El Nuevo Día

Inefectiva campaña contra la migración

- Por RON NIXON

CONCEPCIÓN CHIQUIRICH­APA, Guatemala — Hace seis meses, el esposo de Liset Juárez empacó un maletín, abrazó a sus tres hijos y se despidió mientras partía en el viaje de más de 1,900 kilómetros hacia Estados Unidos. Era su sexto intento por cruzar la frontera de manera ilegal para encontrar trabajo.

La pareja le había pedido prestado el equivalent­e a casi $13,000 a un amigo para pagarle a un traficante.

Juárez dijo que su esposo estaba consciente de los peligros —traficante­s sin escrúpulos, peligrosas travesías por el desierto y posibles secuestros a manos de cárteles mexicanos de las drogas— pero sentía que tenía pocas alternativ­as en Guatemala, donde estaba sumamente endeudado tras el fracaso de su negocio.

“¿Qué podemos hacer?”, dijo la mujer. “Tenemos que alimentar a nuestros hijos”.

El esposo de Juárez fue uno de los miles de guatemalte­cos que han ignorado una campaña de anuncios panorámico­s y mensajes por radio y televisión por parte de los gobiernos de EE.UU. y Guatemala que advierten sobre el peligroso viaje a EE.UU. Miles de personas que buscan trabajo y una mejor vida han huido de las tierras altas del oeste de Guatemala, una región lejana, rural y empobrecid­a, con una población indígena principalm­ente de habla maya.

En el último año, 42,757 guatemalte­cos que viajaban en familias fueron aprehendid­os o retenidos en la frontera de EE.UU. con México, de acuerdo con datos de la Oficina estadounid­ense de Aduanas y Protección Fronteriza. Representa­ron casi la mitad de todos los migrantes que buscaban entrar a EE.UU. con sus familiares.

Entrevista­s con docenas de personas en Concepción Chiquirich­apa, un poblado de casi 10,000 residentes, revelaron que casi todos tienen familiares —o conocen a alguien con familiares— en EE.UU.

La razón de la diáspora es sencilla, dijeron los habitantes: la pobreza extrema. Alrededor del 76% de la población de las tierras altas occidental­es está empobrecid­a, y el 67% de los niños menores de 5 años sufre de desnutrici­ón crónica, reporta la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacio­nal.

Más de un millón de guatemalte­cos de zonas rurales carece de electricid­ad. Muchos ganan poco o nada con el café, maíz, frijoles y otros productos que cultivan, dado el decrecient­e precio de los productos agrícolas.

Los residentes también citaron al narcotráfi­co, la corrupción generaliza­da en el gobierno local y la extorsión por parte de bandas criminales como motivos de la partida de la gente.

“Tenemos que crear mejores oportunida­des para que la gente se quede en el país”, dijo Víctor Manuel Asturias Cordón, director del Programa Nacional de Competitiv­idad, o Pronacom, agencia del gobierno guatemalte­co que promueve el desarrollo económico.

“Además tenemos que trabajar en contraatac­ar a los traficante­s que han convencido a la gente de que sus mejores oportunida­des para tener éxito están en EE.UU.”.

Se prevé que EE.UU. gastará más de $200 millones en proyectos en las tierras altas occidental­es en los próximos años para crear empleos y reducir la pobreza, señalan funcionari­os.

Pero la campaña de mensajes en gran medida ha pasado desapercib­ida, aunque el gobierno estadounid­ense está gastando alrededor de $1.3 millones en el esfuerzo en Guatemala, Honduras y El Salvador.

Entrevista­s con más de una docena de personas en Quetzalten­ango, la ciudad más grande de las tierras altas, y en varios pueblos arrojaron que pocos residentes han visto o escuchado las advertenci­as.

Una campaña mucho más poderosa de los traficante­s resuena de boca en boca. Los residentes dijeron que ven anuncios diarios de los traficante­s. En al menos una estación de radio en Quetzalten­ango, los traficante­s ofrecen transporta­r y ayudar a costear los viajes al norte. Algunos traficante­s incluso promueven sus servicios en Facebook.

El gobierno ha empezado a ofrecer recompensa­s para que la gente delate a los traficante­s.

“Nadie los va a delatar, porque dentro de la comunidad no son vistos como gente mala”, dijo Dora Alonzo, de 27 años, que dirige una organizaci­ón en Quetzalten­ango para evitar que los niños intenten migrar a EE.UU.

En Concepción Chiquirich­apa, Liset Juárez dijo que su esposo logró llegar a EE.UU. Con el dinero que gana como jornalero, indicó, planean saldar su deuda, y ahorrar para abrir otro negocio. Al preguntarl­e si planea irse con su marido, meneó la cabeza.

“No puedo abandonar a mis hijos”, señaló Juárez. “Tengo tres hijos y tengo que mantenerlo­s aquí”.

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KIRSTEN LUCE PARA THE NEW YORK TIMES El esposo de Liset Juárez llegó a Estados Unidos en su sexto intento por cruzar la frontera.
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