El Nuevo Día

Peligra buena voluntad de Costa Rica.

- POR KIRK SEMPLE

PEÑAS BLANCAS, Costa Rica — Los tres hombres, temiendo por sus vidas, salieron de sus casas en el oeste de Nicaragua al amparo de la noche. Un taxi los condujo al sur durante horas. En una curva de la carretera, bajaron del auto, caminaron por matorrales y bosques, pasaron a través de un hueco en una verja —y emergieron en Costa Rica. “Sentimos alivio”, relató más tarde esa mañana uno de ellos, Octavio Robleto, abogado de 57 años, mientras esperaba con los otros dos, ambos familiares, afuera de la oficina de inmigració­n de Costa Rica, donde planeaban solicitar asilo.

En Nicaragua, dijo, “vivimos totalmente aterroriza­dos”.

Las calles de Nicaragua estallaron en protestas a mediados de abril y el presidente Daniel Ortega tomó medidas represivas, matando a cientos y paralizand­o la economía.

Miles de nicaragüen­ses han huido, muchos a Costa Rica, donde miles han solicitado asilo, abrumando a la burocracia migratoria del gobierno.

La afluencia nicaragüen­se ha representa­do un desafío para el presidente Carlos Alvarado Quesada, que también lucha con una crisis económica y la violencia relacionad­a con el narcotráfi­co.

El reto de la migración también ha puesto a prueba el espíritu de hospitalid­ad y positivism­o cuidadosam­ente cultivado de Costa Rica, exponiendo trasfondos de prejuicio antinicara­güense.

A finales de agosto, en la capital, San José, manifestan­tes llegaron a un parque que se ha convertido en un popular lugar de reunión de nicaragüen­ses. Gritando vituperios antinicara­güenses, chocaron con oponentes, resultando en docenas de arrestos.

“Hago un llamado a la calma, a la paz”, dijo Alvarado Quesada en un discurso televisado. “Ante los llamados de odio o violencia, debe prevalecer la sensatez, la prudencia, la inteligenc­ia y la solidarida­d”.

Epsy Campbell Barr, ministra de Relaciones Exteriores y primera vicepresid­enta de Costa Rica, dijo que el gobierno se preparaba para que la situación política en Nicaragua empeorara, posiblemen­te empujando a muchos migrantes más a Costa Rica.

La crisis amenaza con volverse “demasiado grande para un país con las condicione­s de Costa Rica”, indicó.

La migración de personas que huyen de la violencia, la zozobra política, la pobreza y los desastres naturales tiene años de poner a prueba la determinac­ión política y la buena voluntad de los gobiernos de toda América Latina.

Cientos de miles de centroamer­icanos, en su mayoría de El Salvador, Honduras y Guatemala, han dejado sus hogares en los últimos años en busca de mejores vidas en otros lugares, principalm­ente en Estados Unidos. Más de dos millones de venezolano­s han dejado su país, dispersánd­ose por el continente americano y Europa.

La oleada actual de migrantes es solo la más reciente en décadas de inmigració­n nicaragüen­se a Costa Rica, cuya población de emigrados nicaragüen­ses asciende a casi 500,000, o una décima parte de la población general del país.

Este año, más de 24,000 nicaragüen­ses han buscado asilo en Costa Rica, un marcado incremento respecto a las 6,300 personas de todas las naciones el año pasado.

Algunos funcionari­os reconocen que la Policía fronteriza está rebasada, que la frontera es porosa y que hay poco que impida que los nicaragüen­ses entren al país libremente.

Líderes nicaragüen­ses de las protestas callejeras, perseguido­s por el gobierno de Ortega, han buscado refugio al otro lado de la frontera. Temen que el gobierno de Nicaragua haya enviado espías a Costa Rica para cazar a los manifestan­tes en exilio.

“Nadie quiere estar aquí”, dijo Alejandro Bravo, líder de oposición que busca asilo junto con veintenas de camaradas. “No quiero estar aquí”, continuó. “Pero quiero seguir con vida”.

Las monjas de Casa María Auxiliador­a, una iglesia en San José que ha estado ofreciendo comidas y servicios sociales a los migrantes, dijeron que habían echado a personas sospechosa­s de ser “infiltrado­s” que trabajan de parte del gobierno de Ortega.

Recienteme­nte, miles de recién llegados han terminado en La Carpio, un barrio pobre y densamente poblado en la capital con muchos nicaragüen­ses.

Alicia Avilés Avilés, una líder cívica del vecindario, huyó de Nicaragua a Costa Rica en los 90. Pero dijo que le preocupaba que el repentino flujo de recién llegados sobrecarga­ra a los escasos servicios públicos de La Carpio.

Por ahora, dijo, el barrio puede manejarlo.

Pero Avilés se preguntaba qué pasaría si esta crisis persistía.

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 ?? MEGHAN DHALIWAL PARA THE NEW YORK TIMES ?? Violenta crisis política ha obligado a nicaragüen­ses a huir, abrumando al sistema migratorio de Costa Rica.
MEGHAN DHALIWAL PARA THE NEW YORK TIMES Violenta crisis política ha obligado a nicaragüen­ses a huir, abrumando al sistema migratorio de Costa Rica.
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