El Nuevo Día

“El Radar” da claras señales de mejoría en Chicago

El excampeón mundial puertorriq­ueño ha demostrado gran mejoría desde que se trasladó a la Ciudad de los Vientos el pasado verano

- ESTEBAN PAGÁN RIVERA Enviado especial

CHICAGO.- El excampeón mundial de boxeo puertorriq­ueño Wilfred “El Radar” Benítez ha vuelto a sonreír.

Hace menos de un año, para algunos era impensable que uno de los más grandes boxeadores en la historia de Puerto Rico volviera a demostrar alguna emoción y, mucho menos, hablar.

Pero Benítez, de 60 años, ha experiment­ado una notable mejoría desde que se mudó a Chicago en el pasado mes de junio bajo el cuido de su hermana, Yvonne Benítez, y su esposo Efraín Crespo Díaz. En la Ciudad de los Vientos, Benítez ha recibido un cuido de especialis­tas, terapias físicas y del habla que le han permitido superar las expectativ­as que algunos le impusieron en el verano.

Benítez sufre de demencia pugilístic­a, una variante de la encefalopa­tía postraumát­ica y adquirida a raíz de todos los golpes que recibió en su carrera de 17 años como boxeador profesiona­l. La enfermedad —que no tiene cura— estaba entrando en una fase preocupant­e en los meses luego del paso del huracán María en septiembre 2017. Y en el verano del 2018, un grupo de amigos de Benítez, encabezado­s por Luis Mateo, ayudaron a Yvonne a trasladarl­o a Chicago para mejorar su cuidado.

La pasada semana, El Nuevo Día visitó a Benítez en Chicago para atestiguar el estado del campeón mundial más joven en la historia del boxeo —ganó su primer cetro a los 17 años—, y quien ocupa el tercer lugar en la lista de las Leyendas Boricuas del Ring.

“LO QUE LE FALTA SON LOS EJERCICIOS”

Actualment­e, Benítez está recluido en el centro de rehabilita­ción Glen Elston, localizado a unos 15 minutos de la residencia de Yvonne y Efraín cerca de Humboldt Park. La administra­dora del centro es una puertorriq­ueña, y en palabras de Yvonne, uno de los “múltiples ángeles” que les han abierto las puertas en Chicago.

Este diario acompañó a Yvonne y Efraín a una de las varias visitas que hacen diariament­e al centro. Ambos están retirados, por lo que en palabras de Efraín, Benítez es “nuestro hijo”. Yvonne intenta estar siempre para el almuerzo y la cena del excampeón.

Al abrirse la puerta de la habitación, Benítez está acostado en su cama, de lado.

“El Radar”, como le apodaban por su gran habilidad de leer los golpes de sus rivales, aún no puede caminar. Pero, de primera instancia, se nota una gran diferencia al aspecto deteriorad­o que tenía cuando viajó fuera de la isla el pasado 1 de junio de 2018.

Al ver a su hermana, Benítez sonríe. Yvonne se acerca, le pone el cachete, y el excampeón le planta un beso. Benítez viste ropa deportiva, una ‘tshirt’ y unos pantalones de baloncesto.

“Siempre le tengo ropa distinta, pues mucha gente lo visita. No quiero que salga con la misma ropa en las fotos”, dijo sonriente Yvonne.

De primera instancia, salta a la vista la buena condición física en la que está el exboxeador, a pesar de que está encamado: pesa 140 libras, 19 más de las 121 que pesaba cuando llegó a Chicago.

Curiosamen­te, fue en las 140 libras donde ganó el primero de tres campeonato­s mundiales. Benítez peleó de 1973 a 1990 y fue uno de los mejores boxeadores de su época —sino el mejor. Terminó su carrera con marca de 53-8-1 y 31 nocauts, con victorias sobre grandes nombres del boxeo como Antonio Cervantes y Roberto Durán.

Fue un fenómeno del ring, algo impensable para el que lo ve por primera vez postrado en la cama sin conocer su trasfondo.

“Lo que le falta son los ejercicios del boxeo”, bromeó Yvonne. Efraín, por su parte, recordaba que en Puerto Rico podía cargarlo. “Estaba en huesos”, rememoró.

A Benítez le llama la atención la presencia de un extraño, en este caso de un periodista de El Nuevo Día. Cuando ve la cámara, sube los dos puños. Sabe que él es el protagonis­ta en la habitación. Y en un momento dado, sorprende con unas palabras. “What’s your name?” (cuál es tu nombre), murmura en una voz suave y bajita.

“Lo cogiste en un buen día”, asegura Yvonne. “Las enfermeras me preguntan cuál es su idioma, español o inglés. Yo les digo, pues ambos”.

Efraín, por su parte, recuerda que en sus mejores días hasta puede bromear con el excampeón. “Los otros días me preguntaba por las novias”, dice con sa

tisfacción Efraín, contento de poder ver a Benítez, como dicen en la isla, “echando pa’lante”.

Llega la hora del almuerzo, e Yvonne lo alimenta con un plato de comida majada que trajo una enfermera: papas, pitipuá y puré de pavo. Le lleva la cuchara a la boca, y el excampeón mastica. Incluso, con muecas, pide más. Se come el plato entero, un postre y hasta un café (usando un sorbeto) para terminar.

Ese almuerzo, de por sí, es una mejoría. En sus últimos meses en la isla, Benítez se alimentaba vía intravenos­a, pues le era imposible masticar y tragar.

NO TODO FUE COLOR DE ROSAS

Yvonne y Efraín sonríen en estos días. Pero, a su llegada a Chicago, no todo fue fácil. En el primer hospital que atendieron a Benítez al próximo día de haber llegado desde Puerto Rico, no le dieron mucha expectativ­a de vida.

“Al principio no fue lo que uno esperaba. Le habían dicho que iba a pasar a mejor vida. Pero yo me mantuve en que no, que no. ¿Para qué lo traje a Chicago? ¿Para que se muriera aquí y luego llevármelo a Puerto Rico? No hay sentido en cuanto a eso. Seguí luchando, no me dejé caer”, recordó Yvonne, quien asumió el cuido de Benítez tras el fallecimie­nto de la madre de ambos, doña Clara Rosa, en el 2008.

Yvonne no se dio por vencida, y continuó buscando segundas opiniones. Así continuaro­n llegando los “ángeles”, iniciaron las terapias, y Benítez comenzó a mejorar. Y, contrario, a Puerto Rico, el seguro médico en Chicago le cubre todo el tratamient­o que necesita.

Desde el pasado mes de noviembre está en el centro de rehabilita­ción, pero Yvonne planifica regresarlo en mayo a su hogar. El plan es aumentar la dificultad de las terapias, que tendrán que ser realizadas en otro centro.

Económicam­ente, el plan médico ha sido de gran ayuda. También, de vez en cuando, reciben donativos “que ayudan a amortiguar las deudas”. Para que Benítez no quede en el olvido de los fanáticos, Yvonne, su hija y un colaborado­r mantienen la página de Facebook “Wilfred El Radar Benítez – Página oficial” la cual actualizan con imágenes y memorias del excampeón.

De igual manera, ambos enfatizaro­n el importante rol de Mateo –un ex compañero de entrenamie­nto de Benítez–, quien también lo visita frecuentem­ente y siempre está pendiente a su estado de salud.

ALTAS EXPECTATIV­AS

El progreso de Benítez tiene muy optimistas a Yvonne y Efraín de cara al futuro. Benítez ha ido superando escollos, así que ambos quieren pensar que seguirá derrumband­o obstáculos en su recuperaci­ón.

“Yo quiero que él lo logre, que se pueda sostener con sus pies, aunque sea con dificultad. Que pueda tener, aunque sea, una leve conversaci­ón, que pueda entender lo que él está hablando. Aunque sea leve. Como la que tuvimos hoy (en la visita que realizó El Nuevo Día). Sé que lo podrá lograr, la ciencia va evoluciona­ndo, cosas nuevas van entrando”, dijo Yvonne, convencida de cada una de sus palabras.

¿Podríamos ver a Benítez de regreso en Puerto Rico?, se le preguntó.

“Si me dijeran a mí que el seguro que tendrá en Puerto Rico va a ser igual o mejor que el que tiene ahora, puedes estar seguro que hay vuelta atrás. Pero, mientras, tengo que seguir dándole lo mejor”, ripostó.

“Al principio no fue lo que uno esperaba. Le habían dicho que iba a pasar a mejor vida. Pero yo me mantuve en que no, que no...”

YVONNE BENÍTEZ

HERMANA DE WILFRED BENÍTEZ

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 ?? Enviado especial / esteban.pagan@gfrmedia.com ?? Yvonne y Wilfred Benítez sonríen durante una visita de este diario al centro de rehabilita­ción donde está el exboxeador. Yvonne se ha hecho cargo del cuido de su hermano desde el fallecimie­nto de la progenitor­a de ambos, doña Clara, en el 2008.
Enviado especial / esteban.pagan@gfrmedia.com Yvonne y Wilfred Benítez sonríen durante una visita de este diario al centro de rehabilita­ción donde está el exboxeador. Yvonne se ha hecho cargo del cuido de su hermano desde el fallecimie­nto de la progenitor­a de ambos, doña Clara, en el 2008.

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