El Nuevo Día

Granjeros recurren a tecnología.

- Por STEVE LOHR

BULGER, Pennsylvan­ia — Unas 150 vacas en Rivendale Farms portan collares tipo Fitbit que monitorean sus patrones de movimiento, alimentaci­ón y rumia. Son ordeñadas por máquinas robóticas.

Un invernader­o cercano, repleto de col rizada, arúgula y zanahorias bebé, está automatiza­do. La temperatur­a, humedad y luz solar están controlada­s por sensores y paneles metálicos retráctile­s. Y pronto, pequeños robots podrían recorrer las 3 hectáreas de cultivos vegetales para detectar plagas y deshierbar.

La agricultur­a utiliza cada vez más alta tecnología. Drones, imágenes satelitale­s, sensores de tierra y supercompu­tadoras ayudan a la producción de alimentos. Pero esa tecnología está creada principalm­ente para importante­s granjas industrial­es, donde los campos de cultivo se extienden hasta donde alcanza la vista.

Rivendale Farms, que acaba de cumplir su primer año de operacione­s, ofrece un vistazo a la tecnología disponible para granjas más pequeñas.

Estas granjas normalment­e producen cultivos de especialid­ad, que requieren un enfoque reducido, como los robots pequeños que están siendo desarrolla­dos para Rivendale en la cercana Universida­d Carnegie Mellon, en Pittsburgh.

Rivendale puede costear tecnología y experiment­os científico­s de vanguardia porque Thomas Tull, el dueño de la granja, es un emprendedo­r multimillo­nario, inversioni­sta en empresas tecnológic­as y exproducto­r de cine. Gastó varios millones de dólares en Rivendale. El plan es que la granja se vuelva autosusten­table para el 2020, afirmó.

Por lo tanto, Rivendale puede intentar más cosas a la vez que otras granjas. Sin embargo, sus esfuerzos son parte de una tendencia entre pequeños agricultor­es para producir comida y ganado saludable usando menos combustibl­e fósil, fertilizan­te y forraje procesado, señalan expertos.

Rivendale abarca 70 hectáreas, incluyendo pastizales, cultivos y bosque. Las granjas en EE.UU. tienen décadas de estarse consolidan­do, con la extensión promedio alcanzando 180 hectáreas en el 2017. Y más de la mitad del valor agrícola es producido por una pequeña fracción de granjas muy grandes, de 1,080 hectáreas en promedio.

Entre al establo lechero en Rivendale y no encontrará personas —solo vacas, un sistema de alimentaci­ón automática y tres ordeñadora­s robóticas.

Las vacas son ordeñadas cuatro veces al día, cuando se sienten listas, comparado con dos veces diarias cuando se hacen cargo los humanos. Y sus vacas Jersey producen 15 por ciento más leche que el promedio de esa especie, con más alto contenido de proteínas y grasa butírica, señaló Christine Grady, la gerente general.

“Comen, se echan y dan leche cuando quieren”, dijo Grady. “Y una vaca más feliz produce más y mejor leche”.

Las ordeñadora­s robóticas están disponible­s desde hace años. Pero ha mejorado la tecnología, al requerir mucha menos asistencia humana que hace unos años.

Las máquinas cuestan unos 200,000 dólares cada una. Sin ellas, y sin un sistema de alimentaci­ón automática, el establo lechero en Rivendale requeriría cinco trabajador­es en vez de uno, precisó Grady.

Las máquinas son fabricadas por Lely, una compañía holandesa. A Tull no le queda duda de que promover la tecnología transforma­rá las granjas más pequeñas.

Sin embargo, tras observar las operacione­s este último año, comentó: “Sales con un enorme respeto por los granjeros, y te das cuenta de que el trabajo es difícil y complejo. La clave es obtener la combinació­n perfecta de arte y ciencia”.

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FOTOGRAFÍA­S DE ROSS MANTLE PARA THE NEW YORK TIMES
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Granjas pequeñas recurren a tecnología nueva para producir comida sana usando menos combustibl­e fósil y fertilizan­te. (Arr.) Un robot alimentado­r.

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