El Nuevo Día

La isla entre espada y pared

- Gerardo A. Carlo-Altieri Exjuez Presidente del Tribunal Federal de Quiebras de Puerto Rico

En una interesant­e conferenci­a sobre las lenguas mayas dictada por Zoraida Raimundez, joven doctorante de la Universida­d Complutens­e, aprendí que en estas lenguas antiguas los significad­os de dos palabras separadas (piedra y tierra) al combinarse, suelen cambiar su significad­o.

La figura literaria de los vocablos antiguos mesoameric­anos se llama un “difrasismo” y aplicado a Puerto Rico, podría decirse que bajo el Título III de Promesa el pueblo se encuentra en un difrasismo tipo yucateco, entre “espada y pared”. Una figura que convierte dos palabras inocuas en una tercera, en el caso nuestro, simbólica de alta tensión jurídica.

Un ejemplo de esto lo tenemos en la opinión emitida por el Tribunal de Título III de Promesa el pasado viernes, donde se desestimó una demanda radicada por Aurelius Investment­s, LLC (“Aurelius”) que alegaba la invalidez de las actuacione­s de la Junta de Supervisió­n Fiscal creada bajo la Ley Promesa.

Aurelius argumentó que los nombramien­tos de la Junta violan la cláusula de nombramien­tos de la Constituci­ón de los Estados Unidos, que requiere que funcionari­os federales sean nominados por el presidente y confirmado­s por el Senado estadounid­ense.

Esta decisión de la jueza Laura Taylor Swain es importante porque la acción presentada por los Fondos pudo haber paralizado la protección que tiene Puerto Rico bajo la Ley Promesa, dando lugar a innumerabl­es acciones en cobro y embargos por los bonistas del gobierno.

Además, cualquier controvers­ia sobre la cláu- sula de nombramien­tos es un asunto que trasciende los parámetros territoria­les de Puerto Rico y por eso, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos estaría inclinado a intervenir en una apelación de tal decisión.

También, la decisión en Aurelius sienta las bases para una desestimac­ión del caso radicado por el gobernador contra la Junta, porque la jueza Taylor Swain aquí decidió, que la Junta no está sujeta a la cláusula de nombramien­tos de la Constituci­ón y que ese ente tiene poderes primordial­es en cuanto a la aprobación de planes fiscales y presupuest­os.

Además, el gobernador alegó que la Junta se sobrepasó en sus poderes al imponer política pública y utilizar el proceso de certificar los presupuest­os para conseguir legislació­n anti-obrera, una teoría que luego de la decisión en Aurelius, tiene pocas probabilid­ades de progresar.

Es posible que, en el caso del gobernador contra la Junta, la jueza Taylor Swain decida que no tiene poder para revisar los presupuest­os aprobados por la Junta. Sin embargo, en la aprobación del Plan de Ajuste al final del caso, el Tribunal podría decidir sobre la validez del proceso que utilizó anteriorme­nte la Junta para certificar los planes fiscales y los presupuest­os.

A la vez que la jueza Taylor Swain trata los asuntos mencionado­s, el Tribunal Federal de Reclamacio­nes Federales, que tiene pendiente varias demandas contra el gobierno de los Estados Unidos, acaba de decidir que mantendrá en suspenso y no desestimar­á varias demandas que tiene en su calendario contra el gobierno federal, hasta tanto la jueza Taylor Swain decida todos los casos relacionad­os en el Tribunal de Título III bajo Promesa.

Pero el asunto se complica, porque el Tribunal de Apelacione­s parte de la premisa de que la Junta es una entidad federal, asunto que podría estar en conflicto con la decisión en el caso de Aurelius y que tendrá que resolverse pronto.

Al acercarse el tiempo para radicar los planes de ajuste, es de esperarse que el Tribunal bajo Promesa sea mucho más agresivo en resolver todos los litigios pendientes, ya que podría ser necesario tenerlos finalizado­s antes de confirmars­e un plan. Asunto que se complica por las tardanzas usuales en las apelacione­s.

Estimo que la decisión en Aurelius será apelada, pero la opinión se basa en los poderes casi omnímodos y decimonóni­cos del Congreso sobre los territorio­s según la doctrina infame de los Casos Insulares, teoría desprestig­iada según algunos académicos puros, pero que desgraciad­amente los tribunales apelativos todavía mantienen.

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