El Nuevo Día

¿Para quién trabaja la Junta?

- Gerardo Carlo Altieri Exjuez presidente de la Corte Federal de Quiebra para el Distrito de Puerto Rico

La aprobación del Plan Fiscal para Puerto Rico por la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF) ha creado dudas sobre las nuevas proyeccion­es de ingreso, el producto bruto y el crecimient­o económico para la isla, que ahora la Junta estima en un 7.8% para 2019.

Pero la verdadera sorpresa involucra el cálculo nuevo de sobrante por quince años ($30,000 millones), debido al incremento en fondos de reconstruc­ción ($82,000 millones).

Por otro lado, el Plan Fiscal no autorizó el uso del sobrante para pagar a bonistas y, además, la jueza Laura Taylor Swain, del tribunal de Promesa, decidió luego del huracán, que los fondos de rescate no se utilizaría­n para pagar bonos.

Resulta increíble que nadie en la Junta o el gobierno haya mostrado satisfacci­ón alguna con estas noticias económicas tan positivas.

Por el contrario, la pregunta que todos hacen es ¿si la Junta representa los intereses de los ciudadanos o es una mera agencia de cobro para bonistas? La realidad es que la Junta es un apéndice de tipo congresion­al y territoria­l mixto y puede admitir, que ambas categorías le aplican.

A la vez, la aprobación de un plan fiscal de un gobierno que tiene 114 agencias, sin contabilid­ad uniforme ni estados auditados actualizad­os y “limpios” no deja de ser un ejercicio de futurologí­a y alquimia pura, aun para los tecnócrata­s de la Junta que intentan darle sentido científico al plan.

Pero, en su fondo, esta discusión lo que indica es que Puerto Rico atraviesa un enfrentami­ento existencia­l donde el pueblo se tiene que definir y reconstrui­r.

El siglo anterior solo produjo una economía raquítica y “fomentista”, basada en un mito industrial tóxico y las exenciones contributi­vas privilegia­das, a la vez destruyend­o las verdaderas riquezas de la isla (educación, agricultur­a y ambiente natural único).

El gobierno continúa adicto a los fondos federales y mercados de crédito, imitando y multiplica­ndo los errores que produjeron el incumplimi­ento de la deuda y que motivó un supra gobierno (Junta de Supervisió­n), a cambio de la promesa de rescate congresion­al. Fórmula anacrónica y antidemocr­ática, pero abrazada con gran gusto por los políticos locales.

Actualment­e, estamos centrados en resolver una deuda de $72,000 millones emitida bajo fórmulas complicada­s e ininteligi­bles de Wall Street, incluso “SWAPS”, bonos de apreciació­n de capital (“CAP’s”) y los derivativo­s.

Por otro lado, el pueblo muestra insegu- ridad ante lo desconocid­o y trata de identifica­r y culpar algún enemigo: fondos buitres, Junta y gobierno.

La racionaliz­ación de la culpa que permea la atmósfera actual provee una explicació­n cómoda para los políticos electos y de fácil entendimie­nto por el pueblo, pero paraliza el cambio y retrasa la recapitali­zación de la deuda. Pero aún más negativo resulta la retórica de confrontac­ión estéril e inmadura entre Junta y políticos locales.

La ley Promesa permite ahorros en la amortizaci­ón de bonos de varios billones anuales y paraliza cobros por deudas del gobierno, produciend­o un “cash-flow” que excede otros $2,000 millones anuales.

Además, los ajustes de deuda en Prepa ($9,000 millones), Cofina ($17,800 millones) y Banco de Fomento ($4,000 millones), resuelven el 40% de la deuda gubernamen­tal.

Sin dudas, estos beneficios económicos bajo Promesa alimentan el presupuest­o, permiten pagar pensiones y mantienen los empleos públicos.

Por eso, la pregunta debería ser ¿cómo podemos maximizar y utilizar las ventajas que ofrece Promesa y las herramient­as poderosas de la Junta de Supervisió­n, para conseguir los $82,000 millones y comenzar la obra de reconstruc­ción?

Pero, sin renunciar a nuestra tradición de pueblo democrátic­o y ordenado, que mantuvo buen crédito durante el último siglo y cumplió siempre con sus obligacion­es fiscales.

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