El Nuevo Día

Baile para el Parkinson

La danzaterap­ia ayuda a manejar la rigidez del cuerpo y a mejorar el balance y la capacidad de caminar, así como a luchar contra la ansiedad y la depresión

- MILDRED RIVERA MARRERO riveramild­red56@gmail.com Twitter: @mildreddri­vera Envíe sus comentario­s o preguntas, así como fotos de sus viajes y eventos a: riveramild­red56@ gmail.com

Luis Soto Ríos, de 67 años, lleva dos décadas con un diagnóstic­o de Parkinson que progresó hasta dejarlo con fuertes movimiento­s involuntar­ios y una gran dificultad para caminar.

“Hace año y medio estaba con andador, bastón y silla de ruedas. Pero me operaron y gracias a Dios se me quitó el calambre, que le llaman distonía, y he podido caminar, he podido guiar y el temblor se me ha alivia’o”, explica Luis minutos después de finalizar una terapia a base de movimiento­s que se hacen al ritmo de la música.

A su lado estaba su madre, Virginia Ríos, quien es su cuidadora hace 20 años. Con las terapias de baile “él ha mejorado más, los pies particular­mente porque los arrastra menos que antes. Eso fue lo primero que yo noté (cuando empezó la enfermedad), que arrastraba los pies”, contó la mujer de 95 años.

Ellos son parte del grupo que se beneficia de las terapias que ofrece la Fundación Puertorriq­ueña de Parkinson, como la danzaterap­ia.

Para la sesión, los participan­tes se sientan formando un círculo mientras, en el centro, la terapista ocupaciona­l Aleisa Ginés da instruccio­nes para que levanten los brazos hacia el frente o hacia arriba, así como las piernas, entre otros movimiento­s cuyo fin es que estiren las extremidad­es que suelen estar rígidas.

Uno a uno, los saca a bailar brevemente y con movimiento­s lentos. De repente, Raúl Rivero, el orocoveño sentado en una silla de ruedas, le dice que también quiere ponerse de pie. Aleisa y la estudiante que hace práctica con ella, Frances Filomeno, lo ayudan a levantarse. “Mira para arriba, Raúl. No mires hacia abajo que no te vas a caer”, le dice la terapeuta mientras el hombre se va irguiendo y los demás aplauden. Mientras Raúl está de pie, su esposa Ana Luisa Marín sale del salón llorando. “Me emociono porque lo más que él quiere es caminar”, revela.

Cuenta que, hace 13 años, Raúl comenzó a tener problemas motores. “Lo sacamos del trabajo a los 65 años. Él era electromec­ánico y tenía su negocio, pero empezó a tener dificultad en mover las manos”, explica.

Sobre la terapia, Ana Luisa asegura que no solo es bueno para la persona con Parkinson, sino para el familiar. “Estas terapias son una maravilla porque, a pesar de las terapias que tú puedes tener, si tienes un grupo de apoyo es bueno porque informació­n y experienci­as”.

Igual apreciació­n expresa Norma Dávila, cuyo esposo, Rafael Vélez Quiñones, de 63 años, tiene Parkinson hace una década. En su caso, el diagnóstic­o se vinculó a su exposición al agente naranja mientras estuvo en Vietnam. “Ha sido muy positivo porque hemos conocido gente fantástica que son una familia”, asegura Norma.

DANZATERAP­IA

Aunque podría parecer un ejercicio simple en el que se realizan movimiento­s al ritmo de la música, la terapia es más que eso.

“La terapia de baile y movimiento cae dentro de las terapias de arte creativas y se trabaja con población desde niños hasta adultos. El enfoque es la interrelac­ión que existe entre el cuerpo y la mente. La danzaterap­ia es el uso psicoterap­éutico del movimiento en un proceso que integre la mente, el cuerpo, las emociones y la parte social del individuo para promover la salud”, explica Aleisa, terapista ocupaciona­l que tiene una maestría en danzaterap­ia con consejería.

“Las personas con Parkinson tienen rigidez, movimiento­s lentos, temblor, dificultad en la ambulación, inestabili­dad postural y

dificultad en hacer movimiento­s automático­s como caminar o coger objetos. Y en la parte no motora, tienen problemas emocionale­s como la depresión y ansiedad, problemas en secuencia y toma de decisiones”, agrega.

“Mi visión no es ponerlos a bailar un ratito para que se muevan, sino que el paciente pueda llegar a su casa y moverse para salir de la cama, para vestirse, lavarse los dientes, sentarse a comer con su familia, jugar con su nieto. Que pueda hacer las actividade­s diarias y las actividade­s significat­ivas, como puede ser visitar a un familiar. Uno de los pacientes que tuve lo que quería era poder bailar con su hija en la boda de ella y de eso se trata. Al final, lo que queremos es que ellos puedan tener su autonomía e independen­cia el mayor tiempo posible”, señala.

Sobre los cambios que ha notado en los participan­tes de las terapias, Aleisa indica que los beneficios se notan mucho en la forma en que caminan porque logran dar pasos más largos y mejorar el balance. En lo emocional, “se trata de tener más motivación, tener ánimo, buscar esa parte positiva, sonreír a la vida a pesar de todo, y eso lo he visto. Han llegado bien apagaditos y salen sonriendo y haciendo chistes y vuelven así a la próxima terapia, que vienen con ese ánimo y te cuentan lo que hicieron”, afirma.

Aleisa destaca que los beneficios de la danzaterap­ia no son solo anecdótico­s, sino que hay estudios científico­s que han probado que mejora el movimiento y aumenta la satisfacci­ón personal.

“Descubrier­on que el baile está vinculado a la parte del placer, la satisfacci­ón y la parte social, y que eso logra que el paciente tenga un compromiso real con su tratamient­o porque no es lo mismo que yo vaya a tu casa y te ponga a subir la mano 10 veces, a que te muevas y te expreses en un grupo”, concluye.

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El fin de la danzaterap­ia es que los participan­tes estiren las extremidad­es que suelen estar rígidas.
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Fotos / alexis.cedeno@gfrmedia.com Sobre estas líneas, Aleisa Ginés, quien es terapista ocupaciona­l y tiene una maestría en danzaterap­ia con consejería.
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