrico.
En realidad, el problema de fondo es mucho más serio y quedó retratado en los inquietantes eventos de la semana pasada. La realidad es que todavía hoy—diez meses después del huracán María y más de un año después de irse a la quiebra—la AEE todavía no tiene una Junta de Directores independiente, capaz de dirigir la transformación de la corporación misma, pero, sobre todo, del sistema de energía eléctrica en su totalidad.
Conviene recordar que la AEE ya tiene vigente un plan fiscal certificado por la Junta de Supervisión Fiscal (JSF), y dicho plan dispone, entre otras cosas, la forma en que debe constituirse la Junta de Directores de la corporación, incluyendo directores independientes y representantes de los consumidores. Dispone también el plan fiscal que tiene que existir un ente regulador separado de la corporación y con autoridad autónoma para mantener bien encarrilado a un sistema que en el futuro estará mayormente en manos privadas. Los incidentes recientes de inestabilidad en la estructura de gobierno de la AEE plantean el riesgo de que la corporación se convierta en otro frente más de contienda entre el gobierno y la Junta y que se retrase el plan de reconstrucción y fortalecimiento de la infraestructura eléctrica.
Todos sabemos lo que Puerto Rico necesita en materia de energía eléctrica. Primero, una gerencia despolitizada, enfocada exclusivamente en garantizar el buen servicio a los abonados. Segundo, un liderato efectivo para la renegociación de la deuda y la transferencia de activos y operaciones a manos privadas. Tercero, un plan de desarrollo energético que defina el papel de las diferentes fuentes de energía, especialmente las renovables, en el futuro del sistema. Cuarto, una junta reguladora externa e independiente, que vele por los intereses del país. Todo esto, y más, son indispensables para que en el futuro no muy lejano podamos tener electricidad confiable, limpia y a un costo razonable, que sirva de fundamento a una economía próspera, en lugar de ser un lastre a la competitividad de nuestras industrias.
El sueldo del director ejecutivo de la AEE se tiene que definir en el contexto del proyecto descrito. A esta persona se le pedirá mucho más que simplemente dirigir la operación de una empresa eléctrica de gran tamaño, por lo cual muchos ejecutivos en Estados Unidos reciben una compensación millonaria. Se le pedirá también proveer liderato y dirección en la privatización, la reconstrucción de un sistema maltrecho, la rehabilitación financiera después de la renegociación de la deuda, y el tránsito a un sistema de fuentes diversificadas de energía. Si una Junta de Directores independiente, como debe ser, selecciona a un candidato capaz de ejercer estas múltiples funciones simultáneamente, como debe ser, entonces no debería haber ninguna dificultad para explicar con lujo de detalles la compensación que se le pague. Pero es la Junta de Directores quien tiene que explicarlo; no La Fortaleza ni la Legislatura.
No olvidemos que buena parte de este esfuerzo de reconstrucción se financiará con aportaciones del gobierno federal. Debemos ser agradecidos y proponernos hacer el uso más constructivo posible de esa ayuda. El primer paso es demostrar que estamos bien organizados para hacerlo. De lo contrario, podemos terminar con más intervención y tutelaje de Washington, como ya lo ha sugerido el congresista Rob Bishop.