Crónicas de los inicios
Utilizando la forma de un diario, esta “novela” que es, en realidad, una serie de crónicas noveladas, cuenta la vida de una mujer española desde que nace a bordo de un barco que se dirige a la isla de San Juan Bautista en 1564 hasta que, años después -en 1650 y aún viviendo en la isla - siente próxima la muerte. Es hija de un cirujano con estudios en Salamanca, que ha venido con su familia al Nuevo Mundo en pos de fama y fortuna. Muy pronto cae en la cuenta de que ha llegado al lugar equivocado para obtenerlas, pero las necesidades de la colonia y su propio temperamento apacible lo retienen en la Isla.
La familia se adapta a la vida dificultosa de una ciudad capital (entonces llamada Puerto Rico) que trata de afianzarse durante el pri- mer siglo de la colonia. María Teresa, quien inicia el diario en la juventud, es la más pequeña de cinco hermanos. Va creciendo en medio de las escaseces y precariedades cotidianas que describe, como también describe los pocos, pero muy dramáticos eventos extraordinarios que conmueven de vez en cuando la aburrida existencia de los colonos, sobre todo los ataques de indios caribes y de piratas y corsarios empeñados en conquistar la isla para sus respectivos soberanos europeos o, en su defecto, saquearla. Describe asimismo las prácticas abusivas de los gobernadores, por lo general militares más aptos para la guerra que para la administración de una colonia.
Algunos personajes conocidos, como Fray Bartolomé las Casas, pasan por estas páginas, a la vez que se cita de documentos que
reflejan nuestros inicios, como una carta de Colón a los Reyes Católicos y una crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo.
Toda la primera parte del libro depende tanto de tales descripciones y alusiones que más parece ser una lección de historia levemente novelada que una novela en forma. El hilo argumental -la vida de María Teresa y su familiaes muy tenue, hasta el punto de que conforma más bien un pretexto para ofrecer el trasfondo histórico. Las páginas de más interés son las que intentan dar una idea de las limitaciones, la monotonía y la pobreza de la vida cotidiana en una isla que parecía olvidada por Dios y por el emperador.
María Teresa se casa eventualmente con un hacendado perteneciente a una rica familia de San Germán, Andrés Villalobos, y la segunda mitad del libro concentra un poco más sobre su persona, aunque también alude a eventos como los ataques de Francis Drake y el conde de Cumberland a la
Isla. En este último caso, las alusiones son más pertinentes a la historia de María Teresa, toda vez que afectan de manera directa a su familia.
Un viaje que hace con su marido a México -tierra de su admirada Sor Juana Inés de la Cruz- podría haberle dado más vida al relato con la confrontación, potencialmente muy dramática, de la española-puertorriqueña y la indígena María Isabel, anterior concubina de su marido y madre de sus primeros dos hijos. Pero esto también pasa sin pena ni gloria, obviando sus posibilidades narrativas.
Este intento de narrar el primer siglo incierto de nuestra historia a través de los ojos de una mujer de la época podría resultar de alguna utilidad para un público estadounidense por estar en inglés y por la abundancia de referencias históricas poco conocidas en aquel medio. Para uno puertorriqueño algo familiarizado con el trasfondo, no tiene igual atractivo.