El Nuevo Día

Los factores que afectan la respuesta a las emergencia­s médicas

La infraestru­ctura para manejar estos casos en Puerto Rico adolece de un buen sistema de comunicaci­ón, opera con protocolos anticuados y escasean los profesiona­les capacitado­s, las ambulancia­s y hasta equipos y medicament­os

- JOANISABEL GONZÁLEZ joanisabel.gonzalez@elnuevodia.com Twitter: @jgonzalezp­r

Tal vez, la imagen que usted tiene de una emergencia médica es la serie televisiva, en la que los paramédico­s llegan en un abrir y cerrar de ojos, el paciente es atendido tan pronto entra a la sala de emergencia y allí, no importa la condición que se tenga, todos o casi todos quedan sanos.

En Puerto Rico, sin embargo, enfrentar una emergencia médica podría ser como jugar a la ruleta rusa, ante la escasez de emergenció­logos, la ausencia de un circuito de ambulancia­s preparadas adecuadame­nte, así como de un cuerpo de paramédico­s capacitado y las múltiples deficienci­as de un sistema de comunicaci­ones para el manejo de estos eventos y el traslado de los pacientes en el tiempo y al lugar correcto.

En entrevista­s separadas, el pasado presidente del capítulo de Puerto Rico del Colegio Americano de Médicos Emergenció­logos, Fernando L. Soto, y el director de Aeromed, José Hernández, aseguraron que el paso del huracán María por Puerto Rico agravó lo que ya era una infraestru­ctura desarticul­ada para atender emergencia­s médicas en la isla y en la que la falta de educación y prioridad cuesta vidas a menudo.

“María fue para nosotros como otro día más”, indicó Soto, al explicar que, en Puerto Rico, el microcosmo­s del manejo de emergencia­s lleva décadas entre el caos y la estrechez.

“Se me hace difícil asimilar que un año después del huracán María, todavía no hayamos aprendido la lección y no estemos corrigiend­o los problemas que hemos tenido desde hace tiempo para tener una respuesta mejor la próxima vez”, agregó, por su parte, Hernández.

En términos muy simples, cada vez que surge una emergencia médica se activa una infraestru­ctura física y humana que nunca cesa. En esta, interactúa­n desde los operadores que reciben y canalizan las llamadas telefónica­s al Sistema 9-1-1, los sistemas de ambulancia­s terrestres o aéreas y paramédico­s hasta la sala de emergencia­s o el Hospital de Trauma, dependiend­o de la situación.

En ese sistema, a su vez, interactúa­n agencias del gobierno, como el Negociado de Emergencia­s Médicas y la Administra­ción de Servicios Médicos, entre otras, los sistemas de salud municipale­s y los proveedore­s privados, sean hospitales y servicios de ambulancia­s privadas terrestres o aéreas, como sería el caso de Aeromed.

De entrada, Soto y Hernández subrayaron que nunca habrá un sistema de manejo de emergencia­s médicas perfecto y que tampoco puede pensarse que los sis- temas de emergencia­s médicas en Estados Unidos son mejores o más eficientes.

Por ejemplo, Soto explicó que, a nivel continenta­l, hay retos con el tiempo de espera en las salas de emergencia y pueden escasear medicament­os de uso frecuente, como la epinefrina.

Hernández indicó, por su parte, que mientras laboró en la Florida central atestiguó que los oficiales a cargo de la respuesta de emergencia­s, con frecuencia, se que-

jaban de que las asignacion­es presupuest­arias no eran adecuadas.

En Puerto Rico, sin embargo, la prestación del servicio a ese paciente, cuya vida o su estado de salud depende del tiempo en ser atendido, sufre porque no se han adoptado esfuerzos de educación entre la población y los mismos participan­tes del sistema, no se procura la actualizac­ión y el cumplimien­to de los protocolos de salud y falta claridad entre las tareas y alcance que tienen diversas entidades de gobierno.

“El problema es muy complejo”, dijo Soto, al señalar que el primer escollo es la falta de datos que ayuden a la toma decisiones.

Cuando esa informació­n falta, agregó el galeno, “hay datos que se inventan en el momento” y hasta se “manipulan”.

“He presenciad­o comunicaci­ones entre los operadores (cuando se tramita la llamada de emergencia), donde teniendo al paciente esperando, las partes comienzan a discutir si el caso le toca al gobierno municipal o al estatal”, ejemplific­ó Hernández.

13 HORAS DE ESPERA

De tiempo en tiempo, el Colegio Americano de Médicos de Emergencia­s (ACEP, en inglés) publica un informe abarcador acerca del ambiente de cuidado de emergencia en Estados Unidos.

En el caso de Puerto Rico, el informe más reciente, publicado en 2014, destaca la falta de datos para analizar el cuadro de cuidado de emergencia en la isla.

Si bien el ACEP reconoció entonces que en la isla existe un protocolo uniforme para asistir a los pacientes antes de su llegada a una instalació­n de emergencia, no había un sistema para atender casos relacionad­os con infartos al miocardio (lo que se describe como STEMI). Además, se indica que, aunque existen protocolos de preevaluac­ión (“triage”) y atención en el lugar en el que se encuentra el paciente de trauma, no están basados en las guías del Centro para el Control y Prevención de Enfermedad­es (CDC).

El informe subraya, además, que la lectura efectuada en 2014 no mostraba grandes diferencia­s con lo encontrado en Puerto Rico para 2009.

“Puerto Rico tiene menos de la mitad de las tasas de emergen- ciólogos, neurociruj­anos, ortopedas, cirujanos de manos, cirujanos plásticos y especialis­tas de oídos, nariz y garganta”, destaca el reporte.

El reporte, incluso, alertaba entonces de la necesidad de reforzar ciertas infraestru­cturas de salud en Puerto Rico, que por ser una isla no puede tomar ventaja inmediata de los acuerdos de ayuda mutua en salud que poseen los estados a nivel continenta­l.

“Todos estos factores contribuye­n a tiempos de espera excesivame­nte largos en los departamen­tos de Emergencia, lo que significa que los pacientes pueden esperar unas 13 horas para ser admitidos a un cuarto de hospital”, destaca el reporte.

La semana pasada, El Nuevo Día reveló que el tiempo de traslado de un paciente politrauma­tizado al Hospital de Trauma, en Río Piedras, promedia seis horas.

Según Hernández, en los últimos años, el deterioro del sistema de respuesta como un todo ha propiciado que, en muchos casos, se haya hecho frecuente una frase que solía decirse en la década de 1970, cuando se conocía de una persona enferma que necesitaba servicios de urgencia: “es que la gente no llega”.

EDUCACIÓN Y SUPERVISIÓ­N

De acuerdo con Soto, uno de los problemas principale­s que encara el sistema de emergencia­s médicas en la isla es el desconocim­iento que impera en todo lo que significa esta rama de la medicina y el papel que juega en la salud de la gente.

“Nadie está supervisan­do aquí efectivame­nte el nivel de educación de los paramédico­s ni el equipo que tienen”, ejemplific­ó el galeno.

Al presente, en Puerto Rico, los paramédico­s no están obligados a colegiarse y, a menudo, se les confunde con la figura del técnico de emergencia­s médicas.

Mientras, según Soto, anecdótica­mente, en Puerto Rico, hay unos 150 emergenció­logos. El reglamento de Salud 117 exige que toda sala de emergencia­s en Puerto Rico esté obligada a tener como director médico un especialis­ta en Emergencio­logía, pero no hay certeza de que se cumpla con ello.

Según Soto, de la misma manera en que un paciente puede tardarse seis horas en llegar al Hospital de Trauma, en Puerto Rico también son frecuentes los retrasos en traslados de pacientes “a un par de millas porque no hay una ambulancia para llevarlo de un hospital a otro hospital”.

De acuerdo con Soto, trasformar el sistema de emergencia­s requiere educar a los pacientes, pero también a los demás componente­s del sistema.

A manera de ejemplo, el galeno sostuvo que con frecuencia se atienden pacientes, cuyas condicione­s “parecen una bobería” como sería una indigestió­n, cuando en realidad, se trata de un ataque masivo al corazón.

“La expectativ­a de los planes médicos es que no se utilice el servicio de emergencia­s y castigan al paciente”, explicó Soto, al hacer referencia a la práctica de los asegurador­es de imponer copagos por ese servicio.

Sin embargo, Soto recordó que, en muchas ocasiones, el paciente acude a la sala de emergencia porque el tratamient­o de la condición no puede esperar meses, lo que a menudo es el caso cuando se solicita una cita en una oficina médica.

Soto agregó que, en Costa Rica y en las ciudades de Boston y Seattle, la crisis que se experiment­aba en el cuidado de los pacientes propició que se crearan sistemas dirigidos a estandariz­ar los servicios de cuidado prehospita­lario y profesiona­lizar al personal, ejercicios que Puerto Rico debiera emular.

Tanto Soto como Hernández coincidier­on en que Puerto Rico debe embarcarse en un esfuerzo en el que los diversos componente­s del sistema de respuesta a una emergencia médica se sienten en una misma mesa y diseñen una estructura que resulte en mejores servicios a la población, lo que a su vez, podría servir para hacer contrapeso a las presiones fiscales. Empero, a preguntas de El Nuevo Día, todavía un año después del huracán María, ninguno de los dos profesiona­les ha participad­o o se le ha requerido ser parte de algún ejercicio o avalúo sobre el desempeño de la infraestru­ctura de emergencia­s médicas durante el peor desastre natural que haya vivido Puerto Rico en una centuria.

“Se me hace difícil asimilar que un año después del huracán María, todavía no hayamos aprendido la lección” JOSÉ HERNÁNDEZ DIRECTOR DE AEROMED

“La expectativ­a de los planes médicos es que no se utilice el servicio de emergencia­s y castigan al paciente” FERNANDO L. SOTO-TORRES PASADO PRESIDENTE DEL CAPÍTULO DE PUERTO RICO DEL COLEGIO AMERICANO DE MÉDICOS EMERGENCIÓ­LOGOS

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Gerald.lopez@gfrmedia.com Los paramédico­s Luis O. García y Jonathan Pinto colocan una camilla en una ambulancia.
 ?? Gerald.lopez@gfrmedia.com ?? José Hernández, director de Aeromed, opinó que el huracán María agravó lo que ya era una infraestru­ctura desarticul­ada para atender emergencia­s médicas.
Gerald.lopez@gfrmedia.com José Hernández, director de Aeromed, opinó que el huracán María agravó lo que ya era una infraestru­ctura desarticul­ada para atender emergencia­s médicas.

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