La avanzada de la estadidad para Puerto Rico
El joven – de unos 25 años – iba al frente mientras caminábamos el estacionamiento hacia la entrada del “templo” (nuevo apodo de las megatiendas). Hablaba por audífono con ese desenfado que nuestros jóvenes usan el celular para conversar de todo y sobre todo, sin que les importe un pito quiénes escuchamos. Así, en breve trayecto a la tienda, me enteré de su plan de vida. El amigo o pariente al otro extremo parecía aconsejarle tomar todos los adiestramientos disponibles en su empleo… y que cuando estuviera listo le avisara. “Estás seguro, ¿me consigues empleo pa'seguida?” La respuesta pareció positiva ya que, lo próximo que oí, fue algo sobre la “chamaca aquella que me presentaste”. El incidente es recurrente. Otro día, en fila de gasolinera mientras me precedían los que allí compran cerveza y Loto, una joven preguntó si sabía cuánto le costaría lavar el motor del carro. “Me lo exigen para poder embarcarlo y llevármelo a Florida”, explicó.
Así se van por manadas nuestros jóvenes al Norte; los más productivos que más falta nos harán para reconstruir Puerto Rico. Y es como un castigo de justicia poética que las generaciones de padres y abuelos aferradas a la ilusión de la colonia con privilegios que dejaron la solución del problema fundamental del estatus político al futuro, ahora, para ver al nieto, tengan que viajar en Florida, Georgia, Texas… ¡O tan lejos como Michigan! Que los “insularizados” en quimera de independencia, con repelillo hasta a la enseñanza del inglés, ahora tengan que hablarlo para conversar con el nieto “americanizado”. Ese compás de espera colonial descrito como “lo mejor de dos mundos”, les transformó la isla en asilo de población envejecida y dependiente de ayuda externa; y causó que los jóvenes, cada vez más bilingües y adiestrados, se fueran a buscar eso que sus antecesores fallaron en proveerles… ¡un estado próspero! De lo que nos declaramos inocentes los que hemos tratado, estamos tratando y seguiremos tratando mientras haya vida, para convertir la isla en un estado de la Unión.
Desperdiciada nuestra mejor época cuando fuimos pieza estratégica en la “Guerra Fría”, ahora nos corresponde hacer el reclamo en frío como el derecho inherente a todo ciudadano americano de estar representado en el Congreso que nos legisla y votar por el presidente que nos gobierna. Esa lucha ahora se libra a nuestro nombre en Florida y otras jurisdicciones de la Unión por los adelantados… la avanzada de la estadidad que allá se inscribe y vota a nombre de Puerto Rico.