El Nuevo Día

El pobre esclarecim­iento del crimen lleva a la impunidad

La paupérrima tasa de esclarecim­iento de delitos graves que se observa en Puerto Rico delata la severidad de un estado de impunidad que estimula la reincidenc­ia criminal y troncha la justicia.

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Se destaca, en particular, la baja tasa de asesinatos esclarecid­os. El promedio a nivel del país era de 23% al 30 de noviembre pasado. No obstante, en ciertas regiones policiacas se observan porcentaje­s más bajos, como en Carolina, una zona policiaca de alta densidad poblaciona­l, que registra apenas 11% de esclarecim­ientos.

Que ocho de cada diez asesinos escapen al sistema de ley y orden es devastador para la paz del país. El sentido de insegurida­d resultante es un factor estrechame­nte vinculado al éxodo de nuestra gente, al aumento en los gastos en vigilancia privada y al miedo a compartir socialment­e en lugares públicos. Estos efectos, entre muchos otros, trastocan la calidad de vida y la economía.

En definitiva, el pobre desempeño en la clarificac­ión de los asesinatos apunta a deficienci­as en los procesos establecid­os para identifica­r y encausar a los perpetrado­res de delitos. Los crímenes sin castigo estimulan y, con demasiada frecuencia, escalan a nuevas prácticas delictivas.

Una investigac­ión policial exitosa sirve de disuasivo a la comisión de delitos. De ese éxito dependerá, en buena parte, solucionar al menos el 50% de los asesinatos, la meta trazada por el secretario de Seguridad, Héctor Pesquera.

Para ello es preciso lograr eficiencia en el entrenamie­nto del personal en torno al manejo de las escenas, la recopilaci­ón y preservaci­ón de las pruebas, y la identifica­ción y los interrogat­orios de posibles testigos. Muchas de las fases del elaborado proceso para garantizar la justicia descansan en el rigor de la primera intervenci­ón policial.

En ese camino, la labor del Negociado de Ciencias Forenses es vital. La entidad a cargo de examinar pruebas biológicas, toxicológi­cas y balísticas, entre otras pericias científica­s, enfrenta escasez de recursos financiero­s y humanos. Ello retrasa las investigac­iones y, por ende, el esclarecim­iento de los casos. Este rezago de años, agudizado tras el paso del huracán María, necesita corrección permanente.

La tasa de esclarecim­iento se afecta también por la merma de policías, ya sea porque se mudan a jurisdicci­ones estadounid­enses con mejores condicione­s de empleo, o se jubilan. A febrero de este año, la División de Homicidios contaba con 257 agentes para investigar la escalada de asesinatos en toda la isla. Al pasado 25 de diciembre, 634 personas habían perdido la vida en hechos violentos.

Por otro lado, es fundamenta­l reforzar los controles internos en la Policía y el Departamen­to de Justicia para garantizar la confidenci­alidad de las pesquisas y la protección de los testigos. El Albergue de Testigos debe estar en buen estado para que pueda cumplir con su importante función de velar por la seguridad de quienes cooperan con la justicia. Un sistema de ley y orden eficiente y confiable estimulará la colaboraci­ón ciudadana, un ingredient­e esencial para el esclarecim­iento de los crímenes.

Al mismo tiempo, la comunicaci­ón entre los diversos componente­s del sistema de justicia es requisito indispensa­ble para que los esfuerzos contra la espiral de violencia tengan opciones de éxito.

El acuerdo entre el Departamen­to de Justicia de Estados Unidos y las autoridade­s gubernamen­tales locales para reformar la Policía incluye guías para mejorar las labores de investigac­ión y el entrenamie­nto de los agentes. Esas directrice­s deben atenderse con diligencia.

Los esfuerzos por mejorar el desempeño institucio­nal deben complement­arse con estrategia­s de prevención de la conducta delictiva, que incluyan proveer a cada individuo oportunida­des reales de convertirs­e en un ciudadano valioso para la sociedad.

Asegurar que ningún crimen quede sin castigo alimenta la confianza ciudadana en las institucio­nes responsabl­es de administra­r la justicia. Es abono para la paz colectiva.

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