El primer Pedreira
La vigencia de Pedreira no caduca
¿Porqué reeditar -y releer- a Pedreira? Como dice Italo Calvino y recuerda Mercedes López-Baralt en su excelente introducción a este libro, porque los clásicos nunca terminan de decir lo que nos tienen que decir.
Que Antonio S. Pedreira es un clásico de nuestra literatura pocos lo pondrán en duda. A 85 años de publicado, su ensayo “Insularismo” aún nos habla, aún suscita polémicas y aún nos presenta un pensamiento crítico sobre Puerto Rico desde su óptica personal y la de su tiempo. Menos leídos -menos polémicos- son sus otros libros, entre ellos este, publicado en 1930, que reúne varios ensayos sobre temas literarios y uno de tema histórico, “De los nombres de Puerto Rico”.
La introducción de la Dra. López-Baralt es necesaria dados los años transcurridos desde el tiempo de la vida de Pedreira. Ella nos recuerda cuán fructífera fue esa breve vida (1898-1939), dedicada a la investigación, a su cátedra universitaria y a la escritura. Su bibliografía incluye títulos imprescindibles para conocer el país, no solo “Insularismo”, sino también “El periodismo en Puerto Rico”, publicado póstumamente en 1941.
El libro que reseñamos representa la primicia intelectual de un hombre encaminado ya por la senda de la investigación. Los temas de los ensayos -la generación del 98, la figura de don Quijote, la dramaturgia de Enrique Ibsen, la presencia del diablo en la literatura y las diferentes dimensiones del personaje de don Juan- eran tópicos discutidos entonces (Ramiro de Maeztu publicó en 1926 “Don Quijote, don Juan y la Celestina” y en 1940 Gregorio Marañón publicaría “Don Juan. Ensayo sobre el origen de su leyenda”). En sus textos, Pedreira presentaba opiniones divergentes -si no abiertamente opuestas- a las convencionales del momento.
Retadora (aún hoy) es la conclusión a la que llega en “¿La generación del 98?” de que no hubo tal generación, no solo porque el talante crítico hacia España estaba ya presente en las letras mucho antes de ese año, sino porque no hay acuerdo respecto a sus integrantes. Según algunos autores, también pertenecen a ella Galdós, la Pardo Bazán y Pérez de Ayala al lado de Ganivet, Valle Inclán, Azorín, Unamuno, Benavente, Maeztu y Baroja. No tienen -destaca ademásun propósito literario común. Su protesta política, iniciada mucho antes de la fatídica fecha, ni fue concertada ni tuvo efecto. Pedreira propone el término “Resurgimiento” para esos escritores y pensadores que se replantearon la historia y la actualidad de España desde una mirada crítica que buscaba en lo esencial (lo histórico, lo folklórico) y en lo europeo la clave de la renovación.
El ensayo dedicado a Ibsen refuta asimismo la caracterización del autor noruego como reformador social. Se recalca más bien el espíritu libertario de sus obras teatrales. No es que Ibsen defienda los derechos de la mujer, dice Pedreira, sino el derecho a tomar decisiones libres y personales. Su distanciamiento de programas reformistas y sociales de todo tipo se concreta en una frase que cita Pedreira: “Nunca me será posible, bajo ningún concepto, unirme a un partido que esté en mayoría”.
En textos como “Ensayo cromático”, Pedreira demuestra su capacidad de analizar -desde una erudición que aúna lo libresco y lo vivencial- grandes temas sin ceñirse a épocas y autores determinados. Aquí trae a colación tanto el “Harlem Renaissance” como las tendencias lingüísticas del inglés o los inicios del modernismo latinoamericano. Leyendo este ensayo y el de “Los amores de don Quijote”, vemos cómo inaugura en Puerto Rico una modalidad crítica comparatista que descansaba no solo sobre una lectura puntual del texto (“close reading”) sino también sobre amplísimos conocimientos formales.
Lo mejor de esta reedición que incluye un corto ensayo sobre la presencia del diablo en la literatura es la libertad con que este puertorriqueño de principios del siglo XX se mueve por la literatura universal y por la historia de su país. Lo hace, además, con elegancia textual, dándole a su escritura un toque personal que la acerca al lector.