El Nuevo Día

El ADN tiene un alfabeto genético nuevo y más grande

- Por CARL ZIMMER

En 1985, el químico Steven A. Benner se sentó con algunos colegas y un cuaderno y bosquejó una forma de expandir el alfabeto del ADN. Ha estado intentando hacer que esos bosquejos sean reales desde entonces.

El mes pasado, Benner y un equipo de científico­s reportó éxito: en una investigac­ión, publicada en la revista Science, dijeron que en efecto han duplicado el alfabeto genético.

El ADN natural se deletrea con cuatro letras diferentes conocidas como bases —A, C, G y T. Benner y sus colegas han desarrolla­do ADN con ocho bases —cuatro naturales y cuatro no naturales. Bautizaron a su nuevo sistema ADN Hachimoji (en japonés, hachi es ocho y moji es letra).

Crear las cuatro bases nuevas que no existen en la naturaleza fue una hazaña química. Encajan con precisión en la doble hélice del ADN, y las enzimas pueden leerlas con tanta facilidad como a las bases naturales, para poder crear moléculas.

“Podemos hacer aquí todo lo que es necesario para la vida”, dijo Benner, quien ahora es investigad­or distinguid­o en la Fundación para la Evolución Molecular Aplicada, en Florida.

El ADN Hachimoji podría tener muchas aplicacion­es, incluyendo una forma mucho más durable de almacenar datos digitales que podría durar siglos. También plantea una interrogan­te sobre la naturaleza de la vida en otras partes del universo, ofreciendo la posibilida­d de que el ADN de cuatro bases tal vez no sea la única química que podría dar soporte a la vida.

Las cuatro bases naturales del ADN están ancladas en espinas dorsales moleculare­s. Un par de espinas dorsales pueden unirse para formar una hélice doble debido a que sus bases se atraen entre sí. Las bases forman un enlace con sus átomos de hidrógeno. Pero las bases no se unen de manera aleatoria. La C solo puede unirse a la G y la A solo a la T. Estas reglas ayudan a asegurar que las cadenas de ADN conserven su forma.

Pero esas cuatro bases no son los únicos compuestos que pueden adherirse a la espina dorsal del ADN y unirse a otra base. Benner y sus colegas idearon una docena de alternativ­as.

Benner, quien trabajaba en la universida­d suiza ETH Zurich en ese entonces, y sus colegas, con el tiempo lograron crear un par de bases nuevas.

Su ADN de seis bases se convirtió en el pilar para una prueba nueva y sensible de virus en muestras de sangre.

Procediero­n a crear un segundo par de bases nuevas. Ahora, con ocho bases con las cuales jugar, los investigad­ores comenzaron a desarrolla­r moléculas de ADN con una diversidad de secuencias diferentes. Los investigad­ores descubrier­on que no importaba qué secuencia crearan, las moléculas seguían formando la hélice doble habitual.

Debido a que el ADN Hachimoji conservaba esta forma, podría actuar como ADN normal.

“Podemos almacenar informació­n, podemos transferir­la a otra molécula y esa otra molécula tiene una función”, dijo Benner.

Tipo diferente de química podría soportar vida.

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MILLIE GEORGIADIS/FACULTAD DE MEDICINA, UNIVERSIDA­D DE INDIANA ADN con ocho bases guardaría datos algún día.

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