(IM)PACIENTE
No son poca cosa y no deberían desdeñarse solo porque tanta gente parece no entenderlos o importarles; o porque quienes sí los entienden los ignoran adrede o tergiversan a conveniencia. Las terribles atrocidades de dos guerras mundiales —y la conciencia de que a la tercera va la vencida— dieron paso al proyecto político de los derechos humanos; una ingeniosa creación que trasciende fronteras nacionales; tradiciones culturales; creencias religiosas; diferencias raciales y demás artificios ideológicos degradantes del género humano.
La declaración universal de los derechos humanos es el código de ética común en las constituciones democráticas. Para guardar consistencia moral, las leyes deben armonizar con sus principios y estos materializarse en las conductas de las personas. A todas luces, se trata de un pacto de entendimiento racional y sensible para posibilitar la convivencia digna y justa entre los pueblos y pobladores del mundo, en cualquier lugar y en todo momento.
Pero de nada valen si no se hacen valer. La salud —por ejemplo— es un derecho fundamental: cualquier persona debe tener acceso a los servicios de salud que necesite, cuando los necesite y donde los necesite; sin trabas discriminatorias de ningún tipo. Es en la persona-paciente donde se materializa; y privarla de atención médica cuando la necesita es una violencia inadmisible…
Entorpecen este derecho los intereses mezquinos de industrias farmacéuticas y “aseguradoras”; de hospitales y clínicas privadas; de universidades usureras y oligarquías médicas, que privatizan el conocimiento, pervierten la salud en negocio y deshumanizan a la persona-paciente convertida en cliente…
Al doctorarse en medicina, los graduandos recitan el juramento hipocrático, comprometiéndose a consagrar sus vidas, conocimientos y prácticas, al servicio de la humanidad y la salud de sus pacientes; y en acorde regir sus conductas profesionales. Sin embargo, la mayor parte de la clase médica-privada en Puerto Rico se niega a atender a los más empobrecidos; y el plan de salud del “gobierno” no garantiza la calidad humana de “sus” médicos… Sobre todo de esos que cobran la jornada aunque no hagan nada…