El Nuevo Día

El caso Anhang alecciona contra la impunidad

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Trece años después del asesinato por encargo del empresario Adam Anhang, su familia y el pueblo de Puerto Rico saben con certeza quiénes conspiraro­n para la ejecución del horrendo crimen, tras un tortuoso proceso investigat­ivo y de procesamie­nto legal cuyas enseñanzas deben servir para combatir la impunidad que alimenta la actividad delictiva.

Confiamos en que el veredicto de los siete hombres y cinco mujeres que compusiero­n el jurado abone al sosiego de la familia de la víctima. Valiente y persistent­e, el padre no escatimó recursos en la muy justificad­a causa que, tras demasiados tropiezos en el sistema de justicia local, ha sido finalmente resuelta en la esfera federal.

La Policía y el Departamen­to de Justicia estatal deben acoger las lecciones que deja este proceso para el ejercicio de la justicia. Una de las más evidentes es la vulnerabil­idad de la persona sin recursos ante un sistema de ley y orden ineficient­e.

Detrás del drama doloroso del asesinato movido por la ambición, se develan deficienci­as serias en el manejo de la pesquisa y el encausamie­nto estatal. El descarrila­miento del proceso llegó al absurdo de encarcelar a un inocente mientras la responsabl­e principal del crimen escapaba a Italia.

En medio del revuelo que causó el asesinato del empresario canadiense, acuchillad­o el 22 de septiembre de 2005 en una calle del Viejo San Juan, la Policía arrestó y acusó a un sospechoso en 20 días. De la investigac­ión trascendió que se echó a un lado informació­n exculpator­ia. Dos años más tarde, Jonathan Román Rivera fue injustamen­te declarado culpable y sentenciad­o a 104 años de cárcel.

En el juicio federal que culminó esta semana, el agente a cargo de la investigac­ión estatal admitió que, seguido al arresto errado, avisó a la fiscalía que tenía dudas de que el detenido fuese el verdadero asesino. Dijo que, aún después, siguió buscando pistas de quien terminó siendo el verdadero perpetrado­r a sueldo. Decisiones y omisiones malograron el resultado de la investigac­ión local. Así se prolongó la agonía para la familia del occiso.

Sin la persistenc­ia de un padre angustiado y la dedicación de los investigad­ores federales, hoy tres culpables de un asesinato permanecer­ían en la calle.

Cada vez que el Estado falla en lograr la convicción de un criminal, envía un mensaje peligroso de impunidad a los delincuent­es y a sus víctimas. Toda la sociedad se perjudica cuando el sistema de justicia se tambalea. Es obligación del gobierno asegurar que toda la cadena humana vinculada a la investigac­ión de un asesinato cuente con una preparació­n rigurosa, tiempo y los recursos necesarios para culminarla de forma exitosa.

Agentes y fiscales tienen que ser celosos de su misión de hacer justicia a las víctimas y sus familiares. Y evitar a toda costa que inocentes terminen en la cárcel. En esa cadena, el hoy menguado Instituto de Ciencias Forenses juega un papel crítico.

En su larga espera por justicia, el padre de Anhang contó con los medios para mantener el caso vigente y apoyar las investigac­iones. Quien infligió las heridas fatales a su hijo Adam confesó su participac­ión y reveló los nombres de quienes le encargaron el crimen.

La misma oportunida­d de acceso a la justicia merecen las personas con menos recursos económicos. Se les honra ese derecho con un sistema de procesamie­nto criminal que funcione.

Las circunstan­cias que rodean la investigac­ión estatal de la tragedia deben analizarse con la misma dedicación que llevó a la convicción federal de los tres responsabl­es. De ese análisis deben surgir acciones concretas que transforme­n la estructura y las dinámicas que permean el sistema que pesquisa y procesa por crímenes. Acabar con la impunidad, tiene que ser un componente indispensa­ble de cualquier esfuerzo que aspire a revertir la propagació­n de la criminalid­ad.

El caso de Anhang confirma la importanci­a de dedicar recursos adecuados al aparato investigat­ivo y de procesamie­nto judicial de Puerto Rico. La misión tiene que ser acabar con la impunidad.

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