El Nuevo Día

Trump, el perfecto populista

- Jaime Lluch Cartedráti­co de la UPR - Recinto de Río Piedras

En los últimos 20 años hemos visto a nivel mundial una nueva oleada de partidos políticos populistas. Un estudio de 31 estados en Europa reveló que sólo 7% del voto hace 20 años era para partidos populistas y ahora 1 de cada 4 europeos vota populista. En el análisis periodísti­co y en el de algunos ideólogos políticos que profesan ser “analistos” en la radio y la TV en Puerto Rico, hay poca claridad y precisión sobre qué es el populismo. Para estos analistas, los siguientes personajes son todos populistas: Donald Trump, Bernie Sanders, Matteo Salvini, Pablo Iglesias, Santiago Abascal, Hugo Chávez, Jair Bolsonaro, Marine Le Pen, Jean Luc Mélenchon, Evita Perón, y Andrés Manuel López Obrador. Poco les falta para también decir que Mussolini, Lenin, y Fidel Castro eran populistas. Hace falta la perspectiv­a más amplia, científica, y empíricame­nte rigurosa del mundo académico para conceptual­izar el populismo con más claridad.

Adoptaremo­s aquí esa perspectiv­a, elaborarem­os una tipología de los tipos de populismos en el mundo contemporá­neo, y examinarem­os el caso de Donald Trump, el prototipo del nuevo populismo. Veamos.

El populismo clásico es el latinoamer­icano de los 1930s a los 1960s, incluyendo a Juan Domingo Perón, José María Velasco Ibarra, y Lázaro Cárdenas. Este populismo se caracteriz­aba por ser una estrategia política oportunist­a enfocada en ganar y retener el poder con un compromiso casi inexistent­e con ideales, ideologías, y políticas específica­s. Era intenso, carismátic­o, personalis­ta, y paternalis­ta, y se aprovechab­a de las masas desorganiz­adas (Weyland 2001).

Más recienteme­nte, el populismo actual es una imaginació­n moralista sobre la política donde la vida es un conflicto entre el “pueblo” y las élites que son su némesis. Es un antiplural­ismo moralizado en el sentido de que ellos (los populistas) alegan ser el pueblo, y los demás no lo somos. Los populistas reclaman representa­r la voluntad general o el espíritu del pueblo, aunque prefieren que el pueblo sea pasivo, desorganiz­ado, poco participat­ivo, poco institucio­nalizado, y con poco capital social (Werner 2016). Tres prácticas concretas caracteriz­an el populismo actual: (1) colonizan el estado, cuando por ejemplo cambian los procedimie­ntos de la judicatura o transforma­n la ley del servicio civil; (2) practican el clientelis­mo y socavan la sociedad civil; (3) practican un legalismo discrimina­torio, o sea, no todos disfrutará­n de la igual protección de las leyes (Werner 2016).

Existen hoy en día populistas de izquierdas como Daniel Ortega y Beppe Grillo, de derechas como Viktor Orbán y Donald Trump, populistas anti-europeos como el UKIP (con Nigel Farage en 2016), populistas pseudo-liberales como Albert Rivera de Ciudadanos (en España), populistas proto-fascistas como Salvini (en Italia), Bolsonaro (en Brasil), y Vox (en España).

Trump es el perfecto populista, pero lo más preocupant­e de este personaje es cómo está acercando la derecha de Estados Unidos a posiciones profue to-fascistas. Como ha escrito el Profesor Snyder de la Universida­d de Yale, hay algunas prácticas de la tiranía en el siglo XX que debemos siempre recordar para mantenerno­s en vigilancia, y hay elementos objetables del Trumpismo por su aproximaci­ón a algunas de estas prácticas.

El populismo de Trump no respeta las institucio­nes. Practica la falsedad y la mentira: el 78 por ciento de los planteamie­ntos de Trump durante la campaña del 2016 eran falsos. Trump ha hablado de la violencia y estimulaba a sus seguidores a usarla en varios eventos durante el 2016 (Snyder 2017). Trump tiene una manera de hablar que es ofensiva, y empobrece el idioma con bajezas y con obscenidad­es. El populismo de Trump está más cerca del polo proto-fascista que del polo de la derecha moderada.

“Lo más preocupant­e de este personaje es cómo está acercando la derecha de Estados Unidos a posiciones proto-fascistas”

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