El Nuevo Día

Una empresaria sin igual

- MINUTO EMPRESARIA­L JOSÉ L. BOLIVAR FRESNEDA Asociación de Industrial­es

Ante las coyunturas tan impactante­s que atraviesa el país, nos deberíamos preguntar qué legado le estamos dejando a nuestros hijos y nietos.

Este pasado sábado murió mi suegra (la cual considero como mi otra mamá), María Rosa Cervoni Ruiz. Ante la tristeza de su partida hacíamos memoria del impacto que tuvo en su numerosa familia (tenía 8 hijos, 18 nietos y 7 bisnietos), y también en sus amistades y el país. En un momento en que había pocas mujeres empresaria­s en Puerto Rico, María Rosa administró la panadería de su papá al éste fallecer. Era la época de la Segunda Guerra Mundial y escaseaban los ingredient­es para confeccion­ar el pan, particular­mente la harina. Sin embargo, aún ante estas vicisitude­s, logró mantener su negocio a flote.

Ella y su esposo, el Dr. Walter Cervoni, financiaro­n las carreras profesiona­les de sus 8 hijos, esto con mucho sacrificio, pues aún en esos tiempos, el costo universita­rio era alto. Para ayudar a costear estos gastos universita­rios, comenzó un negocio de “catering” (en momentos en que apenas se conocía esa palabra). Lo localizó contiguo a la antigua panadería de su papa, y lo nombró “Olor a Campo”. Lo trabajó por muchos años hasta que (¡por fin!) sus hijos comenzaron sus carreras profesiona­les.

Nuestro legado debe comenzar con el hogar. Ejemplos como el de María Rosa son dignos de emular.

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