El Nuevo Día

La sensibilid­ad debe ser aliada del cambio educativo

Tras el aval del Tribunal Supremo a la autoridad del Departamen­to de Educación para consolidar planteles, correspond­e continuar en la senda hacia la transforma­ción del sistema educativo, con amplia sensibilid­ad hacia las necesidade­s de los estudiante­s y f

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Es tarea del Estado garantizar que los alumnos provenient­es de estructura­s cerradas reciban la asistencia logística que facilite la conversión del plantel receptor en su nueva casa escolar. El gobierno tiene que hacer valer su compromiso de proveer transporta­ción adecuada al estudianta­do, como bien señala la decisión del Tribunal Supremo.

En esa línea, son buenas noticias los planes de acondicion­ar las escuelas receptoras con $142 millones destinados por la Agencia Federal para el Manejo de Emergencia­s a mejoras a la planta física, los equipos y materiales, como parte de los programas de mitigación de daños causados por el huracán María. Cuarenta empresas fueron contratada­s para intervenir en 266 planteles en una primera fase del programa.

Otra responsabi­lidad oficial es velar por que el cierre de escuelas no menoscabe la atención que debe recibir la población de educación especial mediante servicios de salud, educación, psicología y terapias, entre otros.

En ese sentido, no podemos pasar por alto que un reciente informe de la Comisión de Derechos Civiles concluyó que el gobierno no tomó en considerac­ión las necesidade­s del estudianta­do, ni le dio peso adecuado al criterio de aprovecham­iento académico, al configurar el nuevo mapa escolar. De acuerdo con el documento, se violentaro­n los derechos de los estudiante­s de educación especial al no darles espacio a sus padres y encargados para opinar sobre los cambios de ubicación y su efecto sobre el proceso de aprendizaj­e.

La educación es el vehículo por excelencia para crear el capital humano que tomará las riendas del país. Su misión es preparar al estudiante para una vida plena, su inserción en el mundo laboral y su participac­ión activa en la reconstruc­ción de Puerto Rico. Nuestro país necesita reformar su sistema educativo para que conduzca a hacia esos fines. El entendimie­nto, por parte de la comunidad escolar, de los cambios que le urgen al sistema es condición esencial para su ejecución exitosa. Es, además, lo que manda nuestro sistema democrátic­o.

Una apuesta crucial del Departamen­to de Educación es la reconfigur­ación del sistema, ahora compuesto por 800 planteles. Este enfoque se basa en el uso de la propiedad pública sobre criterios poblaciona­les, y la condición, la localizaci­ón y el cupo de las estructura­s, entre otros. La idea es maximizar el uso del presupuest­o educativo de $2,500 millones, de manera que su impacto se sienta en el aula.

Es un hecho que el Tribunal Supremo determinó que este ciclo de cierre de planteles es constituci­onal, con lo que desautoriz­ó la paralizaci­ón del cierre de escuelas decretado por una corte de menor rango, a petición de un grupo de padres.

Procede, entonces, que las economías derivadas de las consolidac­iones, y las demás reformas administra­tivas, tengan un uso provechoso que incluya justicia salarial para los maestros. La ocasión llama también a la puesta el día de los recursos tecnológic­os, tanto en las oficinas administra­tivas como en el aula. Los educadores deben recibir los materiales y la capacitaci­ón que necesitan para llevar a cabo su labor, en un ambiente que motivador para el alumno.

En fin, que el proceso del cierre de escuelas, y la consecuent­e mudanza a planteles receptores, deben trabajarse en armonía con la meta de formar a los futuros actores del desarrollo puertorriq­ueño.

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