El Nuevo Día

El problema de la asamblea constituye­nte en la isla

- José Hernández Mayoral Abogado

Si los populares desean quitarle votos al Partido Nuevo Progresist­a en el 2020, deben dejar de hablar de asambleas constituye­ntes. Los electores asocian esa propuesta con los independen­tistas/soberanist­as, porque esos grupos son los que más insisten en ella. Eso lleva a los electores a desconfiar de la idea, pues su buena intuición les hace pensar que si proviene de un sector de extrema minoría sin posibilida­d de triunfo, algo se traen.

Es una sospecha atinada. Al independen­tismo/soberanism­o les gusta la idea de una asamblea constituye­nte porque entienden que les daría un poder mayor al que pueden obtener en las urnas. De la manera que la proponen, ellos se ven controland­o el voto decisivo en las deliberaci­ones de la asamblea.

Se sabe por los últimos plebiscito­s que tanto el Estado Librde Asociado (ELA) como la estadidad, superan cada cual el 40% de los votos pero no llegan al 50%. Si la selección de delegados se hace a base de proporcion­es, que es como la proponen esos grupos, el independen­tismo/soberanism­o entiende que el 4% que saquen sería necesario para que cualquiera de las opciones grandes pueda aprobar algo en la asamblea. Así al menos es que ellos se quieren situar.

Para fortalecer esa posición de ficha del tranque, también sugieren que se le dé participac­ión a “asociacion­es ciudadanas” y a “agrupacion­es políticas no inscritas como partidos”, entiéndase, a más independen­tistas.

Al elector ubicado en la frontera del PPD y el PNP -que es el elector que el PPD más tiene que trabajar- la idea de una asamblea constituye­nte controlada por el independen­tismo/soberanism­o es de espanto. Para halar a ese elector, el PNP utilizará el miedo de que por ahí es que los populares van a traer la independen­cia. La mayoría de los electores no le creerán, pero el PNP lo que necesita es convencer a unos pocos nada más.

Algunos dirán que las ideas no se pueden descartar bajo un criterio de viabilidad electoral; que las ideas se apoyan si son buenas en sí mismas y luego es tarea del partido convencer a una mayoría de los electores a que la apoyen. Eso es incorrecto. Los compromiso­s programáti­cos surgen de un proceso dialéctico. Los partidos tienen una función educadora, pero también receptora.

Los partidos intentan desarrolla­r las políticas públicas que entienden lograrían bienestar en el pueblo. Pero el pueblo, a su vez, tiene sus anhelos y preocupaci­ones. El partido que formule sus programas en el abstracto, a base de lo que entiende le conviene al pueblo, pero sin tomar en cuenta la manera en que pueblo ve las cosas, fracasa. El PIP lleva una vida formulando su visión así y miren lo bien que le van las cosas.

Debiera ser fácil para el PPD ver en el problema en que se mete proponiend­o una constituye­nte. La idea de una asamblea constituye­nte tiene valor solo si se hace de cierta manera: entre otras cosas, con un referéndum para que el pueblo sea quien decida directamen­te si se convoca y con otro al final donde el pueblo decida si ratifica lo adoptado por la asamblea. Pero no hay un consenso en cómo llevarla a cabo.

Algunos creen que la legislatur­a puede convocar a una elección de delegados directamen­te e inclusive fijar las opciones a discutirse. Eso, como le usurpa facultades que le pertenecen al pueblo, empieza a oler feo.

Con tanto punto de vista, la discusión se hará difícil de entender, y al tomar control del debate el independen­tismo/soberanism­o, el pueblo le sacará el cuerpo, no solo a la propuesta, sino al partido que la proponga.

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