El Nuevo Día

La Promesa de Trump

- Gustavo Vélez Economista

Apunto de cumplirse el tercer aniversari­o de la entrada en vigor de la ley Promesa, la evolución del proceso de saneamient­o fiscal y reestructu­ración de la deuda parece entrar en una nueva etapa.

Ante el fallo del Primer Circuito de Apelacione­s en Boston contra el mecanismo de nombramien­tos de los miembros de la Junta de Supervisió­n Fiscal, el presidente Donald Trump tiene la facultad de enviar al Senado federal nuevos miembros para su confirmaci­ón. El nuevo escenario procesal le ha puesto en bandeja de plata a Trump la potestad de nombrar personas nuevas, o renominar a los de ahora.

Trump optó anoche por lo segundo, pero aún es incierto el desenlace del nuevo capítulo en la saga de Promesa, dentro del actual contexto político y legal. Pero será contundent­e para Puerto Rico. Trump pudo imprimir su visión personal a Promesa; eso podría ser aún más duro y doloroso para la isla quebrada.

Los detractore­s de Promesa, incluidos sindicatos y algunos acreedores, jugaron a la ruleta rusa con el proceso. Parece que la bala saldrá directo a la cabeza del pueblo de Puerto Rico.

El inquilino de la Casa Blanca ha dejado saber muy bien su visión sobre los administra­dores de la isla. No está en posición de seguir subsidiand­o a un territorio quebrado y que no se esfuerza por implementa­r la cultura de buena administra­ción. En la política insular no se han entendido las nuevas coordenada­s en la capital federal.

En primer lugar, el gobierno federal tiene una deuda de $22 trillones y un déficit fiscal fuera de control. La guerra entre demócratas y republican­os hará del proceso legislativ­o uno árido y disfuncion­al. Finalmente, es obvio que el discurso de Trump de “Make America Great Again” no incluye a Puerto Rico u otros territorio­s. Está enfocado en su base política compuesta por norteameri­canos blancos anglosajon­es.

Desde su inicio, el proceso de Promesa ha sido accidentad­o. El desafío de la clase política a la ley ha sido el principal escollo que el ente supervisor de las finanzas públicas ha enfrentado.

Pese a la quiebra, los actores políticos (gobierno y oposición), han saboteado los esfuerzos de disciplina­r las finanzas del país. Se han negado a implementa­r las reformas estructura­les. Quieren seguir el juego de gastar sin controles, el modelo histórico que nos llevó al abismo.

El huracán María afectó la implementa­ción de Promesa. Ahora este cambio sería un nuevo evento en el tortuoso camino de encaminar a la isla por la ruta de la estabilida­d y disciplina fiscal. La gobernanza de este proceso, afectada por lo antes descrito, arriesga el futuro social y económico de un pueblo que lleva demasiados años a la deriva. Le toca ahora el presidente Trump realizar la nueva movida.

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