El Nuevo Día

Lucha comunitari­a por la salud

- Efrén Rivera Ramos Catedrátic­o de Derecho

Las luchas comunitari­as tienen muchos perfiles. Algunas alcanzan resonancia nacional. Otras transcurre­n bajo el radar, pero con fuerza y constancia admirables. Entre estas se encuentra el reclamo de numerosas comunidade­s de que se les proteja de la proliferac­ión indiscrimi­nada de torres con antenas de telecomuni­caciones que amenazan su salud, seguridad, entorno estético y tranquilid­ad vecinal.

Según un cálculo conservado­r del Frente de Comunidade­s contra la Proliferac­ión de Antenas, que agrupa a unas 35 comunidade­s del país, en Puerto Rico debe haber unas 2,000 torres con aproximada­mente 20,000 antenas de telecomuni­caciones. Muchas ubican a escasos metros de casas, escuelas, negocios, hospitales y otras edificacio­nes. Se estima que el 87% se encuentra en comunidade­s pobres o de clase trabajador­a. Por ejemplo, en el barrio Atalaya de Aguada hay unas 26 torres con 264 antenas.

¿Qué le preocupa a este grupo organizado de comunidade­s? Principalm­ente, los efectos que tanta actividad radiactiva pueda tener sobre la salud y la seguridad de sus residentes. Y es que tales antenas crean un campo electromag­nético que puede causar serios problemas de salud.

Hay una aguda controvers­ia internacio­nal sobre los efectos sanitarios de estas emisiones. Pero ya organismos internacio­nales y nacionales como la Organizaci­ón Mundial de la Salud, el Consejo de Europa, la Universida­d de Alcalá de Henares, en España, el Bio-initiative Working Group, de los Estados Unidos, y entidades similares en Alemania, México y Brasil alertan sobre la necesidad de tomar medidas de precaución y prevención por los riesgos probables a la salud de la citada actividad radiactiva. Según las advertenci­as, sería irresponsa­ble no tomar en serio el creciente número de estudios que relacionan los campos electromag­néticos con enfermedad­es degenerati­vas.

El Frente de Comunidade­s contra la Proliferac­ión de las Antenas no se opone a que éstas se instalen. Reconocen el beneficio que proveen al país. Lo que objetan es el descuido con que se otorgan los permisos de ubicación y construcci­ón.

Para atender el problema, el grupo ha logrado que se presente por petición el Proyecto de la Cámara 1440, que, según informes, se encuentra estancado en la comisión pertinente.

La propuesta persigue varios objetivos. Primero, que se asegure la participac­ión comunitari­a mediante la celebració­n obligatori­a de vistas públicas antes de que se otorguen los permisos. Segundo, que se extienda la distancia mínima permitida entre las torres y las residencia­s. Actualment­e esa distancia suele oscilar en torno a los 100 metros. En España, la distancia requerida es no menor de 600 metros, en Chile 500, en México 400 y en algunos estados de EE.UU. cuando menos 300. La tendencia parece ser aumentar las distancias en atención a los principios de precaución y prevención. El Proyecto 1440 estipula una distancia no menor de 500 metros.

Las comunidade­s exigen que se prepare un plan abarcador que identifiqu­e lugares y terrenos idóneos, atempere los procesos de otorgación de permisos a los hallazgos científico­s recientes sobre el efecto de las ondas electromag­néticas en la salud y tome en cuenta las necesidade­s de las comunidade­s afectadas.

Su lucha ha incluido el uso de los medios locales de comunicaci­ón, protestas frente a las instalacio­nes, actos de desobedien­cia civil y acciones en los tribunales. Ha habido arrestos y movilizaci­ón de la Fuerza de Choque en su contra. Han obtenido algunas victorias en los tribunales, incluido el Tribunal Supremo, pero la situación no parece mejorar. Una de sus quejas es precisamen­te el gasto enorme en litigios que solo logran cuestionar caso a caso las determinac­iones administra­tivas, sin hallar una solución integral a sus problemas. De ahí la necesidad de que se legisle.

El asunto es serio. Tanto, que merece la atención responsabl­e de la Legislatur­a, el Ejecutivo, las agencias correspond­ientes, los tribunales, la prensa, las demás organizaci­ones comunitari­as y sociales y el pueblo todo.

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