El fenómeno Bolsonaro
América Latina transita por una nueva ola de gobiernos de derecha, que ha tenido como expresión extrema el triunfo electoral de Jair Bolsonaro en Brasil. ¿Cómo esta figura política se pudo alzar con el triunfo apelando a un discurso racista, homofóbico, que muestra desprecio por la tolerancia y las prácticas democráticas, que juró desterrar o encarcelar a sus adversarios políticos, que amenazó con sacar a Brasil del acuerdo climático de París y sacrificar el bosque del Amazona en función del desarrollo del país?
Bolsonaro surge del descontento de sectores sociales por una izquierda que no fue coherente entre sus postulados y la práctica política. Esa izquierda, capitaneada por el Partido de los Trabajadores, logró implementar un modelo económico de inclusión social con apoyo del sector privado que logró disminuir la pobreza, pero que no fue capaz de instrumentar reformas estructurales que garantizaran un crecimiento económico autosostenible. Cuando el modelo se agotó, el país entró en su peor crisis en décadas y ello junto con el incremento de la violencia y la inseguridad ciudadana, hizo que el sueño del milagro brasileño se esfumara. Para colmo de males, esa misma izquierda se enroló en la espiral de corrupción, ya existente en el gigante sudamericano, y que tuvo tentáculos extraterritoriales con el caso de Odebrecht. Precisamente, la corrupción y la situación de la economía fueron los temas que polarizaron el debate y las preferencias electorales en Brasil.
Una de las consecuencias de ese enrarecido escenario económico y social se manifestó en la desesperanza y pérdida de optimismo por el futuro del país por parte de muchos ciudadanos. De acuerdo con una encuesta del Instituto Datafolha realizada en junio de este año, el 78% de los brasileños ve a su país con desanimo, el 79% con tristeza y el 88% con inseguridad. Según Datafolha y otras fuentes, los mayores desencantos provienen de los sectores de clase media y alta, el segmento social que mayoritariamente dio su apoyo a Bolsonaro, quizás siguiendo la errada percepción de que solo una mano dura, implacable, traerá prosperidad y sosiego a la población. Tampoco es descartable que la inclinación electoral por el candidato de extrema derecha fuera más un voto de castigo a los partidos tradicionales, que una alineación a sus posturas ideológicas.
Con la victoria de Bolsonaro, la mayor economía de América Latina entra en una época de incertidumbre. Estamos acostumbrados a ver políticos que en sus campañas electorales ofrecen lo inimaginable y después se olvidan de sus promesas, porque a la larga, la realidad política pesa más que sus deseos. Pero si este no fuera el caso y el presidente electo cumple sus amenazas, la democracia en Brasil sufriría un serio retroceso.