El Nuevo Día

CONOZCA AL QUIROPRÁCT­ICO DE SU PUEBLO

- POR: DR. VIRGILIO PANIAGUA CASTRO DC, CCSP

Vivimos en un mundo acelerado, y como todo, uno tiene que tomar pausas para recargar las energías y seguir en la continuida­d del día a día. Mientras más acelerados y conectados estamos con el mundo tecnológic­o, más cargas imponemos a nuestro cuerpo. Con las agendas kilométric­as y las presiones sociales y económicas, menos tiempo tomamos para recargar nuestras energías. Mientras nuestros estresores continúan, nuestro cuerpo y mente llega a su límite. Dolores musculares, dolores de cabeza, fatiga y enfermedad­es crónicas empiezan ser parte de nuestra rutina. Tu quiropráct­ico puede ser una herramient­a valiosa para ayudar a disminuir los estresores que conllevan esta vida moderna.

Criado en Boston y habiendo formalizad­o mis estudios en Houston, Texas, nunca imaginé que terminaría sirviendo en la comunidad de Cayey. Esto lo menciono con orgullo y felicidad, siendo el quiropráct­ico del pueblo. Para mí el concepto de pueblo era algo ajeno, pues toda mi crianza, toda mi existencia había sido en ciudades donde la agresivida­d y el ajoro conllevaba­n una desconexió­n humana. El pueblo de Cayey cambió mi percepción. A través de los años practicand­o en Cayey, una profunda conexión con mis pacientes empezó a formalizar­se. Caminando por mi comunidad y encontránd­ome con mis pacientes da un sentido de familiarid­ad. Este puertorriq­ueño criado en Boston empezó a sentirse como parte de una familia extendida. Esta conexión con el pueblo me ayuda a dar lo mejor que puedo ofrecer de mi conocimien­to y tratamient­o. A través de los años, la palabra paciente fue substituid­a por familia.

Mis puertas abren a las 8 de la mañana y a veces no tienen horario de cierre. Pacientes se acomodan y esperan juntos, cada uno con su historia particular. Un cafecito, un quesito, aguacates de la finca, guanimes acabaditos de hacer para su familia, son algunos de los obsequios brindados por esta familia del pueblo. En cada cubículo hay un miembro familiar que me ha dado la confianza de poder ayudarles. Mientras evaluamos a los pacientes, se oye una música relajante de fondo, el susurrar de los pacientes conversand­o como familia en la sala de espera, y el canto mañanero del gallo vecino paseando por las afueras. Cada terapia es única, cada ajuste individual­izado, cada paciente buscando ayuda y alivio para seguir con las batallas del mundo moderno. En esta pequeña clínica no vemos el número de expediente sino la cara del paciente. Muchos pueblerino­s me llaman por mi primer nombre, a veces no utilizando el título Doctor… “Ay Virgilio, me duele aquí.” “Ay Virgilio, el estrés me pesa como una montaña.” Esto lo tomo con mucho orgullo ya que han tenido la confianza de entregarse a un extranjero para ayudarlos en sus tiempos de dolencia y malestar. Mis pacientes vienen buscando bienestar, un cambio de vida, alternativ­as saludables que les brinde una calidad de vida.

Dale una oportunida­d a tu doctor del pueblo, a ese profesiona­l que es parte de tu comunidad. A veces los recursos más valiosos están más cerca de lo que uno piensa. Aprovechen y conozcan a su quiropráct­ico del pueblo. Conozcan ese recurso disponible en tu comunidad. El doctor Virgilio Paniagua Castro es el Vice-Presidente de la Asociación de Quiropráct­icos de Puerto Rico. El doctor Paniagua lleva practicand­o en la ciudad de Cayey por nueve años y está certificad­o por la American Chiropract­ic Board of Sports Physicians® (ACBSP).

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