Surgidos del limo
Este poemario extraordinario es parco en palabras, pero rico en sugerencias
Breves, escuetos -sugerentes tambiénestos poemas parecen surgir de un limo genésico de palabras sencillas, contundentes. En juego con los silencios, proyectan -en su parquedad- solidez; refieren a la inmovilidad. De ellas se desprenden, sin embargo, alusiones aladas a las rutas inciertas de la imaginación y de la vida. Como lanzaderas, los poemas oscilan entre la opacidad y la luz; la gravedad y el vuelo. Los extremos se corresponden, instalando un drama de equivalencias. “Al atrapar un gorrión/ hallé mi propio peso/ la rotundidad de mi peso/ engulléndome/ en una espiral de asombro”, dice el primer poema del libro, “El servidor de misterios”. Y, en “Ya no vendrás a Albión”, la opacidad “cotidiana” del inicio da pie -imprevistamentea la luz: “Pero contra toda esperanza/ de reconquista,/ hay destellos de claridad/ despabilando la grisura/ de los campos”.
Movimiento e inmovilidad conforman el juego, como en el poema “Liquen y piedra”: “La piedra calla,/ Sabe que en el empeño/ del liquen por afianzar/ se esconde un drama atroz./ No está claro/ si rehúsa esa cercanía/ o bien la propicia/ en una imperceptible danza”. El drama se amplía para contraponer al ímpetu vital el rigor paralizante de los esquemas preconcebidos: “Aunque no se advierte su caudal,/ afuera palpita el río./ La corriente que lo nutre/ tienta el trajinar del método/ la material salinidad/ de los propósitos”. Acción y pensamiento, lenguaje y realidad se perseguirán siempre como en la noria del poema así titulado, que en la evocación de una actividad circular y repetitiva -siempre anhelante y siempre negado su propósito- recuerda en algo el extraordinario poema de Keats, “Ode on a Grecian Urn”.
El tiempo, no menos incierto que el movimiento (son en el fondo, uno), niega también la inmovilidad. Lo que está a medio construir se corresponde a lo que está en trance de destrucción; inicios y finales son estados inciertos, transitorios: “Antes del abrazo/ con su promesa de eternidad/ contemplábamos la arena/ y el pez multicolor/ que golpeaba / el vidrio del estanque/…./ ¿Qué te acerca hasta aquí/ cuando ya la letra/ no es más que el saldo/ de una claridad disipada,/ el fracaso de las aguas/ en la ciudad que dormita?” (“Agua de noviembre”). Otro poema, “Exactitud de los dioramas” acentúa la visión de lo incompleto por estar a medio construir o a medio destruir: “La ventana abierta/ admite pocas discrepancias:/ al otro lado del río/ persiste la casa abandonada. /…/ Afuera solo el brillo de la piedra del Tormes/ y la ruina de lo que alguna vez fue un hogar. / La casa a punto de derrumbarse/ tensiona una tragedia tan rotunda/ como la de la casa sin terminar.”
La exactitud -casi clínica, casi científica- es un atributo de esta poesía. Otro -menos esperado- es la evocación de un pasado familiar que ancla la experiencia del poeta en el Caribe, a la vez que alude a las continuas migraciones de la región. El movimiento parte de una tierra y encuentra su asiento en otra: “No dijeron adiós./ En la cubierta del vapor/ se contentaron con mirar/ la placidez de la ensenada/ hasta que el agua mudó a un azul hiriente/ y anegó el espejismo de los pastos// No hallaron apacible/ el trajín de la caleta en la tierra de acogida,/ el parque sin paseantes,/ el compás acelerado del hablar./ Pero insistieron en hacer de ese páramo/ un origen….”.
Un brevísimo poema extraordinario, “Ashbury Avenue”, transita de la naturaleza al arte y se remonta a una reflexión sobre el tiempo: “La nieve cae a destiempo/ sobre el pasto recién nacido./ Es una rara grafía/ la que inventan esos copos,/ lenguaje soñado para morir deprisa/ con el presagio de la primavera.”
Este es el tercer poemario de Néstor Rodríguez, publicado en Río de Janeiro en edición bilingüe español-portugués. El escritor dominicano-puertorriqueño, quien se ha labrado una carrera brillante como profesor de la Universidad de Toronto, es autor de los anteriores “Animal pedestre” (2004; premiado en 2001 en el certamen de poesía de El Nuevo Día) y “El desasido” (2009). Ha escrito, además, dos libros de crítica literaria: “Escrituras de desencuentros en la República Dominicana” (2005) y “Crítica en tiempos de poco fervor” (2009).