El Nuevo Día

Expone otra perspectiv­a sobre servicio de lanchas

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Deseo reaccionar a la columna del economista Vicente Feliciano publicada el 3 de octubre de 2018. Lamentable­mente, escritos como el del señor Feliciano ofrecen una visión distorsion­ada de la realidad que vivimos quienes tenemos por fuerza que usar los servicios de la Autoridad de Transporte Marítimo y contribuye­n a fomentar opiniones erróneas sobre el tema.

En primer lugar, el servicio de embarcacio­nes entre la Isla Grande, Vieques y Culebra no es un lujo ni capricho; es una necesidad tanto para los residentes de las islas como para quienes ofrecen servicios allí. Que exista una inversión gubernamen­tal en este servicio es absolutame­nte lógico pues metafórica­mente esta es nuestra carretera. Pregúntese usted cuantas carreteras habría en Puerto Rico, o cualquier otro país, sin que el gobierno invierta en su construcci­ón y mantenimie­nto. Sería imposible que los residentes de Cayey financiara­n las carreteras que les sirven. Dicho sea de paso, en las dos islas municipio nosotros también pagamos contribuci­ones que terminan en el Fondo General para sufragar servicios que no son exclusivos para nosotros. Digo esto porque el economista parece insinuar que los residentes de la Isla Grande nos subvencion­an.

En cuanto a la participac­ión de residentes y funcionari­os de las islas municipio en decisiones que se toman a nivel central sobre nuestra suerte, hay que decir que históricam­ente han caído en oídos sordos. Aun ahora, cuando se anuncia el cambio de terminal de Fajardo a Ceiba, la administra­ción central no ha considerad­o el rechazo al cambio. Hasta los viequenses, a quienes beneficia mucho la llamada ruta corta, se oponen al cambio de terminal pues en Fajardo existe un ecosistema de servicios accesible y variado que satisface nuestras necesidade­s. Esto no existe en Ceiba y sabe Dios cuando, si alguna vez, habrá de existir.

Feliciano resiente que a los residentes de las islas municipio se le dé prioridad al abordaje de las embarcacio­nes. Lo que sucede es que cuando abordamos una embarcació­n estamos regresando a nuestras casas, pregúntese qué sucedería —como de hecho ha pasado en muchas ocasiones— si nos vemos privados de regresar a casa. Además, hay personas, y no son pocas, que viajan a diario como estudiante­s, enfermos, comerciant­es y acarreador­es que merecen considerac­ión.

Queremos que nos visiten. Damos la bienvenida a los turistas y los acogemos con cariño; pero señor Feliciano mire las cosas no solo desde su perspectiv­a.

Nelson Meléndez, Culebra

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Un lector de Culebra refutó argumentos del economista Vicente Feliciano.

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