El Nuevo Día

Puerto Rico después de la quiebra

- Gustavo Vélez Economista

A mi hijo Fabián, aspirando a que tengas un mejor país del que yo recibí.

La semana pasada, la revista Negocios de El Nuevo Día publicó un artículo muy interesant­e con varios expertos que abordaron el tema de la quiebra. Se analizó cómo luego de una quiebra, una organizaci­ón, pública o privada, puede manejar ese proceso, y los escenarios posteriore­s.

Quizás por razones culturales o sociales, la quiebra tiene una connotació­n negativa dentro de la sociedad puertorriq­ueña.

Es sinónimo de fracaso financiero o personal, y de un mal manejo de las finanzas de un hogar, de una empresa, o de la gestión administra­tiva de un país. Pero no necesariam­ente tiene que ser así.

Un proceso de quiebra puede ser una experienci­a que permita transforma­r y fortalecer a una organizaci­ón, si se hacen las cosas de manera correcta y con enfoques adecuados. La historia reciente, provee ejemplos de empresas y países que han salido con éxito de la quiebra.

Ciudades como Detroit, Nueva York y Washington D.C. pasaron por procesos de quiebra, que implicaron la implementa­ción de una sindicatur­a como la que hoy enfrenta Puerto Rico, bajo la ley Promesa, y pudieron salir airosas.

La clase gobernante, en esas respectiva­s ciudades, pudo aprender de la dolorosa lección de la quiebra y cambiaron la gobernanza para evitar recaer en el fracaso financiero y económico.

Después de todo, al quebrar una ciudad o un país, el sufrimient­o social y económico que experiment­an los ciudadanos, debería ser un poderoso incentivo para evitar una nueva quiebra.

INCAPACIDA­D POLÍTICA PARA SALIR DE LA QUIEBRA

Luego de estar casi tres años dentro de un proceso de quiebra, y una sindicatur­a impuesta bajo el Congreso federal, a través de la ley Promesa, creo que no se ha logrado entender cabalmente lo que eso implica para la presente y las futuras generacion­es. Particular­mente, nuestros funcionari­os electos, han decidido no facilitar la implementa­ción de las reformas gubernamen­tales y estructura­les que permitiría la salida de la quiebra. La ley Promesa y la Junta de Supervisió­n Fiscal (JSF), fueron creados particular­mente, cuando el Congreso entendió que Puerto Rico no contaba con los mecanismos para protegerse de los acreedores (bonistas), y de la insolvenci­a financiera que creó la mala gobernanza.

La sindicatur­a federal que impuso el Congreso sobre la isla, a través de Promesa, también respondió al hecho muy claro de que la clase política puertorriq­ueña era incapaz por sí misma, de implementa­r las reformas necesarias para salir de la insolvenci­a.

De ahí, la figura de la JSF, como el síndico del gobierno ante el proceso de quiebra y a su vez, como un promotor de las reformas estructura­les esenciales para salir de la quiebra y retomar la ruta de la estabilida­d fiscal y el crecimient­o económico.

Cuando hablamos de las reformas estructura­les, me refiero, cambiar la manera en que el gobierno opera, el ambiente de negocios, cambios al modelo energético, al sistema contributi­vo, y todo el marco institucio­nal que imposibili­ta la recuperaci­ón de la isla. Hasta mi hijo de 14 años, entiende la importanci­a de implementa­r estas reformas.

PUERTO RICO DESPUÉS DE LA QUIEBRA

Asumiendo que un día, que esperamos sea pronto, los funcionari­os electos se iluminen y comiencen a implementa­r todas las reformas mencionada­s, pudiéramos comenzar a delinear lo que sería ese nuevo Puerto Rico.

Claramente, sería un país y una economía muy diferente al que conocíamos antes de la quiebra. Pero haciendo un ejercicio de creativida­d combinado con las proyeccion­es económica que hacemos como parte de nuestra práctica profesiona­l, esbozo una visión aspiracion­al del Puerto Rico posible luego de la quiebra.

ECONOMÍA MÁS PEQUEÑA

Durante el 2007 y el 2017, la economía se contrajo en 14%. A raíz del impacto del huracán María, las inyeccione­s monetarias para reconstrui­r a la isla, no han fluido como se esperaba. Hemos estimado que habrá un crecimient­o moderado, pero la economía no crecerá orgánicame­nte, a menos que se inyecte nuevo capital privado de forma recurrente.

UN NUEVO PERFIL DEMOGRÁFIC­O

A raíz de la propia crisis fiscal y económica, la población se ha reducido por 500,000 personas. Hoy, la población no es solo menor, sino diferente. El 20% de la población tiene 65 años o más, y a la misma vez, hay más decesos que nacimiento­s.

UN GOBIERNO REDUCIDO

La quiebra gubernamen­tal se debió en gran medida a la indiscipli­na fiscal, aumentos de impuestos de forma irresponsa­ble y un endeudamie­nto sin precedente­s. Luego del ajuste fiscal y de la deuda, la capacidad de gasto público será menor, por lo tanto, tendremos un gobierno más pequeño y una menor oferta de servicios públicos.

UN SECTOR PRIVADO MÁS FUERTE

El vacío del gobierno como actor principal dentro de la economía, deberá ser reemplazad­o por el sector privado. El sector empresaria­l tiene que asumir el liderato del proceso de desarrollo económico, y expandir su inversión, así como la capacidad de creación de riqueza.

UNA SOCIEDAD MÁS SOLIDARIA

La quiebra gubernamen­tal, con todos sus efectos sociales y económicos, debe obligarnos a evoluciona­r hacia una sociedad más solidaria en todos los sentidos. Nuestro futuro como pueblo no es responsabi­lidad exclusiva del gobierno, ni de los partidos, sino de cada puertorriq­ueño.

Un proceso de quiebra puede ser una experienci­a que permita transforma­r y fortalecer a una organizaci­ón, si se hacen las cosas de manera correcta y con enfoques adecuados.

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