Los factores que afectan la respuesta a las emergencias médicas
La infraestructura para manejar estos casos en Puerto Rico adolece de un buen sistema de comunicación, opera con protocolos anticuados y escasean los profesionales capacitados, las ambulancias y hasta equipos y medicamentos
Tal vez, la imagen que usted tiene de una emergencia médica es la serie televisiva, en la que los paramédicos llegan en un abrir y cerrar de ojos, el paciente es atendido tan pronto entra a la sala de emergencia y allí, no importa la condición que se tenga, todos o casi todos quedan sanos.
En Puerto Rico, sin embargo, enfrentar una emergencia médica podría ser como jugar a la ruleta rusa, ante la escasez de emergenciólogos, la ausencia de un circuito de ambulancias preparadas adecuadamente, así como de un cuerpo de paramédicos capacitado y las múltiples deficiencias de un sistema de comunicaciones para el manejo de estos eventos y el traslado de los pacientes en el tiempo y al lugar correcto.
En entrevistas separadas, el pasado presidente del capítulo de Puerto Rico del Colegio Americano de Médicos Emergenciólogos, Fernando L. Soto, y el director de Aeromed, José Hernández, aseguraron que el paso del huracán María por Puerto Rico agravó lo que ya era una infraestructura desarticulada para atender emergencias médicas en la isla y en la que la falta de educación y prioridad cuesta vidas a menudo.
“María fue para nosotros como otro día más”, indicó Soto, al explicar que, en Puerto Rico, el microcosmos del manejo de emergencias lleva décadas entre el caos y la estrechez.
“Se me hace difícil asimilar que un año después del huracán María, todavía no hayamos aprendido la lección y no estemos corrigiendo los problemas que hemos tenido desde hace tiempo para tener una respuesta mejor la próxima vez”, agregó, por su parte, Hernández.
En términos muy simples, cada vez que surge una emergencia médica se activa una infraestructura física y humana que nunca cesa. En esta, interactúan desde los operadores que reciben y canalizan las llamadas telefónicas al Sistema 9-1-1, los sistemas de ambulancias terrestres o aéreas y paramédicos hasta la sala de emergencias o el Hospital de Trauma, dependiendo de la situación.
En ese sistema, a su vez, interactúan agencias del gobierno, como el Negociado de Emergencias Médicas y la Administración de Servicios Médicos, entre otras, los sistemas de salud municipales y los proveedores privados, sean hospitales y servicios de ambulancias privadas terrestres o aéreas, como sería el caso de Aeromed.
De entrada, Soto y Hernández subrayaron que nunca habrá un sistema de manejo de emergencias médicas perfecto y que tampoco puede pensarse que los sis- temas de emergencias médicas en Estados Unidos son mejores o más eficientes.
Por ejemplo, Soto explicó que, a nivel continental, hay retos con el tiempo de espera en las salas de emergencia y pueden escasear medicamentos de uso frecuente, como la epinefrina.
Hernández indicó, por su parte, que mientras laboró en la Florida central atestiguó que los oficiales a cargo de la respuesta de emergencias, con frecuencia, se que-
jaban de que las asignaciones presupuestarias no eran adecuadas.
En Puerto Rico, sin embargo, la prestación del servicio a ese paciente, cuya vida o su estado de salud depende del tiempo en ser atendido, sufre porque no se han adoptado esfuerzos de educación entre la población y los mismos participantes del sistema, no se procura la actualización y el cumplimiento de los protocolos de salud y falta claridad entre las tareas y alcance que tienen diversas entidades de gobierno.
“El problema es muy complejo”, dijo Soto, al señalar que el primer escollo es la falta de datos que ayuden a la toma decisiones.
Cuando esa información falta, agregó el galeno, “hay datos que se inventan en el momento” y hasta se “manipulan”.
“He presenciado comunicaciones entre los operadores (cuando se tramita la llamada de emergencia), donde teniendo al paciente esperando, las partes comienzan a discutir si el caso le toca al gobierno municipal o al estatal”, ejemplificó Hernández.
13 HORAS DE ESPERA
De tiempo en tiempo, el Colegio Americano de Médicos de Emergencias (ACEP, en inglés) publica un informe abarcador acerca del ambiente de cuidado de emergencia en Estados Unidos.
En el caso de Puerto Rico, el informe más reciente, publicado en 2014, destaca la falta de datos para analizar el cuadro de cuidado de emergencia en la isla.
Si bien el ACEP reconoció entonces que en la isla existe un protocolo uniforme para asistir a los pacientes antes de su llegada a una instalación de emergencia, no había un sistema para atender casos relacionados con infartos al miocardio (lo que se describe como STEMI). Además, se indica que, aunque existen protocolos de preevaluación (“triage”) y atención en el lugar en el que se encuentra el paciente de trauma, no están basados en las guías del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
El informe subraya, además, que la lectura efectuada en 2014 no mostraba grandes diferencias con lo encontrado en Puerto Rico para 2009.
“Puerto Rico tiene menos de la mitad de las tasas de emergen- ciólogos, neurocirujanos, ortopedas, cirujanos de manos, cirujanos plásticos y especialistas de oídos, nariz y garganta”, destaca el reporte.
El reporte, incluso, alertaba entonces de la necesidad de reforzar ciertas infraestructuras de salud en Puerto Rico, que por ser una isla no puede tomar ventaja inmediata de los acuerdos de ayuda mutua en salud que poseen los estados a nivel continental.
“Todos estos factores contribuyen a tiempos de espera excesivamente largos en los departamentos de Emergencia, lo que significa que los pacientes pueden esperar unas 13 horas para ser admitidos a un cuarto de hospital”, destaca el reporte.
La semana pasada, El Nuevo Día reveló que el tiempo de traslado de un paciente politraumatizado al Hospital de Trauma, en Río Piedras, promedia seis horas.
Según Hernández, en los últimos años, el deterioro del sistema de respuesta como un todo ha propiciado que, en muchos casos, se haya hecho frecuente una frase que solía decirse en la década de 1970, cuando se conocía de una persona enferma que necesitaba servicios de urgencia: “es que la gente no llega”.
EDUCACIÓN Y SUPERVISIÓN
De acuerdo con Soto, uno de los problemas principales que encara el sistema de emergencias médicas en la isla es el desconocimiento que impera en todo lo que significa esta rama de la medicina y el papel que juega en la salud de la gente.
“Nadie está supervisando aquí efectivamente el nivel de educación de los paramédicos ni el equipo que tienen”, ejemplificó el galeno.
Al presente, en Puerto Rico, los paramédicos no están obligados a colegiarse y, a menudo, se les confunde con la figura del técnico de emergencias médicas.
Mientras, según Soto, anecdóticamente, en Puerto Rico, hay unos 150 emergenciólogos. El reglamento de Salud 117 exige que toda sala de emergencias en Puerto Rico esté obligada a tener como director médico un especialista en Emergenciología, pero no hay certeza de que se cumpla con ello.
Según Soto, de la misma manera en que un paciente puede tardarse seis horas en llegar al Hospital de Trauma, en Puerto Rico también son frecuentes los retrasos en traslados de pacientes “a un par de millas porque no hay una ambulancia para llevarlo de un hospital a otro hospital”.
De acuerdo con Soto, trasformar el sistema de emergencias requiere educar a los pacientes, pero también a los demás componentes del sistema.
A manera de ejemplo, el galeno sostuvo que con frecuencia se atienden pacientes, cuyas condiciones “parecen una bobería” como sería una indigestión, cuando en realidad, se trata de un ataque masivo al corazón.
“La expectativa de los planes médicos es que no se utilice el servicio de emergencias y castigan al paciente”, explicó Soto, al hacer referencia a la práctica de los aseguradores de imponer copagos por ese servicio.
Sin embargo, Soto recordó que, en muchas ocasiones, el paciente acude a la sala de emergencia porque el tratamiento de la condición no puede esperar meses, lo que a menudo es el caso cuando se solicita una cita en una oficina médica.
Soto agregó que, en Costa Rica y en las ciudades de Boston y Seattle, la crisis que se experimentaba en el cuidado de los pacientes propició que se crearan sistemas dirigidos a estandarizar los servicios de cuidado prehospitalario y profesionalizar al personal, ejercicios que Puerto Rico debiera emular.
Tanto Soto como Hernández coincidieron en que Puerto Rico debe embarcarse en un esfuerzo en el que los diversos componentes del sistema de respuesta a una emergencia médica se sienten en una misma mesa y diseñen una estructura que resulte en mejores servicios a la población, lo que a su vez, podría servir para hacer contrapeso a las presiones fiscales. Empero, a preguntas de El Nuevo Día, todavía un año después del huracán María, ninguno de los dos profesionales ha participado o se le ha requerido ser parte de algún ejercicio o avalúo sobre el desempeño de la infraestructura de emergencias médicas durante el peor desastre natural que haya vivido Puerto Rico en una centuria.
“Se me hace difícil asimilar que un año después del huracán María, todavía no hayamos aprendido la lección” JOSÉ HERNÁNDEZ DIRECTOR DE AEROMED
“La expectativa de los planes médicos es que no se utilice el servicio de emergencias y castigan al paciente” FERNANDO L. SOTO-TORRES PASADO PRESIDENTE DEL CAPÍTULO DE PUERTO RICO DEL COLEGIO AMERICANO DE MÉDICOS EMERGENCIÓLOGOS