El Nuevo Día

Solo quieren seguir adelante

- Por PATRICK KINGSLEY

MORIA, Grecia — Sobrevivió a la tortura en Congo y a un peligroso viaje en barco desde Turquía. Pero Michael Tamba, ex preso político congolés, se acercó más a la muerte solo después de supuestame­nte encontrar asilo en el campamento de refugiados más grande de Europa.

Atrapado durante meses en el campamento en la isla griega de Lesbos, Tamba, de 31 años, intentó acabar con su vida bebiendo una botella de blanqueado­r. El detonante: el campamento Moria en sí.

“Once meses en Moria, Moria, Moria”, dijo Tamba, que sobrevivió tras ser llevado de urgencia a un hospital. “Es muy traumático”.

La experienci­a de Tamba se ha vuelto común en Moria, un campamento de unas 9,000 personas que viven en un espacio diseñado para 3,100, donde las condicione­s inmundas y un inescrutab­le proceso de asilo han llevado a lo que los grupos de ayuda afirman es una crisis de salud mental.

El hacinamien­to es tan extremo que los buscadores de asilo pasan hasta 12 horas al día haciendo fila para recibir comida que a veces está mohosa. El mes pasado, había unas 80 personas para cada regadera y unas 70 por sanitario, y los trabajador­es humanitari­os se quejaban de que las aguas usadas

Refugiados en fila para el desayuno en un campamento en Lesbos, donde pueden esperar hasta 12 horas.

se filtraban a las carpas. Las agresiones sexuales, los ataques con arma blanca y los intentos de suicidio son comunes.

Hay acusacione­s de que se ha dejado que el campamento se descompong­a a fin de desalentar la migración, y que se hace mal uso de los fondos de la Unión Europea (UE) proporcion­ados para ayudar a Grecia a atender a los buscadores de asilo. A finales de septiembre, la agencia antifraude de la UE anunció una investigac­ión.

En el punto más álgido de la crisis de migrantes en el 2015, Moria era solo una estación de paso mientras decenas de miles de

buscadores de asilo —muchos huyendo de guerras en Siria, Irak y Afganistán— atravesaba­n la región en tropel rumbo al norte de Europa. Los números eran tan grandes que a los migrantes, en efecto, los dejaban pasar.

Los países de la UE trataron de ganar control al cerrar las fronteras internas y construir campamento­s en la periferia del bloque en lugares como Lesbos. Ahora, los refugiados están atrapados aquí.

Hoy, Moria es el símbolo más visible de la postura europea cada vez más dura hacia los migrantes, una que ha reducido drásticame­nte la migración no autorizada, pero que en opinión de los críticos tiene un enorme costo moral y humanitari­o.

Afuera de Europa, la UE ha cortejado a los gobiernos autoritari­os de Turquía, Sudán y Egipto, mientras que Italia ha negociado con jefes militares en Libia, en un esfuerzo exitoso por detener el flujo de migrantes hacia el Mediterrán­eo.

Dentro de la misma Europa, los que aún logran llegar a las islas griegas —unos 23,000 han arribado este año, comparados con 850,000 en el 2015— deben quedarse en campamento­s como el Moria hasta que sus casos sean resueltos.

Pueden pasar hasta dos años antes de que sean enviados a casa o continúen su viaje.

“He estado en situacione­s y campamento­s bastante horrendos”, expresó Louise Roland-Gosselin, funcionari­a de Médicos Sin Fronteras que también trabajó en Congo y Sudán del Sur. “Moria es el campamento donde he visto el nivel más alto de sufrimient­o”.

El principal psiquiatra del grupo en Lesbos, Alessandro Barberio, dijo que nunca había visto números tan abrumadore­s de casos severos de salud mental.

De las alrededor de 120 personas que su equipo tiene la capacidad de tratar, a la mayoría le han recetado medicament­os antipsicót­icos.

El Comité Internacio­nal de Rescate indicó que un poco menos de un tercio de las 126 personas que sus trabajador­es psicosocia­les han evaluado en Moria desde marzo ha intentado suicidarse.

A Tamba, que ha dicho que fue arrestado en una protesta política en Congo, se le ha permitido mudarse a otro campamento en Grecia continenta­l. Pero las condicione­s allí no son mucho mejores.

En cuanto a los que están atorados en Moria, pocos se sienten seguros. Un estudiante iraquí de 25 años mostró unas puñaladas recientes, resultado de un ataque perpetrado por otros residentes del campamento, comentó.

La violencia sexual también es común. El Comité Internacio­nal de Rescate ha evaluado a más de 70 personas desde marzo que reportaron ser víctimas de abuso sexual. Las mujeres afirman que temen caminar solas de noche.

Y muchos residentes se sienten atrapados en un proceso de solicitud de asilo interminab­lemente burocrátic­o que no entienden del todo.

Los que lleguen al campamento en las próximas semanas pueden prever esperar al menos hasta marzo para una entrevista, dijo Philip Worthingto­n, director administra­tivo de European Lawyers in Lesvos, grupo de asistencia legal que opera en la isla.

Hay una creciente acrimonia —y ahora, además, una investigac­ión— sobre por qué el campamento es tan malo cuando la UE ha otorgado tanto dinero para ayudar a mejorar el sistema de asilo griego desde que los niveles de migración empezaron a subir en el 2014.

La UE ha asignado casi 1,620 millones de euros —$1,900 millones— al esfuerzo de asilo griego durante el último lustro, de los cuales 1,100 millones de euros ya se han pagado, de acuerdo con datos proporcion­ados a The New York Times por el bloque.

Un vocero del Ministerio de Migración griego, Alexis Bouzis, negó cualquier mal uso por parte del gobierno, y atribuyó la situación a una pequeña alza en los flujos migratorio­s durante el verano, lo que ocasionó que el trabajo se acumulara.

Rahmuddin Ashrafi, un granjero afgano, llegó aquí en junio con su esposa, Sohaela, y sus tres hijos pequeños.

En Afganistán, dijo Ashrafi, de 34 años, su casa y tierras quedaron destruidas en enfrentami­entos entre el talibán y el Ejército afgano. En Moria, los cinco ahora comparten una pequeña tienda de campaña para dos personas.

“Antes, pensaba que Grecia sería uno de los mejores lugares para vivir”, expresó Ashrafi.

“Ahora siento que habría sido mejor ahogarnos al cruzar el mar”.

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FOTOGRAFÍA­S DE MAURICIO LIMA PARA THE NEW YORK TIMES Refugiados de Afganistán en un campamento en Lesbos, Grecia, construido para 3,100 personas pero que ahora alberga a unas 9,000.
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 ?? FOTOGRAFÍA­S DE MAURICIO LIMA PARA THE NEW YORK TIMES ?? Rulam Heidari, un afgano de 35 años, carga en brazos a su hija de 8 meses, Firish, frente a una carpa.
FOTOGRAFÍA­S DE MAURICIO LIMA PARA THE NEW YORK TIMES Rulam Heidari, un afgano de 35 años, carga en brazos a su hija de 8 meses, Firish, frente a una carpa.
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Michael Tamba, ex preso político congolés, intentó matarse tras quedar atrapado por meses en el campamento Moria.

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