Donnie, el prestidigitador
Un prestidigitador escapó de un circo neoyorkino, entró al reality tv y, cuando se aburrió, decidió correr para presidente. Donnie, que tal es su nombre, resultó elegido y de inmediato reclutó “the best talent.” Omarosa Manigault Newman, participante en su tv show, se convirtió en “senior adviser.” Un tal Anthony Scaramucci, cuyos méritos se reducían a que hablaba en el pintoresco lenguaje de Donnie y salía en televisión, fue nombrado jefe de comunicaciones de la presidencia. Ronny Jackson, un médico sin experiencia administrativa, fue escogido para dirigir la Administración de Veteranos.
Omarosa fue corrida de los predios de la Casa Blanca a los pocos meses. No ayudó que ella usara los terrenos de la mansión ejecutiva para fotografiar parte de su boda. Scaramucci no duró, literalmente, dos días. Con su vasta experiencia en comunicaciones (unas cuantas entrevistas televisivas), llamó a un reportero, usó su conocido lenguaje, and that was it. Gone.
Aunque esto era parte del circo, menos lo era la selección de todo un general como principal consejero en seguridad nacional. El seleccionado fue Michael Flynn, quien ya tenía extraños enredos con los rusos y estaba en la nómina de los turcos. Como Flynn fue tan tarado que le mintió al vicepresidente ignorando que los profesionales de la seguridad grababan, tuvo que renunciar en desgracia.
Otro profesional de las truculencias, Sean Spicer, logró mejor suerte. Estuvo en su puesto seis meses. Su primera tarea fue explicar, con cara muy tiesa, porque las muchedumbres de Donnie desaparecieron para su inauguración y porque el acto estuvo más esmirriado que el Plan Temeofrecí. Faltando explicación, Sean declaró que Donnie había tenido la más grande asistencia en la historia de las inauguraciones desde que César regresaba a Roma y Nerón llegaba al coliseo.
Ahora Omarosa dice que Donnie es un con-man y un racista. Donnie riposta que ella es a “crying lowlife” y que nunca ha sido inteligente. Omarrosa alega que Donnie usó un “derogatory term” sobre los puertorriqueños. Donnie dice que ella es un “dog.” Scaramucci anda desaparecido por los bares neoyorkinos. Flynn confesó crímenes y aguarda sentencia. Spicer “escribió” un libro sobre sus andanzas y dice estar arrepentido de su conteo.
Esta semana el circo trastabilló en los tribunales. El hombre de confianza de Donnie, su exabogado Michael Cohen, hizo alegación de culpabilidad y delató al presidente en sus fechorías. Los pagos a Daniela la Tormentosa y a una exmodelo fueron instrucciones explicitas del entonces candidato Trump. Fueron contribuciones ilegales a una campaña presidencial. Las negaciones de Donnie han sido encubrimientos. El principal responsable de aquella campaña, Paul Manafort, resultó culpable por esconder cuentas bancarias en el extranjero para evadir impuestos.
No todo es pirueta ni cumbres inanes. El circo es homicida. Ha dado licencia para asesinar inmigrantes pobres y para que los supremacistas blancos salgan de los márgenes digitales donde se pudrían y marchen y griten “Jews will not replace us.” Cuando Donnie inventa una crisis migratoria como excusa para separar hijas e hijos de sus madres, los blancos concluyen que la “pureza” anglosajona está en buenas manots. Cuando Donnie indulta a unos rancheros facinerosos que ocuparon y vandalizaron un edificio federal, y cuando hace lo mismo con Joe Arpaio, un alguacil racista de Arizona, los mensajes de apoyo a esa miasma todavía apozada en millones de blancos, pobres y ricos, no pueden ser más preclaros.
En el frenesí cínico que hoy arropa la presidencia, Trump podría indultar a Manafort.
El circo republicano, con su fachada de “constitutional norms,” “family values,” “morality,” and “carácter” fue siempre un fraude.
“Esta semana el circo trastabilló en los tribunales. El hombre de confianza de Donnie, su exabogado Michael Cohen, hizo alegación de culpabilidad y delató al presidente en sus fechorías”