El Nuevo Día

UNA VIDA de servicio

- Por Francisco Javier Díaz francisco.diaz@gfrmedia.com Por ejemplo, en la Iglesia Restauraci­ón Integral, en Guaynabo, cuyo pastor es Jorge Suárez Segura, doña Delia es considerad­a como una líder y está disponible para ministrar y llevar a cabo todo lo que

Hay personas que están en este mundo con la misión de vida de ayudar al prójimo, ya sea con un pequeño detalle o con un gesto inmenso. Esto describe a la perfección a Delia Vizcarrond­o, viuda de Abraham.

Esta mujer de 77 años se mantiene activa en su comunidad y en la iglesia, además de mantener un vínculo afectivo muy arraigado con su familia. Sin embargo, ante todo, en su vida siempre está Dios. Esa fe es la que la ha sostenido en los momentos más difíciles de su vida, como cuando su hijo menor y su esposo —ambos llamados José Andrés— falleciero­n inesperada­mente con varios años de diferencia.

A pesar de todo, doña Delia mantiene un espíritu jovial y una energía envidiable­s. Esto la ha ayudado a mantenerse bien involucrad­a en la iglesia que visita tan fervorosam­ente. Para ella, todo tiene una razón de ser.

“Dando es como nosotros recibimos; y cuando nosotros damos al necesitado, somos los que recibimos”, indicó la madre de cuatro hijos, abuela de cinco y bisabuela de cinco. “Dios me ha ofrecido tantas bendicione­s, como tener una familia tan hermosa, que le tengo una gratitud inmensa. Es esa gratitud, y el recibir ese amor de Dios, lo que tenemos que echar para afuera, para llevarlo a las demás personas que tanto necesitan de ese amor, sobre todo, del amor de Dios, que es eterno”, aconsejó.

Por más de cuatro décadas, doña Delia ha estado muy activa en su comunidad y en su iglesia, por lo que siempre ha participad­o y ha realizado acciones por el bien del prójimo.

“No hay nada mejor en estos tiempos que llevar aliento, esperanza y ayuda a los necesitado­s”

Durante dos años consecutiv­os, la madre de Lizette, Janet, Suzette y José Andrés, tomaba la guía telefónica, donde buscaba un nombre al azar y le contactaba para ofrecerle a la persona orar por ella. “Tuve unas experienci­as gloriosas, porque la mayoría de la gente lo tomaba con mucha gratitud”, comentó. “No hay nada mejor en estos tiempos que llevar aliento, esperanza y ayuda a los necesitado­s”, exclamó.

En línea con su propósito de servir, por 14 años, acompañó a su amiga Irma de Jesús al Centro Médico y al Hospital Cardiovasc­ular, donde visitaban a los pacientes en sus cuartos, así como en otras áreas donde necesitaba­n del apoyo emocional y espiritual. Fue por eso que, luego del destrozo que dejaron a su paso los huracanes Irma y María, doña Delia no lo

LA FAMILIA

Para esta luchadora incansable, su familia es su primer ministerio. "Después de Dios, la familia es lo primero. Mis hijas, mis nietos y bisnietas son bien especiales y tengo tanta gratitud a Dios, que siempre he tratado de mantenerla unida", añadió la abuela nacida en Arroyo. Por ello, todos los meses se reúnen en su casa, donde cocinan, hablan, ríen, alaban a Dios, leen la Palabra, dan testimonio y oran. CONSEJO PARA TODOS

Además de tener un balance entre su vida familiar y su compromiso social, doña Delia entiende que las personas mayores deben buscar de Dios para poder encontrar una razón de ser en la vida y poner los problemas en un segundo plano.

“Si te echas todos los problemas encima y no les ves solución, eso te deprime y te desalienta. Cuando le ministro a personas que están desalentad­as y deprimidas, les digo: ‘cuando te sientas así, mira la naturaleza, ese cielo hermoso, esas flores, esos pajaritos. Si Dios cuida de las aves, cuidará de nosotros y si él creó eso, ¿qué no puede hacer por nosotros? Las pruebas son chiquitita­s al lado del poder maravillos­o de la creación del que creó los cielos y la tierra y nos creó a nosotros’”, concluyó. pensó dos veces para tirarse a la calle a ayudar. Primero lo hizo junto con su iglesia, pero luego se unió a su familia para llevar comida y agua a comunidade­s afectadas.

“Mis hijas y mis nietas cocinaron, fuimos a Toa Baja y luego a Humacao y entre todos repartimos la comida”, mencionó la viuda de quien, por muchos años, fuera el presidente de la Ferretería Abraham.

“En mi iglesia se hicieron muchas actividade­s, como llevar tratados a las personas, que son testimonio­s y mensajes del Señor, escritos en unas postalitas. La idea era, no tan solo llenarles el estómago, sino llenarlos espiritual­mente, porque la gente estaba bien necesitada”, agregó. FUENTE DE FE

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