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El gastroente­rólogo Alberto Luis Zamot busca diariament­e el balance en su vida para dedicarle tiempo de calidad a su familia

- POR Francisco Javier Díaz francisco.diaz@gfrmedia.com

En un mundo tan agitado como el que vivimos, el tiempo vale oro, sobre todo cuando se trata de buscarlo para compartir con tu familia. Para el doctor Alberto Luis Zamot, ese tiempo de calidad que pasa con su esposa e hijas es uno muy importante y uno de los retos más grande que tiene en su vida.

“Una de las formas que cambia tu vida cuando te conviertes en padre es que tu tiempo deja de ser el tuyo y es, básicament­e, de los niños. Creo que una de las cosas más importante­s que aprendí en mi casa durante mi crianza, fue que mis papás estuvieron siempre ahí para mí”, indicó Zamot, gastroente­rólogo de 38 años. “Y yo quiero incorporar eso con mis hijas y siempre estar ahí para ellas. Obviamente, dejándolas crecer y dejándolas darse sus traspiés, porque eso es parte de la vida. Pero estar para ellas para recogerlas en cualquier momento que me necesiten”.

Para este doctor, padre de dos hijas, Elena Cecilia, de 7 años, y Ana Isabel, de 3 años, el reto más grande que ha tenido desde que nacieron sus hijas ha sido cómo hacer un balance entre su trabajo como médico y su vida como padre. “Como padre quiero dedicarle a mis hijas el mayor tiempo posible y enseñarles lo que uno conoce. Obviamente el tiempo que uno pueda darles es uno de los grandes retos y eso es esencial para acomodar mi vida y mi tiempo”, mencionó Zamot. “Pero nunca podemos olvidarnos de que más importante que el trabajo, más importante que cualquier otra cosa, son los hijos”.

Entre las actividade­s que más disfruta hacer con sus hijas se encuentra ir al parque a correr bicicletas y estar en los columpios, ir a la piscina, salir a comer y leerles cuentos. “Soy del tipo de persona que me gusta vivir el momento, pensando que quizás mañana va a ser diferente o que quizás ya no voy a poder hacerlo más. Porque la vida cambia y yo trato de disfrutarm­e cada momento con ellas”, mencionó el joven, quien está casado con la doctora Lilliana Ramírez. “Soy de los que piensa que el momento más insignific­ante, es un momento especial cuando uno mira para atrás. Desde bañarlas, jugar con ellas o leerles cuentos todas las noches”.

A pesar de todos los sacrificio­s que lleva a cabo, para Zamot, las satisfacci­ones son mucho mayores. Sobre todo, al mirarle la cara de alegría a sus hijas, algo que le hace sentir una satisfacci­ón tremenda. “Ser padre es la experienci­a más linda que cualquier persona puede vivir. Cuando mis dos hijas nacieron y las vi por primera vez, quedé instantáne­amente enamorado de ellas”, añadió el médico. “En ese momento que las vi, supe que todo iba a ser diferente y para bien. No tenía duda alguna de que, a pesar de los problemas y vicisitude­s, todo iba a estar bien. Sin duda, los hijos son una bendición”.

“Cuando mis dos hijas nacieron y las vi por primera vez, quedé instantáne­amente enamorado de ellas. En ese momento que las vi, supe que todo iba a ser diferente y para bien”.

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