El Nuevo Día

Conoce el historial de casos de empleados fantasmas en el Capitolio

Las acusacione­s recientes reviven el recuerdo de casos notorios de pagos por labores no realizadas en el Capitolio

- ALEX FIGUEROA CANCEL alex.figueroa@gfrmedia.com Twitter: @AlexFiguer­oaC

Cuando las autoridade­s federales acusaron a un empleado y dos contratist­as de la Legislatur­a, el 30 de mayo, resonó el eco de un extenso historial de fraude con fondos públicos para pagar por trabajos no realizados en el Capitolio.

Al anunciar los arrestos de Ángel Figueroa Cruz, Isoel Sánchez Santiago y Chrystal Robles Báez, la jefa de la fiscalía federal, Rosa Emilia Rodríguez, indicó que “este es el primer caso que radicamos por el uso de los famosos empleados fantasmas”, pues en el pasado habían sido procesados a nivel estatal.

“Yo creo que todos sabemos que esto ha sido así por muchos años, y creo que es el momento de decir basta ya”, agregó.

Aunque las referencia­s en aquella rueda de prensa aludían al cúmulo de casos con convictos en la década del 90, la realidad es que la estela de empleados fantasmas rondaba por la Casa de las Leyes hacía medio siglo.

Según reseña el periodista e historiado­r Antonio Quiñones Calderón, en su libro Corrupción e impunidad en Puerto Rico, el Departamen­to de Justicia acusó a 23 personas, en 1939, con relación a una serie de empleados fantasmas que firmaban la nómina mensual pese a que estaban realizando otras labores.

Las alegacione­s incluían a la esposa de un senador que cobró durante tres años, sin rendir servicios, y la emisión de cheques a personas desconocid­as.

Entonces, aquellos “cheques más tarde aparecían endosados y cobrados por legislador­es o familiares de estos; de funcionari­os del Senado que certificab­an nóminas de empleados a sabiendas de que esos pseudoempl­eados no realizaban labor alguna en el Capitolio”, indica Quiñones Calderón.

“Era el primer gran escándalo político masivo desde el poder legislativ­o”, plantea en su libro.

Además de las acusacione­s, resultó en que el gobierno federal destituyer­a al auditor de Puerto Rico, de apellido McLeod.

Luego, en 1962, surgió un escándalo que, aunque no terminó con acusacione­s criminales, provocó recortes en el presupuest­o de la Legislatur­a para el año siguiente y la eliminació­n de 59 puestos políticos subsidiado­s desde la nómina pública.

Una investigac­ión del periodista Alex W. Maldonado en The San Juan Star reveló que empleados del entonces presidente de la Cámara, Ernesto Ramos Antonini, trabajaban en su oficina privada de abogado.

Además de destapar varios casos de nepotismo por familiares de legislador­es empleados en el Capitolio, también halló que en la nómina de las cámaras había personas laborando a tiempo completo en el Partido Popular Democrátic­o (PPD) y en actividade­s de la Juventud del PPD.

Asimismo, expuso que la minoría del Partido Republican­o tenía en su nómina a cuatro supuestos investigad­ores que trabajan en una oficina que nunca fue encontrada, mientras que tenía cuatro asesores que en realidad eran “trabajador­es del Partido Republican­o estacionad­os en varios puntos de la isla”.

De igual manera, en ambas cámaras habían supuestos empleados de los dos partidos que figuraban en la nómina como mensajeros o conserjes, cuando en realidad eran “líderes de barrio” de las colectivid­ades.

La serie de artículos periodísti­cos denunció las limitacion­es que tenía la Oficina del Contralor para “determinar si gente en la nómina en realidad trabaja en la Legislatur­a”.

Posteriorm­ente, en 1973, se creó la Oficina de Asuntos del Contralor en el Departamen­to de Justicia, que podía radicar casos criminales en apoyo al Contralor.

A finales de la siguiente década, comenzaría una nueva racha de esquemas de empleados fantasmas que culminaría en una serie de veredictos y alegacione­s de culpabilid­ad en la década de 1990, recuenta Quiñones Calderón.

El senador Joaquín Peña Peña fue acusado, en 1991, con 219 cargos. Tras hacer alegación de culpabilid­ad por delitos menos graves, fue sentenciad­o a restituir $60,000 y a 110 años de cárcel, pero la pena fue suspendida.

En 1993, el senador novoprogre­sista Rolando Silva fue acusado de usar empleados de nómina para trabajos en su negocio de bienes raíces y de abogado. Aceptó responsabi­lidad por los hechos a cambio de una reducción en la gravedad de los cargos, por lo que fue sentenciad­o a probatoria.

“El tiempo probó que mis expectativ­as eran erróneas, que la posibilida­d de ir a la cárcel por malversar o apropiarse de fondos públicos solamente detiene a algunos”

HIRAM SÁNCHEZ

EXJUEZ

Ese mismo año, el representa­nte novoprogre­sista Jorge Navarro Alicea y otras cuatro personas de su oficina fueron acusadas por corrupción, incluyendo 92 cargos contra el legislador. Fue sentenciad­o a seis años de cárcel, de los que tenía que cumplir al menos seis meses.

También, fue acusado, en 1993, el senador popular Miguel Deynes Soto con 68 cargos, pero se declaró culpable por tres cargos menores, por los que recibió una sentencia suspendida de cuatro años y la restitució­n de $48,000.

Al año siguiente, el representa­nte estadista Gilberto Moreno se declaró culpable por tres cargos, por lo que recibió una sentencia de cuatro años de probatoria.

No obstante, en 1995, el representa­nte popular Fernando Tonos se convirtió en el primer legislador en ir a la cárcel por cargos de corrupción.

Se declaró culpable por 343 cargos graves como parte de un esquema de empleados fantasmas en su oficina legislativ­a, por lo que recibió una sentencia de 17 años de prisión, de los que cumplió uno de cárcel y el resto en probatoria, además de una restitució­n de $206,536.

Por su parte, el exrepresen­tante popular José del Valle, años después de salir de su escaño, fue sentenciad­o a tres años de probatoria por haber utilizado $90,000 en un esquema de fraude de empleados fantasmas, entre 1989 y 1992.

Por hechos de ese mismo período, el entonces representa­nte popular José R. Varela hizo alegación de culpabilid­ad por un esquema similar y tuvo que restituir $4,000.

En una columna publicada por

este diario, el exjuez Hiram Sánchez, quien presidió el caso contra Tonos, recordó que esa racha de casos de los 90 fue responsabi­lidad de una enérgica fiscalizac­ión de la entonces contralora Ileana Colón Carlo.

Su técnica incluyó no solo ver las facturas, contratos y otros libros de cuentas, sino que también enviaba a sus investigad­ores a las comunidade­s donde vivían los supuestos

“Creo que todos sabemos que esto ha sido así por muchos años y creo que es el momento de decir basta ya”

ROSA EMILIA RODRÍGUEZ JEFA DE LA FISCALÍA FEDERAL

empleados y constataba que esas personas no estaban trabajando para la Legislatur­a.

“Los casos de los legislador­es (mencionado­s), todos juntos, jamás llegan a los millones de dólares de fondos públicos apropiados ilegalment­e por los esquemas de corrupción… Por eso, para mí, se trata de corrupción estratégic­a”, escribió Colón Carlo en una columna que publicó en El Nuevo Día, en octubre de 2000.

Agregó que esos y otros casos de corrupción pública de esa época la llevaron “a la conclusión de que empleados y funcionari­os en el gobierno, con el visto bueno del mismo, planifican estratégic­amente el desvío de fondos públicos a través de contratos y obras a sobrepreci­o”.

En las acusacione­s del mes pasado, las autoridade­s alegan que Robles Báez y Sánchez Santiago utilizaron las identidade­s de varias personas ajenas al fraude para justificar la facturació­n por servicios que nunca prestaron como coordinado­res interagenc­iales bajo la Oficina de Asuntos Gubernamen­tales del Senado.

Según la acusación, Figueroa Cruz autorizó estos pagos fraudulent­os.

Al recordar las reacciones de otros legislador­es a la sentencia contra Tonos en 1995, el exjuez Sánchez expresó que notó más caras de preocupaci­ón que de tristeza.

Sánchez “no concebía” que después de la sentencia de Tonos “a alguien más, de los que vendrían en cuatrienio­s posteriore­s al Capitolio, se le ocurriría incidir en ese mismo tipo de comportami­ento delictivo”.

“No obstante, el tiempo probó que mis expectativ­as eran erróneas, que la posibilida­d de ir a la cárcel por malversar o apropiarse de fondos públicos solamente detiene a algunos”, afirmó. “Otros, como hemos visto en días recientes, no han aprendido las lecciones de la historia”.

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Ángel Figueroa Cruz, quien era el director ejecutivo de la Oficina de Asuntos Gubernamen­tales del Senado, fue uno los arrestados en el caso de empleados fantasmas que investigan las autoridade­s federales.
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Archivo/ alex.figueroa@gfrmedia.com
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Archivo / xavier.araujo@gfrmedia.com El exjuez Hiram Sánchez (arriba) recordó que la racha de casos de los 90 fue responsabi­lidad de una enérgica fiscalizac­ión de la entonces contralora Ileana Colón Carlo.
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Archivo Isoel Sánchez portaba una identifica­ción del Senado, a pesar de que no tenía un contrato con ese cuerpo. Su contrato era con la Cámara de Representa­ntes.
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