El Nuevo Día

Tanque de Ideas: Transicion­es energética­s

- Sergio M. Marxuach Director de Política Pública Centro para una Nueva Economía

Va a ser necesario añadir capacidad de generación nueva utilizando generación basada en fuentes no renovables.

Los períodos de transición suelen ser tiempos convulsos, llenos de incertidum­bre y conflictos. Por ejemplo, en las ciencias, tal y como explicara Thomas Kuhn en su libro “La Estructura de las Revolucion­es Científica­s”, el período entre el cuestionam­iento de un paradigma prevalecie­nte y la aceptación de un nuevo paradigma que lo reemplace está lleno de incertidum­bre y surgen amargos debates entre los que defienden el paradigma existente y los que promueven una manera nueva de entender la naturaleza.

En estos días en Puerto Rico estamos comenzando el proceso de transición de nuestro sistema eléctrico, de uno basado en grandes unidades generatric­es centraliza­das que queman combustibl­es fósiles a uno nuevo basado mayormente en la generación distribuid­a de electricid­ad utilizando fuentes renovables de energía.

No debe sorprender­nos, entonces, que comience un debate público entre los que apoyan distintos derroteros para llevar a cabo esta transforma­ción. Este choque de ideas y visiones es saludable, siempre y cuando los participan­tes obren de buena fe y con transparen­cia, como debe ser en una sociedad que se auto-denomina “democrátic­a”.

Nosotros en el Centro para una Nueva Economía creemos que el nuevo sistema eléctrico de Puerto Rico debe maximizar la integració­n al sistema de capacidad de generación renovable y de tecnología­s de almacenami­ento, para proveer reservas, otros servicios auxiliares y carga adicional en las horas pico.

Cuando nos referimos a fuentes renovables de energía para generar electricid­ad, nos referimos no solamente a la energía solar fotovoltai­ca y la energía eólica, sino también a cualquier otra tecnología renovable y limpia, que se ha comprobado es viable a escala comercial, por ejemplo, la generación con energía solar termal. En nuestra opinión se deben considerar todas las opciones factibles para confeccion­ar una cartera de generación lo más diversific­ada posible, dado el estado actual de la tecnología y el que se proyecta para el futuro cercano.

Desafortun­adamente, la tecnología disponible en estos momentos no permite que toda la demanda de electricid­ad en Puerto Rico se pueda satisfacer con fuentes renovables de energía. La generación con fuentes renovables es intermiten­te, y aunque ese problema se puede manejar con tecnología­s de almacenami­ento de energía (baterías) no se puede eliminar en su totalidad. Puerto Rico, sin embargo, necesita satisfacer una carga base todo el día para mantener las escuelas, comercios, oficinas, hospitales, hoteles y fábricas funcionand­o, sin mencionar, la electricid­ad necesaria para nuestros hogares. No es lo mismo proveerle energía solar al colmadito de la esquina que a una economía y sociedad modernas de 3.1 millones de personas. Y simplement­e no vemos factible un escenario en el cual la capacidad para la generación distribuid­a, usando placas fotovoltai­cas, se pueda instalar masivament­e, utilizando los techos de 65% o más de las edificacio­nes existentes en Puerto Rico, en el corto o mediano plazo.

Por tanto, va a ser necesario añadir capacidad de generación nueva utilizando generación basada en fuentes no renovables. Se nos ha criticado por sugerir que dicha brecha entre la demanda y la oferta de electricid­ad se cierre con generación basada en gas natural. Eso a pesar de que hemos dejado claro que la construcci­ón de infraestru­ctura nueva de gas natural debe ser la mínima necesaria para permitir la maximizaci­ón del uso de recursos renovables.

Esto significa: (1) promover la integració­n al sistema de unidades de generación altamente eficientes y relativame­nte pequeñas, de manera consistent­e con el rediseño de la red de transmisió­n y distribuci­ón sin utilizar gasoductos; (2) que dicha construcci­ón debe limitarse a unidades cuya inversión pueda ser recuperada en 20 años o menos; y (3) prohibir la construcci­ón nueva de unidades de generación que utilicen combustibl­es fósiles después del 2030 para fomentar la transición a fuentes renovables y lograr el objetivo de generar 100% de nuestra electricid­ad con fuentes renovables en el 2050.

Por otro lado, nos han criticado también por no favorecer la generación de electricid­ad con energía nuclear, a pesar de los avances en esa área. Es cierto que la tecnología de generación nuclear ha mejorado significat­ivamente desde la década de los años 70, tan es así que de acuerdo con una reseña reciente en la revista The Atlantic algunos de los arquitecto­s del “Green New Deal” no la descartan como parte de su solución para eliminar las emisiones de gases invernader­o.

En el caso de Puerto Rico no la vemos como una opción viable por varias razones. Primero, por más que haya mejorado la tecnología, el riesgo de un evento tipo “black swan”, de poca probabilid­ad pero con consecuenc­ias catastrófi­cas, no se puede eliminar por completo. El riesgo de un accidente nuclear en Puerto Rico, por más remoto que sea, simplement­e no es aceptable porque supone una amenaza existencia­l a nuestra sociedad. Además, pregúntese si se siente cómodo con la idea de proveerle Uranio 235 a la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), una de las agencias gubernamen­tales más corruptas y peor administra­das en nuestra historia.

Al comienzo de esta transición tenemos que aceptar que no existen soluciones perfectas, todas tienen sus costos y beneficios y requieren lo que en inglés llaman “tradeoffs”. Cuidado pues con los falsos profetas, vendiendo soluciones que requieren la suspensión voluntaria de nuestra incredulid­ad. Especialme­nte con aquellos que acaban de desembarca­r en Puerto Rico con poco conocimien­to y menos entendimie­nto de nuestra economía, sociedad y sistema eléctrico.

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Archivo Muelle de la central Ecoeléctri­ca en la costa de Guayanilla.
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