El Nuevo Día

Decir no a la violencia sexual

- Brenda Reyes Tomassini Relacionis­ta

Estaba en la escuela superior cuando el grupo de hip hop (hoy música urbana norteameri­cana) “2 Live Crew” lanzó su álbum “A Nasty As They Wanna Be” desatando una batalla legal por el contenido de la letra de las canciones. Estas fueron catalogada­s como obscenas, lo que requirió que el álbum llevara el rótulo de “Parental Advisory”. Si la batalla entre lo obsceno y lo moral fue el plato fuerte de este caso, no menos importante fue la controvers­ia por libertad de expresión y la creación artística sobre esa producción.

Recuerdo la extensa cobertura mediática que recibió el asunto y los grupos de madres norteameri­canas escandaliz­adas y abogando por que se retirara de las tiendas y de las ondas radiales el álbum que sus hijos escuchaban a escondidas.

Como adolescent­e de los años 80, universita­ria en Estados Unidos en los 90 y madre en tiempo presente, he visto como la sociedad norteameri­cana soslaya ciertos temas, pero otorga importanci­a a otros menos relevantes.

La misma sociedad que promovía el sexo casual, el abuso del alcohol en los campus universita­rios, normalizab­a la violación sexual y la masculinid­ad tóxica en su arte cinematogr­áfico, se escandaliz­aba ante unas letras que parecen infantiles al lado de la música urbana latina y norteameri­cana de hoy.

Por eso en estos tiempos de #Metoo no me sorprende que se pretenda criticar el hecho que mujeres como la Dra. Blasey-Ford hagan públicas las denuncias de actos que hace 30 años se tomaban como normales. Denunciarl­os en la época en la que la ex primera dama, Nancy Reagan, promovía su campaña antidrogas “Just Say No” hubiese sido un esfuerzo fútil ya que todas las formas de violencia sexual eran aceptables.

De haberlo hecho entonces, la joven Christine Blasey hubiese sido víctima del “slut shaming” y hubiese cargado con un sello o estigma social como la “Letra Escarlata”, de Nathaniel Hawthorne, por el resto de su adolescenc­ia.

Hoy sabemos que la violencia sexual es una forma de ejercer poder. Conocemos su alcance y el daño que hace en la vida de una persona gracias a las denuncias que han hecho las víctimas de sacerdotes pederastas.

Por eso el testimonio de la Dra. Blasey-Ford es relevante. Queremos que nuestras hijas e hijos no repitan los errores de una sociedad que tildaba de irreverent­es los conceptos básicos del feminismo, pero permitía el abuso sexual en todas las dimensione­s. Tal vez su valentía abra la puerta a que más personas hagan sus denuncias.

“Queremos que nuestras hijas e hijos no repitan los errores de una sociedad que tildaba de irreverent­es los conceptos básicos del feminismo, pero permitía el abuso sexual en todas las dimensione­s"

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