Vuelven a frustrar a los espías rusos
Uno se tiene que preguntar si los hackers militares de Rusia quieren ser puestos al descubierto, dada la frecuencia con la que eso sucede. ¿O acaso estas operaciones fallidas son solo la punta del iceberg?
Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda acaban de lanzar una serie impresionante de acusaciones contra oficiales del GRU, el servicio de inteligencia militar de Rusia, por ciberataques que involucran a agencias antidopaje, campañas políticas, laboratorios de armas químicas y el derribamiento de un avión de pasajeros.
Las revelaciones sobre hackeos del GRU en los últimos tres años confirmaron los muchos reportes que ya han surgido sobre un programa ruso de guerra cibernética que opera bajo nombres fantasiosos -como BadRabbit, Fancy Bear o Voodoo Bear- para promover las agendas de Rusia en el extranjero, en su mayoría al controlar el daño de revelaciones vergonzosas sobre las operaciones fallidas del Kremlin.
En Washington, el Departamento de Justicia anunció la acusación formal de siete agentes del GRU por una serie de ciberataques, incluyendo esfuerzos para hackear los sistemas de agencias antidopaje en Estados Unidos, Canadá y otros lugares, en un intento aparente por obstaculizar sus investigaciones del dopaje sistemático de atletas rusos.
Tres de los señalados fueron acusados anteriormente por Robert Mueller, el fiscal especial que investiga la intromisión rusa en las elecciones del 2016, de hackear los servidores utilizados por el Partido Demócrata.
Funcionarios holandeses revelaron un intento ruso en abril para hackear los sistemas de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, en Holanda, que en ese entonces investigaba el gas neurotóxico utilizado en un intento del GRU para asesinar a Sergei Skripal, un doble agente del servicio ruso, en Gran Bretaña.
Gran Bretaña dio a conocer un reporte sobre los ciberataques del GRU que reveló un intento de hackeo a la Oficina del Exterior y ofreció más evidencia de la participación del GRU en la filtración de emails del Partido Demócrata en EE.UU. en el 2016.
Todo eso, declaró el secretario del Exterior británico, Jeremy Hunt, equivalía a ataques “temerarios e indiscriminados” que dejaban a Rusia aislada en la comunidad internacional. Sin embargo, a menos que haya muchos más ataques exitosos que EE.UU. y sus aliados no hayan divulgado, los reportados recientemente parecían ser evidencia, más que nada, de los esfuerzos patéticamente infructuosos de Vladimir Putin y compañía para hacerse notar y luego tratar de cubrir sus fracasos.
Los ataques fallidos contra Skripal, el dopaje masivo de atletas rusos y el derribamiento de un avión de pasajeros malayo en el 2014 fueron mucho más perjudiciales para el prestigio de Rusia en el mundo, y la revelación de que hackers militares rusos trataron de irrumpir secretamente en agencias que los investigaban solo puede hacer que la vergüenza y el ridículo sean mayores.
En cuanto a las elecciones del 2016 en EE.UU., el Kremlin se debe estar preguntando si ayudar a poner a Donald J. Trump en la Casa Blanca fue realmente un triunfo, ya que no ha redituado beneficios tangibles y a la vez ha generado un enorme grado de animadversión.
Putin, un exagente de la KGB, parece no haber entendido que pocos en Occidente se dejan engañar por sus ocurrencias propagandistas o quedan impresionados por sus tácticas ofensivas, y que sus ciberataques irresponsables solo sirven para mermar aún más la ya pésima reputación de su país en el mundo.