Rusia recluta a ‘espías’ con ramos de flores
MOSCÚ — El enorme aparato de seguridad de Rusia a menudo muestra su poder a través de acciones brutales: policías corpulentos en equipo antimotines golpeando a manifestantes o rufianes misteriosos agrediendo y, a veces, asesinando a periodistas y políticos de oposición.
Sin embargo, un rostro más amable e insidioso del sistema pertenece al hombre cortés, sonriente y bien vestido que, portando un ramo de flores, llegó inesperadamente al apartamento en Moscú de Nataliya Gryaznevich, en agosto.
El hombre, que se presentó solo como “Andrei”, le dijo a Gryaznevich, de 29 años, empleada de un grupo prodemocrático llamado Open Russia, que le gustaría invitarla a tomar un café y tener una charla amistosa. “Parece que realmente le gusta el café”, le comentó, dando a entender que sabía otras cosas sobre ella.
“Actuaba como un viejo amigo que no reconocí”, recordó ella.
Aunque en un principio estaba perpleja, cayó en cuenta de lo que estaba sucediendo cuando se reunieron y él le hizo un sinfín de preguntas sobre sus viajes fuera del país y sus contactos extranjeros. “Andrei” la estaba tratando de reclutar como informante, se dio cuenta ella.
“‘Puedes llegar lejos con nosotros de tu lado’”, recuerda que le dijo él.
Su recuento del argumento para reclutarla ofrece un vistazo a uno de los aspectos más herméticos del sistema de seguridad de Rusia.
Los informantes básicamente fungen como espías para el Estado ruso. Hoy no son tan omnipresentes en Rusia como lo eran en Alemania Oriental o la Unión Soviética, donde millones de personas delataban a sus amigos y colegas.
No obstante, tras ser prohibida en los 90, parece haber crecido la práctica de atraer a rusos para que vuelvan a espiar a sus compatriotas.
Las autoridades han estado sedientas de información confidencial sobre su oposición nacional desde que estallaron manifestaciones antigubernamentales en el invierno del 2011 y en mayo del 2017.
A principios de este año, Viktor Voronkov, director del Centro de Investigación Social Independiente, en San Petersburgo, dijo al periódico ruso Novaya Gazeta que cuatro miembros de su personal le habían comentado de acercamientos por parte del Servicio de Seguridad Federal, el sucesor de la KGB, para reclutarlos.
Nerviosa, pero también intrigada por los motivos y la identidad del extraño que tocó a su puerta, Gryaznevich aceptó reunirse con él.
Acababa de regresar de la ciudad de Vladivostok, en el este de Rusia, tras pasar una noche arrestada por ayudar a organizar allí una conferencia patrocinada por Open Russia.
Mientras tomaban café, “Andrei” le dejó claro que sabía todo sobre sus problemas con la Policía.
Su propuesta era esta: si ella aceptaba proporcionar información, ya no necesitaría preocuparse de ser perseguida por la Policía, recordó Gryaznevich.
La única vez que él abandonó su trato amable fue luego que ella rechazó su oferta, comentó. E incluso entonces, no recurrió a amenazas vulgares, agregó.
“Obviamente no era la primera vez que había hecho algo así”, indicó.
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