El Nuevo Día

El clóset

- Benjamín Torres Gotay Periodista

En el mundo de las estrategia­s políticas se puede pensar como en un clóset. Hay, ahí dentro, como en todo clóset, una variedad de camisas, pantalones, trajes y corbatas que se sacan, se planchan y se usan de acuerdo con la ocasión. Hay un traje, bastante usado por cierto, “gaseado”, como decimos en Puerto Rico, que se llama: “saca al secretario antipático/incompeten­te, pero que te fue leal, cuando se acercan las elecciones”.

Eso fue lo que hizo el lunes por la noche el gobernador Ricardo Rosselló, al sacar de sus puestos a los titulares de Educación, Julia Keleher, y de Seguridad Pública, Héctor Pesquera. La carrera electoral del 2020 ya casi tomó plena forma y aunque hay círculos en los que se sigue diciendo, por lo bajo, “no son todos los que están, ni están todos los que son”, Rosselló cortó por la sano: sacó de sus puestos a los jefes de las agencias más grandes y, a la misma vez, de los más polémicos y polarizant­es.

Mas casi nada en esta administra­ción es como ha sido antes y Keleher, aunque renunció como secretaria de Educación, sigue bajo contrato del gobierno. Tendrá mañana el mismo salario que tenía ayer, cuando todavía era la que más mandaba en la agencia que alguna vez ha sido llamada “la bestia de Hato Rey” . Hay que hacer un huequito en el presupuest­o para el salario del que sería su sustituto en el cargo si es confirmado, Eleuterio Álamo, quien durante años ha dividido sus

lealtades e intereses entre la educación y la política partidista.

Falta ahora ver si el año que viene, en el fragor de la campaña política, cuando a Rosselló le toque rendir cuentas sobre su desempeño en los pasados años, la gente habrá olvidado lo que una vez significar­on Keleher y Pesquera.

Habrá que ver si, en el caso de Keleher, seguirán siendo una memoria incómoda los cientos de cierres de escuela abruptos, sin explicar criterios y sin consultar con las comunidade­s, los exabruptos cuando maestros, estudiante­s, padres, demostraba­n inconformi­dad con la manera en que ella hacía las cosas o aquel famoso contrato de los valores que contaban, tema, según se tiene entendido, todavía no dilucidado a nivel investigat­ivo.

El caso de Pesquera es harto más complicado. Va a ser bien difícil olvidarlo negando tercamente que más de 64 habían muerto en la tragedia sin nombre de María. Va ser difícil olvidarlo burlándose de periodista­s. Todo el que ha esperado un muerto por semanas, todo el que conoce a una familia que ha esperado un muerto por semanas, no lo va a poder olvidar. Todo al que le mataron a alguien sin que encuentren al asesino lo va a recordar siempre y no de manera precisamen­te feliz.

En el caso de Keleher, el tiempo juzgará su ejecución. En cuanto a Pesquera, no hay que esperar tanto: el desastre en que resultó la idea de la sombrilla de seguridad pública está expuesto todos los días ante el país en los términos más crudos. El juicio, por lo tanto, se puede hacer ya. Se podía hacer ayer, de paso.

Rosselló fue al clóset de las estrategia­s políticas a sacarlos de sus puestos (eso de que se fueron por su voluntad fue broma de “April’s Fool”), mas ahora le toca ponerse otro traje un poco menos cómodo: el de “yo traje a esta gente al gobierno y al final yo respondo por lo que hayan hecho”.

No hubo mea culpa. Hasta este momento, Rosselló respalda cada paso que dieron. Habrá que ver si, en la campaña, cuando empiece a hacer calor, no decide cambiar de traje y ponersener­se uno más cómodo.

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Archivo Héctor Pesquera renunció al Departamen­to de Seguridad Pública.
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