Tomando decisiones
Al emprenderme en un proyecto o enfrentarme a un problema, prefiero los hechos sobre las opiniones. Amigo lector, aunque estemos en acuerdo con este punto, lamentablemente es más fácil pensar así que practicarlo. Es un camino muy dificultoso el investigar con objetividad. Requerimos resoluciones rápidas y nuestras mentes, en su búsqueda de solución, simplifican las causas de la situación. Nos identificamos profundamente con nuestras perspectivas personales y nos cuesta mucho desprendernos de ellas. Las causas de un problema tienden a ser más numerosas de las que queremos reconocer porque necesitamos acomodar los hechos a nuestras conclusiones preestablecidas. A quien solo tiene como herramienta un martillo, todo problema parece un clavo.
Ahora, suponiendo que superamos lo anterior con algún grado de éxito, los conocimientos de los hechos en lugar de opiniones sin fundamentos nos dan más oportunidades de tomar una mejor decisión. Establecido eso, sin embargo, un grupo toma mejores decisiones que una persona. Obviamente, todos los involucrados tienen que estar bien informados de los hechos y, más importante aún, comprometidos como equipo de trabajo. Son necesarias la transparencia y la confianza entre los miembros del grupo para ser efectivo.
El conocimiento objetivo y la confianza en los demás, junto a una dosis continua de perseverancia, han sido siempre la base para el éxito.