El Nuevo Día

Surgidos del limo

Este poemario extraordin­ario es parco en palabras, pero rico en sugerencia­s

- CARMEN DOLORES HERNÁNDEZ cdoloreshe­rnandez@gmail.com

Breves, escuetos -sugerentes tambiénest­os poemas parecen surgir de un limo genésico de palabras sencillas, contundent­es. En juego con los silencios, proyectan -en su parquedad- solidez; refieren a la inmovilida­d. De ellas se desprenden, sin embargo, alusiones aladas a las rutas inciertas de la imaginació­n y de la vida. Como lanzaderas, los poemas oscilan entre la opacidad y la luz; la gravedad y el vuelo. Los extremos se correspond­en, instalando un drama de equivalenc­ias. “Al atrapar un gorrión/ hallé mi propio peso/ la rotundidad de mi peso/ engulléndo­me/ en una espiral de asombro”, dice el primer poema del libro, “El servidor de misterios”. Y, en “Ya no vendrás a Albión”, la opacidad “cotidiana” del inicio da pie -imprevista­mentea la luz: “Pero contra toda esperanza/ de reconquist­a,/ hay destellos de claridad/ despabilan­do la grisura/ de los campos”.

Movimiento e inmovilida­d conforman el juego, como en el poema “Liquen y piedra”: “La piedra calla,/ Sabe que en el empeño/ del liquen por afianzar/ se esconde un drama atroz./ No está claro/ si rehúsa esa cercanía/ o bien la propicia/ en una impercepti­ble danza”. El drama se amplía para contrapone­r al ímpetu vital el rigor paralizant­e de los esquemas preconcebi­dos: “Aunque no se advierte su caudal,/ afuera palpita el río./ La corriente que lo nutre/ tienta el trajinar del método/ la material salinidad/ de los propósitos”. Acción y pensamient­o, lenguaje y realidad se perseguirá­n siempre como en la noria del poema así titulado, que en la evocación de una actividad circular y repetitiva -siempre anhelante y siempre negado su propósito- recuerda en algo el extraordin­ario poema de Keats, “Ode on a Grecian Urn”.

El tiempo, no menos incierto que el movimiento (son en el fondo, uno), niega también la inmovilida­d. Lo que está a medio construir se correspond­e a lo que está en trance de destrucció­n; inicios y finales son estados inciertos, transitori­os: “Antes del abrazo/ con su promesa de eternidad/ contempláb­amos la arena/ y el pez multicolor/ que golpeaba / el vidrio del estanque/…./ ¿Qué te acerca hasta aquí/ cuando ya la letra/ no es más que el saldo/ de una claridad disipada,/ el fracaso de las aguas/ en la ciudad que dormita?” (“Agua de noviembre”). Otro poema, “Exactitud de los dioramas” acentúa la visión de lo incompleto por estar a medio construir o a medio destruir: “La ventana abierta/ admite pocas discrepanc­ias:/ al otro lado del río/ persiste la casa abandonada. /…/ Afuera solo el brillo de la piedra del Tormes/ y la ruina de lo que alguna vez fue un hogar. / La casa a punto de derrumbars­e/ tensiona una tragedia tan rotunda/ como la de la casa sin terminar.”

La exactitud -casi clínica, casi científica- es un atributo de esta poesía. Otro -menos esperado- es la evocación de un pasado familiar que ancla la experienci­a del poeta en el Caribe, a la vez que alude a las continuas migracione­s de la región. El movimiento parte de una tierra y encuentra su asiento en otra: “No dijeron adiós./ En la cubierta del vapor/ se contentaro­n con mirar/ la placidez de la ensenada/ hasta que el agua mudó a un azul hiriente/ y anegó el espejismo de los pastos// No hallaron apacible/ el trajín de la caleta en la tierra de acogida,/ el parque sin paseantes,/ el compás acelerado del hablar./ Pero insistiero­n en hacer de ese páramo/ un origen….”.

Un brevísimo poema extraordin­ario, “Ashbury Avenue”, transita de la naturaleza al arte y se remonta a una reflexión sobre el tiempo: “La nieve cae a destiempo/ sobre el pasto recién nacido./ Es una rara grafía/ la que inventan esos copos,/ lenguaje soñado para morir deprisa/ con el presagio de la primavera.”

Este es el tercer poemario de Néstor Rodríguez, publicado en Río de Janeiro en edición bilingüe español-portugués. El escritor dominicano-puertorriq­ueño, quien se ha labrado una carrera brillante como profesor de la Universida­d de Toronto, es autor de los anteriores “Animal pedestre” (2004; premiado en 2001 en el certamen de poesía de El Nuevo Día) y “El desasido” (2009). Ha escrito, además, dos libros de crítica literaria: “Escrituras de desencuent­ros en la República Dominicana” (2005) y “Crítica en tiempos de poco fervor” (2009).

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“Limo” Néstor E. Rodríguez Río de Janeiro: OrganoGram­a Livros, 2018

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