La Promesa de Trump
Apunto de cumplirse el tercer aniversario de la entrada en vigor de la ley Promesa, la evolución del proceso de saneamiento fiscal y reestructuración de la deuda parece entrar en una nueva etapa.
Ante el fallo del Primer Circuito de Apelaciones en Boston contra el mecanismo de nombramientos de los miembros de la Junta de Supervisión Fiscal, el presidente Donald Trump tiene la facultad de enviar al Senado federal nuevos miembros para su confirmación. El nuevo escenario procesal le ha puesto en bandeja de plata a Trump la potestad de nombrar personas nuevas, o renominar a los de ahora.
Trump optó anoche por lo segundo, pero aún es incierto el desenlace del nuevo capítulo en la saga de Promesa, dentro del actual contexto político y legal. Pero será contundente para Puerto Rico. Trump pudo imprimir su visión personal a Promesa; eso podría ser aún más duro y doloroso para la isla quebrada.
Los detractores de Promesa, incluidos sindicatos y algunos acreedores, jugaron a la ruleta rusa con el proceso. Parece que la bala saldrá directo a la cabeza del pueblo de Puerto Rico.
El inquilino de la Casa Blanca ha dejado saber muy bien su visión sobre los administradores de la isla. No está en posición de seguir subsidiando a un territorio quebrado y que no se esfuerza por implementar la cultura de buena administración. En la política insular no se han entendido las nuevas coordenadas en la capital federal.
En primer lugar, el gobierno federal tiene una deuda de $22 trillones y un déficit fiscal fuera de control. La guerra entre demócratas y republicanos hará del proceso legislativo uno árido y disfuncional. Finalmente, es obvio que el discurso de Trump de “Make America Great Again” no incluye a Puerto Rico u otros territorios. Está enfocado en su base política compuesta por norteamericanos blancos anglosajones.
Desde su inicio, el proceso de Promesa ha sido accidentado. El desafío de la clase política a la ley ha sido el principal escollo que el ente supervisor de las finanzas públicas ha enfrentado.
Pese a la quiebra, los actores políticos (gobierno y oposición), han saboteado los esfuerzos de disciplinar las finanzas del país. Se han negado a implementar las reformas estructurales. Quieren seguir el juego de gastar sin controles, el modelo histórico que nos llevó al abismo.
El huracán María afectó la implementación de Promesa. Ahora este cambio sería un nuevo evento en el tortuoso camino de encaminar a la isla por la ruta de la estabilidad y disciplina fiscal. La gobernanza de este proceso, afectada por lo antes descrito, arriesga el futuro social y económico de un pueblo que lleva demasiados años a la deriva. Le toca ahora el presidente Trump realizar la nueva movida.