Mentiras de Trump son contagiosas
Todo el mundo desea congraciarse con el jefe. Si juega golf, usted llega al campo de prácticas. Si es cinéfilo, usted se aparece en el complejo de salas de cines. Así que cuando el presidente de Estados Unidos continuamente deja en claro que es un gran fan de los “hechos alternativos”, ¿qué le queda hacer a un funcionario de la Administración ansioso por complacer?
Tomen por ejemplo a Brock Long, director de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias. Cuando el huracán Florence golpeó las Carolinas recientemente, Long acudió a noticieros para hablar de los esfuerzos de respuesta. Pero pronto se encontró sorteando preguntas sobre la afirmación del presidente Donald J. Trump de que, contrario al cálculo oficial de Puerto Rico, “no murieron 3,000 personas” como resultado del huracán María, que devastó a la isla el año pasado. Ese número, según el presidente, fue inventado por demócratas desesperados por hacerlo “ver lo más mal posible”.
Long, como buen soldado, se apresuró a reforzar la descabellada teoría de su jefe sobre cómo se habían cocinado los datos. “Uno podría ver que ocurren más muertes de manera indirecta a medida que pasa el tiempo porque la gente tiene ataques cardiacos debido al estrés, se caen de sus casas al tratar de arreglar tejados, mueren en accidentes de tráfico porque pasaron por una intersección donde los semáforos no funcionaban”, declaró.
Determinar qué muertes deberían incluirse en el conteo oficial (2,975 personas) es un asunto complicado, motivo por el que el Gobierno puertorriqueño comisionó a investigadores de la Universidad George Washington para que realizaran el análisis. Long desestimó la metodología de los investigadores en su intento por apoyar la patraña de Trump de victimismo político.
Trump ha dejado claro que considera que es deber de los funcionarios de la Administración difundir su versión de la realidad para proteger sus intereses, ya sea en asuntos de normas, política o la vergonzosa investigación de Rusia. No hacerlo es el camino más rápido al castigo presidencial.
El secretario de Comercio, Wilbur Ross, ha sido acusado de falsedad ética en sus pasados tratos de negocios, lo que haría que alguien en su posición fuera despedido de cualquier administración normal, o al menos estuviera envuelto en un escándalo mayor. Exsocios dicen que los estafó por un monto superior a los 120 millones de dólares.
Así que no fue ninguna sorpresa cuando surgió evidencia convincente de que el secretario podría haber cometido perjurio en su fervoroso seguimiento de la agenda presidencial. Ross ha estado bajo ataque durante meses por el intento de su Departamento por agregar una pregunta sobre estatus de ciudadanía en el formulario del censo federal. Los críticos ven la medida como parte del esfuerzo de la Administración para debilitar la votación entre ciertos grupos.
En marzo, Ross testificó ante el Congreso que la pregunta había sido “iniciada” en una petición en diciembre pasado del Departamento de Justicia. Desde entonces, diversos documentos han salido a la luz que parecen contradecir su testimonio, detallando el entusiasmo inicial de Ross por la pregunta. Ahora, un memorándum del Departamento de Comercio muestra que, de hecho, Justicia se resistió en un principio a la presión del Departamento de Ross para tal pregunta. Un juez federal ha dictaminado que Ross puede ser interrogado bajo juramento.
Luego está Kirstjen Nielsen, la secretaria de Seguridad Nacional, que en la primavera supuestamente estaba en la cuerda floja con Trump por no haber cerrado los cruces de migrantes en la frontera. Para el verano, Nielsen terminó insistiendo en que la Administración no tenía una política de separar a las familias de migrantes, aun cuando ella agresivamente hacía cumplir y públicamente defendía esa política.
En otras cuestiones, Nielsen ha parecido estar más en conflicto sobre seguir la línea del presidente, como la cuestión de si Rusia se inmiscuyó en las elecciones del 2016 para ayudar a Trump a ganar. La comunidad de inteligencia del Gobierno federal dice que sí lo hizo. Trump dice que no. Nielsen se ha mostrado vacilante.
Y no olvidemos la defensora más comprometida y creativa de Trump, Sarah Huckabee Sanders, secretaria de Prensa de la Casa Blanca. Da información engañosa con regularidad en asuntos que van desde si el presidente sobornó a la ex actriz porno que afirma haber tenido un “affair” con Trump, hasta si dictó una declaración falsa sobre la reunión en la Torre Trump entre Donald Trump Jr. y los rusos.
Aunque escandaloso, este tipo de comportamiento también es tristemente predecible. Cuando el presidente envía la señal de que considera a la honestidad como una desventaja, rápidamente puede arrastrar a todo el poder ejecutivo hasta su bajo nivel.