Una empresaria sin igual
Ante las coyunturas tan impactantes que atraviesa el país, nos deberíamos preguntar qué legado le estamos dejando a nuestros hijos y nietos.
Este pasado sábado murió mi suegra (la cual considero como mi otra mamá), María Rosa Cervoni Ruiz. Ante la tristeza de su partida hacíamos memoria del impacto que tuvo en su numerosa familia (tenía 8 hijos, 18 nietos y 7 bisnietos), y también en sus amistades y el país. En un momento en que había pocas mujeres empresarias en Puerto Rico, María Rosa administró la panadería de su papá al éste fallecer. Era la época de la Segunda Guerra Mundial y escaseaban los ingredientes para confeccionar el pan, particularmente la harina. Sin embargo, aún ante estas vicisitudes, logró mantener su negocio a flote.
Ella y su esposo, el Dr. Walter Cervoni, financiaron las carreras profesionales de sus 8 hijos, esto con mucho sacrificio, pues aún en esos tiempos, el costo universitario era alto. Para ayudar a costear estos gastos universitarios, comenzó un negocio de “catering” (en momentos en que apenas se conocía esa palabra). Lo localizó contiguo a la antigua panadería de su papa, y lo nombró “Olor a Campo”. Lo trabajó por muchos años hasta que (¡por fin!) sus hijos comenzaron sus carreras profesionales.
Nuestro legado debe comenzar con el hogar. Ejemplos como el de María Rosa son dignos de emular.