El Nuevo Día

SACRIFICIO

- Ana Teresa Rodríguez Lebrón Escritora

Creo fue Napoleón Bonaparte el que expresó que de lo sublime a lo ridículo no había más que un paso; y ante los papelones de los últimos días estoy convencida de que lo dimos. Todos los días terminamos haciendo malabares entre la continua desmoraliz­ación y la pateticida­d de quienes dicen llamarse líderes.

Por ejemplo, tenemos una primera dama a la que nadie por lo visto le informó que nada magnánimo existe en que el gobernador visite un municipio cuyo alcalde pertenece a un partido distinto al de ellos. Se llama Democracia. Pero por si aún doña Beatriz Rosselló no se da por aludida, se refiere grosso modo al “gobierno del pueblo”. No, no tienen nada que ver con la generación “millennial­s”.

Entonces, mientras todavía vacilábamo­s entre “esgrima” y “peregrina”, nos llega la última misión quijotesca del gobernador en materia de puestazos con sueldazos en un país en quiebra. Como nunca es suficiente se le asigna un salario de $240,000 al nuevo presidente de la Universida­d de Puerto Rico y $750,000 anual al por corto tiempo director de la Autoridad de Energía Eléctrica. Exacto. Casi un millón de dólares para quien, utilizando sus palabras, “se está sacrifican­do por el pueblo de Puerto Rico…” ganando tan poco dinero.

Sacrificio. Cómo a estas alturas alguno de estos ilustres líderes, valga el sarcasmo, se atreven a tan siquiera utilizar esa palabra. Sacrificio el de los obreros, el de los jubilados, el de las miles de familias que se vieron obligadas a abandonar su hogar. Sacrificio el del niño que se acuesta con hambre, el de las miles de mujeres que salen a luchar todos los días.

Ganarse casi un millón de dólares pagado por un pueblo estrangula­do económicam­ente no es un sacrificio. Así como tampoco es millennial la Democracia. Si no me creen, que le pregunten a los antiguos griegos a ver si así escapan de lo ridículo.

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