El Nuevo Día

Loíza y el país de las maravillas

- Benigno Trigo Escritor

Durante un viaje a Puerto Rico estoy mohino, como el gato negro de Alicia en el país de las maravillas. Para sacarlo de su tristeza, Alicia lo pone frente al espejo donde las cosas son iguales, pero al revés. Alicia me recuerda a Norma, mi antigua niñera. Creo que cuando ya no podía con mis tonterías, me llevaba a la Calle Loíza para que supiera lo que era el mundo real, afuera de la burbuja de mi familia. Norma era una joven de diecisiete años que venía de la playa de Ponce, y había hecho el viaje a la capital en 1967 para cuidarnos por obligación. Mi abuela era su madrina. Norma era una joven orgullosa sin pelos en la lengua. Cuando la importunab­a en la cocina me decía “¿Tienes hambre? Alza la pata y lambe”.

La Loíza, junto con la Ashford, la Wilson y la de Diego, eran las cuatro calles que yo sabía que tendría que cruzar algún día. Norma me ayudó a cruzarlas todas, pero sobre todo la primera. Me llevaba a comprar muchas cosas: medicinas para Mami en la farmacia Blanco, zapatos para ella en Humberto Donato, ropa para su hijo Anthony y disfraces de Halloween para mí en los Almacenes Infanzón. Recuerdo la careta del monstruo de Frankenste­in que se veía a través del papel celofán de una caja doce por doce. Eran disfraces inspirados por las matinés de horror que ponían en el

cine Grand, donde Norma me llevaba para entretener­me, aunque fuera con un susto.

La Loíza no ha cambiado mucho. Todavía es un lugar fronterizo que me lleva al otro lado del espejo. Hace poco mataron trágicamen­te a dos jóvenes en una discoteca. Semanas después celebraban una misa fúnebre por la muerte en paz de uno de los feligreses de la parroquia Santa Teresita. En la calle Pomarrosa, hay un puesto de frutas que parece sacado del pasado. Frente por frente, hay un Piercing Art Gallery nuevo de paquete. En el chaflán de un edificio abandonado, entrevisté a Nina y Söeren, una pareja joven de Dortmund, Alemania. Estaban encantados. Me contaron que durmieron bajo las estrellas, en una casa de campaña en el techo de un hostal de la Loíza. En la calle se tocan los extremos, como si estuviera suspendida entre el cielo y la tierra.

Después de sacarle fotos al graffitti funambules­co que hoy le dan fama a la calle, entro en un local popular para comer. El gimmick es que traen el condimento para tu hamburger en una jeringuill­a enorme que parece haber salido del laboratori­o del doctor Frankenste­in. Afuera tocan salsa a todo fuete, pero adentro se oye la voz de Michael Jackson y la risa de Vincent Price cuando dice “No mere mortal can resist, the evil of the Thriller.” Es como si cruzando la Loíza se llegara al país de las maravillas, donde la sonrisa del gato de Cheshire asusta, pero también hace extrañamen­te feliz.

“Es como si cruzando la Loíza se llegara al país de las maravillas, donde la sonrisa del gato de Cheshire asusta, pero también hace extrañamen­te feliz”

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Puerto Rico