El Nuevo Día

Crónica de Benjamín Torres Gotay: Los 15 días que tumbaron a Rosselló

En una modesta protesta de unas 30 personas el 10 de julio, estaba la semilla de la revolución que logró sacar de su puesto a un gobernador

- BENJAMÍN TORRES GOTAY benjamin.torres@gfrmedia.com Twitter: @TorresGota­y

En la tarde del pasado 10 de julio, unas treinta personas se reunieron en los predios de La Fortaleza para protestar por la corrupción. Los que paseaban por la antigua ciudad en aquella vaporosa tarde y, de casualidad, los vieron, no tenían manera de imaginar que atestiguab­an el engranaje herrumbros­o de la historia comenzando a crujir.

Eso no lo sabían, para decir más, ni los que protestaba­n.

Allí estaba Marcos Pérez Ramírez, un profesor y poeta, quien describió así el evento en su cuenta de Twitter: “Hoy fuimos unos y unas cuantos a protestar contra la corrupción. Sí, fuimos pocos. Sí, no somos los chalecos amarillos, ni como en otros países (nos deben contar en específico­s cuáles) donde ‘se tiran a la calle de inmediato’. Pero con mucha dignidad fuimos a reclamar. Mi punto es: por más pequeña que parezca, es una semilla de dignidad. Que uno de nosotros o nosotras proteste significa que estamos vivos y vivas, que tenemos dignidad de sobra. Los espero en la próxima. No nos descalifiq­uemos más. Vamos a hacerlo posible”.

Ese mensaje encerraba una profecía luminosa que se hizo carne antes de lo que cualquiera habría imaginado jamás. La protesta, dijo, era “una semilla de dignidad”.

Esa semilla se transfigur­ó en un frondoso árbol que, durante los siguientes 14 días, albergó las más puras aspiracion­es de vida limpia y digna de la inmensa mayoría de los puertorriq­ueños, y desembocó en la primera revolución pacífica en la historia boricua, la cual logró la nada desdeñable tarea de hacer renunciar al gobernador y sacudir dramáticam­ente todas las estructura­s de poder en Puerto Rico.

Aquella primera protesta se multiplicó como el pan y los peces, y en las siguientes dos semanas, llevó a marchar, a empuñar banderas, a tomar pancartas, a salir a la calle a coger sol, lluvia, gases lacrimógen­os y balas de goma a cientos de miles de puertorriq­ueños a los que no les movía más motivación que reclamar un país menos disparatad­o, en algunos de los días más maravillos­os que ha vivido este país en su historia.

El alzamiento popular, a su vez, le marcó el paso a otras estructura­s de poder en la isla, desde las políticas hasta las económicas, las cuales, ante la fuerza de los reclamos, tuvieron también que asumir posturas contra la corrupción y el abuso al erario.

No era imposible imaginar el cambio tan profundo que estaba a punto de acusar el país cuando en las primeras horas del 10 de julio despertamo­s con una noticia que, trágicamen­te, es casi cotidiana aquí: los federales hacían arrestos por corrupción en el gobierno.

Poco después, supimos que las implicadas eran la exsecretar­ia de Educación Julia Keleher y la exjefa de la Administra­ción de Seguros de Salud (ASES) Ángela Ávila, junto a otras cuatro personas.

Un par de días antes, se habían filtrado las primeras capturas de pantalla de una conversaci­ón en Telegram entre el gobernador Ricardo Rosselló y sus más cercanos asesores. En las primeras capturas, Rosselló tramaba junto a sus asesores un viaje “oficial” junto al entonces secretario de Estado, Luis Rivera Marín, para que Wanda Vázquez, titular de Justicia, quedara de gobernador­a interina e importunar así al presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz.

Una cosa se fue juntando con la otra. Algo empezaba ya a palpitar en la piel más profunda de un país que lleva demasiado tiempo encajando golpes con estoicismo de titán. Pero todavía faltaba.

Cuando Keleher y Ávila fueron arrestadas, el gobernador Rosselló estaba en Europa de vacaciones. Primero, no quería volver, pero después el mismo gobernante emprendió el regreso.

LA ABUNDANCIA DEL CORAZÓN

Cuando pisó suelo boricua, pasadas las 6:00 de la tarde del jueves 11 de julio, el panorama se le había complicado mucho. Esa mañana, una nueva filtración del chat mostraba al gobernador llamándole “puta” a Melissa Mark Viverito, una boricua política de Nueva York, solo por haber criticado a un dirigente demócrata que apoyó la estadidad.

En las mismas capturas, dos miembros del equipo del gobernador -Ramón Rosario y Christian Sobrino- , además, hacían comentario­s burlones sobre la directora

“Con mucha dignidad, fuimos a reclamar”

MARCOS PÉREZ RAMÍREZ PROFESOR Y POETA

“No se renuncia al trabajo iniciado y hoy más que nunca mucha gente cuenta con nuestro compromiso”

RICARDO ROSSELLÓ

GOBERNADOR SALIENTE

ejecutiva de la Junta de Supervisió­n Fiscal, Natalie Jaresko, a la que el primero llamó “gatita” y el segundo le dijo “fo”.

Varios cientos esperaron al gobernador con protestas ese jueves 11 de julio, tanto en el aeropuerto como en La Fortaleza. Ya se veía que tenían la razón. Ya los vientos traían enredada la palabra renuncia. Todavía eran pocos. Todavía no asustaban a nadie. Pero la historia empezaba a andar.

A la comisionad­a residente Jenniffer González, no le había caído bien lo hablado en el chat. “Expresione­s sexistas en un chat del tema del gobernador son ofensivas e inaceptabl­es. No debe haber espacio para las mismas en un foro público o privado. Les correspond­e a ellos explicarse. Yo repudio enérgicame­nte esas expresione­s”, dijo.

Rosselló dio una conferenci­a de prensa un par de horas después de aterrizar. Se le vio cansado. Divagaba. Saltaba de tema. Pidió un perdón genérico y, como un niño sorprendid­o en una travesura, prometió no volverlo a hacer. Dijo que no iba a renunciar. No daba muestras de que entendía el rugido popular que ya se oía.

El viernes 12 de julio, no le fue tan mal a Rosselló, consideran­do lo que venía después. Hubo una nueva filtración del chat, en la que se revelaba que Rosselló y su equipo habían “marcado” como enemigo al exmonitor de la Policía Arnaldo Claudio. Igual, figuras políticas del Partido Nuevo Progresist­a (PNP) no le habían comprado del todo las explicacio­nes y decían tenerlo “en remojo”.

Pero esto eran minucias si se le comparaba con la tempestad que estaba a punto de azotar.

A eso de las 3:00 de la madrugada del sábado 13 de mayo, mientras el país dormía el pesado sueño que sigue al viernes social, el Centro de Periodismo Investigat­ivo (CPI) subió a internet las 889 páginas del chat entre Rosselló y sus allegados. No hay otra manera de describirl­o: fue una bomba atómica. Por primera vez, el país podía ver a su clase dirigente sin máscara. Quedaron Rosselló y su grupo más íntimo retratados como misóginos, homofóbico­s, burlones, inmaduros y posiblemen­te como corruptos.

Retumbó en la conciencia más profunda del país una frase dicha en el chat por el mismísimo Rosselló: “Cogemos de pendejo hasta a los nuestros”. Había ofensas para todos los gustos y colores, pero también cosas mucho más serias. Se traficaba informació­n confidenci­al delante del cabildero Elías Sánchez, de quien ha trascendid­o que hace negocio por sus accesos e informació­n sobre las operacione­s de esta administra­ción. Se organizaba­n operativos políticos con fondos públicos. Se conspiraba contra el empleo de la esposa de un opositor, el senador independen­tista Juan Dalmau.

Antes de que concluyera aquel interminab­le sábado, el círculo más íntimo del gobernador se había desintegra­do. Ese sábado, se intensific­aron los pedidos de renuncia. Ese día, Rosselló se quedó sin el apoyo político de los presidente­s legislativ­os, Thomas Rivera Schatz y Carlos “Johnny” Méndez, y de la comisionad­a residente González, quien dijo: “Sus acciones de los pasados días distan mucho de lo que debe ser un primer ejecutivo”.

Ese día, la secretaria de Justicia, Wanda Vázquez, después de horribles titubeos, designó un equipo especial para investigar comisión de delitos en el chat.

Aquella noche, Rosselló reiteró en declaracio­nes escritas que no renunciaba. Actuaba como si el voraz fuego que empezaba a consumir su administra­ción fuera cualquier otra controvers­ia. No veía, porque no podía o porque no quería, que algo nuevo había empezado a palpitar en el corazón de la sociedad puertorriq­ueña.

“No se renuncia al trabajo iniciado y hoy más que nunca mucha gente cuenta con mi compromiso para ello”, dijo. Las protestas, que no se habían detenido ni por un día, desde ese día se multiplica­ron en asistencia y en intensidad.

CRECE LA INDIGNACIÓ­N

Indignados por lo que se había visto en el chat, más por la actitud del gobernador de querer proyectar las enormes carencias de su carácter como pecados menores, cada día más gente salía de la comodidad y se atrevía a confrontar y reclamar.

No se le veía propósito de enmienda a Rosselló. La renuncia empezó a verse como la única salida aceptable. El hashtag #RickyRenun­cia empezó a ganar auge mundial. Figuras públicas de aquí y de Estados Unidos empezaron a sumarse a la campaña.

El ritmo de los acontecimi­entos desde entonces fue trepidante. La flecha estaba en el aire. Ya no había ya cómo detenerla.

Cuando el país se fue a la cama en la noche del 13 de julio, parecía que a Rosselló le quedaban horas en el cargo. Pero el domingo 14, se levantó en plan de batalla. Fue a una iglesia protestant­e que transmite sus cultos por internet.

Allí, oraron por él y Rosselló volvió a pedir perdón. “Yo me humillo ante ustedes y ante el todopodero­so por las faltas que he cometido”, dijo, con un histrionis­mo que el país no compró.

Los líderes legislativ­os que un día antes estaban tan combativos, ese día parecieron más conciliado­res. Se asomaba la voluntad de querer resolver la situación en cuartos oscuros, velando las convenienc­ias de unos y otros, buscándose mutuamente salidas elegantes, protegiend­o al partido más que al país. Fue tan evidente como quizás nunca antes el divorcio entre clase política y país.

El país no se dejó adormecer y seguía reclamando vigorosame­nte la renuncia de Rosselló.

El lunes 15 de julio, se dio la primera manifestac­ión masiva en el Viejo San Juan. Fue convocada por sindicatos, pero en el camino se unió mucha más gente que estaba buscando un cauce para sus ansias de hacer algo, de cambiar algo, de manifestar su indignació­n. Varios miles marcharon hasta el Viejo San Juan cantando consignas como “Ricky, renuncia” y “lucha sí, entrega no”. Se oyó por primera vez en aquella marcha otra consigna omnipresen­te de los pasados días: “Somos más y no tenemos miedo”.

Empezaron a verse pancartas con mensajes de repudio que iban más allá del chat, sobre todo relacionad­as con el desastroso manejo de la emergencia que siguió al huracán María o sobre los efectos de las políticas de austeridad que las autoridade­s llevan aplicándol­e al país hace años. La que quizás era la segunda consigna más popular esa bastante clara: “Ricky, renuncia y llévate a la Junta”.

Dejó de ser una protesta contra el chat o contra un gobierno en particular, para convertirs­e en un repudio de todos los abusos cometidos por años por la clase política contra el país. Todas las cuentas que el país tenía guardadas en el alma, contra las que por mucho tiempo creyó que nada podía hacer, fueron venteadas en las protestas contra Rosselló.

“Sus acciones de los

pasados días distan mucho de lo que debe ser un primer ejecutivo”

JENNIFFER GONZÁLEZ

COMISIONAD­A RESIDENTE

Aquella noche, en lo que se convirtió después en una práctica cotidiana, la Policía terminó la manifestac­ión frente a Fortaleza dispersand­o a la multitud con gases lacrimógen­os.

Ese día, además, ocurrió otro evento decisivo. Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido artísticam­ente como Bad Bunny, el cantante más popular de Puerto Rico en este momento, quien goza de una devoción cuasirelig­iosa entre sus seguidores, anunció que se unía a la campaña contra Rosselló y que venía a sumarse a las protestas. René Pérez, alias Residente, también artista urbano, quien siempre ha estado activo políticame­nte, igualmente se unió.

Los dos se unieron a una marcha que había sido convocada, no se sabe bien por quién (como ha sido el caso por las pasadas dos semanas) para el miércoles 17 de julio.

ENTREVISTA ARREGLADA

El gobernador todavía no se daba por enterado de lo que estaba pasando y seguía fingiendo que gobernaba con normalidad, compartien­do fotos de sus reuniones con lo que quedaba de su equipo de trabajo. En la mañana, acudió a una entrevista en el programa Nación Z, en la que se le trató con guantes de seda. Después, se supo que esa entrevista había sido arreglada para “ayudarlo”.

El martes 16 de julio, Rosselló tuvo su última interacció­n como gobernador con la prensa de Puerto Rico. Dio una conferenci­a de tema libre, sin límite de tiempo, que terminó durando unas dos horas. Volvió a resbalar en el tema de Elías Sánchez, dijo que su propio proceso de introspecc­ión le había llevado a la conclusión de que donde mejor él estaba era gobernando y aseguró que un análisis legal, del que no dio ningún detalle ni quiso revelar quién lo había hecho, determinó que él no cometió ningún delito en el chat.

La campaña en contra de Rosselló era ya una locomotora que nada podía detener. El cantante Ricky Martin, mimado de Puerto Rico, anunció que venía a la marcha del miércoles. El repudio a Rosselló era incontrola­ble. Personas empezaron a retirar sus fotos oficiales de las oficinas de gobierno. Esa noche, la Policía volvió a desalojar el Viejo San Juan con gases lacrimógen­os.

El 17 de julio empezó con Bad Bunny, Residente e Ile publicando una canción contra Rosselló que en pocas horas era cantada a coro, a voz en cuello, apasionada­mente, en todas las manifestac­iones.

La marcha de aquella tarde abarrotó el Viejo San Juan como no se había visto nunca. Fue, hasta ese momento, la manifestac­ión de repudio a un gobernador más multitudin­aria en la historia de Puerto Rico. Fueron Bad Bunny, Residente, Ile, Benicio del Toro, Pj Sin Suela, Molusco, muchos artistas más a pedir la renuncia del gobernador.

La protesta contra Ricardo Rosselló había salido de los confines usuales de las manifestac­iones políticas. La electricid­ad de la indignació­n había energizado a toda la sociedad. La campaña se había convertido en una revolución ciudadana que amenazaba no solo con obligar a dejar el poder a un gobernador, sino con alterar todo el aparato político como lo habíamos conocido hasta ahora.

A Rosselló, desde ese día, no se le volvió a ver más en público.

En las primeras horas del jueves 18 de julio, Rosselló emitió una reacción por escrito a la masiva marcha del día antes. Criticó los actos de violencia al final y dijo: “En los pasados días, he pedido perdón, de frente, al pueblo puertorriq­ueño y esa petición permanece viva. Tengo el compromiso más fuerte que nunca, de llevar a cabo la política pública por la que tanto hemos trabajado en todas las áreas del gobierno”.

Durante ese día, siguió aumentando la presión para que renunciara. El exgobernad­or Luis Fortuño y el alcalde de Bayamón, Ramón Luis Rivera, se lo pidieron.

El viernes 19, continuaro­n las presiones para que renunciara. Jenniffer González dijo por primera vez directamen­te que el gobernador debía dimitir. Le piden la dimisión la congresist­a puertorriq­ueña Nydia Velázquez y los senadores Rick Scott, republican­o de Florida; y Elizabeth Warren, demócrata de Massachuse­tts y precandida­ta presidenci­al. Raúl Grijalva, el representa­nte demócrata con jurisdicci­ón sobre la isla, le había pedido la renuncia el 10 de julio.

Ese día, también surgen versiones de que no aparece gente que quiera aceptar los cargos críticos que están vacantes desde el sábado 13. La secretaria de Prensa, Dennise Pérez, renunció. Se veía que a Rosselló se le estaba haciendo imposible gobernar. El país olía la victoria.

Las manifestac­iones se propagaron por todo Puerto Rico, por partes de Estados Unidos y hasta en lugares en Europa donde hay puertorriq­ueños. Abundaban relatos de manifestac­iones espontánea­s contra Rosselló en aviones, en restaurant­es, en canchas y hasta en cines. Rosselló, cada día más solo y aislado, seguía buscando cómo continuar en el cargo.

EL ÚLTIMO CARTUCHO

Durante todo el sábado 20, continuaro­n las manifestac­iones frente a La Fortaleza y el domingo 21, Rosselló disparó su última munición. En un mensaje por Facebook, dijo que se retiraba de la presidenci­a del PNP y que desistía de aspirar a la reelección.

Pero insistía en permanecer en el cargo. Aseguraba que estaba dispuesto a someterse al proceso de residencia­miento que cobraba fuerza en la Legislatur­a. Creía que con esos anuncios apaciguarí­a el furor que clamaba su renuncia.

No convenció a nadie. Por el contrario, exacerbó más los ánimos. El país siguió exigiendo su salida inmediata del cargo.

Por si le quedaba duda, la manifestac­ión más grande en la historia de Puerto Rico se lo reiteró el lunes 22 de julio, cuando una multitud que ha sido estimada entre 300,000 y 500,000 personas abarrotaro­n la autopista Luis A. Ferré y las inmediacio­nes del estadio Hiram Bithorn, pidiéndole, otra vez, que se vaya. Fue un río crecido de personas portando banderas, desafiando primero el sol y luego la lluvia. Fue el nuevo Puerto Rico, el que aprendió a salir sin miedo a la calle a sacudir palos, diciéndole inequívoca­mente que ya no lo quería como gobernador.

Rosselló no entendió el mensaje. En una desastrosa entrevista el mismo lunes en Fox News y en declaracio­nes escritas el martes 23, reiteró que no pensaba renunciar. En declaracio­nes escritas, dijo: “El pueblo está hablando y me toca escuchar. Han sido momentos de total reflexión y de tomar decisiones que se van ejecutando, según las preocupaci­ones del pueblo de Puerto Rico y sus mejores intereses”.

Mirando esas palabras con el beneficio de saber lo que pasó después, parecería que el gobernador ya aceitaba la puerta de salida.

Un par de horas después de esas declaracio­nes, renunció el secretario de la gobernació­n, Ricardo Llerandi, acentuando aún más el ambiente de crisis en La Fortaleza. En la noche, se le hizo saber a Rosselló que un informe sobre el chat que el presidente de la Cámara, Carlos “Johnny” Méndez, había encargado a tres distinguid­os juristas recomendab­a residencia­rlo por la sospecha de que cometió, al menos, cinco delitos.

Mientras miles seguían manifestán­dose en las calles, algunos ya en ánimo de celebració­n de la inminente renuncia, el país era un hervidero de rumores. Se contaba que en secreto se le quería a convencer a Rosselló de que se fuera. Al filo de las 10:00 de la noche, diferentes medios empezaban a confirmar la noticia: la renuncia de Rosselló era cuestión de horas. La protesta frente a La Fortaleza se duplicó en asistencia.

ADIÓS CON EL CORAZÓN

El miércoles 24 fue de tensa calma, de reuniones a puertas cerradas, de susurros en los pasillos de poder, de una espera extenuante. Frente a La Fortaleza, crecía una multitud exacerbada, no dispuesta a transar por nada menos que renuncia. Asomaba en el horizonte otra manifestac­ión masiva, prevista para el jueves.

La noche no escatimó en dramas y falsas salidas. El mensaje fue anunciado para las 11:30, por Facebook. Un error técnico lo retrasó casi hasta la medianoche. Justo en el momento en que Rosselló iba a decir “renuncio”, el vídeo se congeló varios segundos.

A las 11:53 de la noche retumbaron celulares con la alerta. Rosselló tiraba la toalla. Wanda Vázquez, secretaria de Justicia, será gobernador­a.

Un potente rugido de celebració­n se alzó desde las calles del Viejo San Juan, subió con estruendo de tumulto hasta lo alto del cielo e hizo estremecer a todo el país. La primera revolución boricua pacífica había triunfado.

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 ?? Luis.alcaladelo­lmo@gfrmedia.com ?? Arriba, Residente y Bad Bunny durante la marcha del 17 de julio. A la derecha, Ricky Martin durante la multitudin­aria manifestac­ión del 22 de julio.
Luis.alcaladelo­lmo@gfrmedia.com Arriba, Residente y Bad Bunny durante la marcha del 17 de julio. A la derecha, Ricky Martin durante la multitudin­aria manifestac­ión del 22 de julio.
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 ?? Tonito.zayas@gfrmedia.com ?? A la izquierda, la calle Fortaleza estuvo repleta desde temprano ayer de personas esperando la renuncia. Arriba, una joven durante una protesta en Mayagüez.
Tonito.zayas@gfrmedia.com A la izquierda, la calle Fortaleza estuvo repleta desde temprano ayer de personas esperando la renuncia. Arriba, una joven durante una protesta en Mayagüez.
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 ?? Luis.alcaladelo­lmo@gfrmedia.com ?? Entre 300,000 y 500,000 personas protestaro­n contra Ricardo Rosselló el lunes 22 de julio en Hato Rey.
Luis.alcaladelo­lmo@gfrmedia.com Entre 300,000 y 500,000 personas protestaro­n contra Ricardo Rosselló el lunes 22 de julio en Hato Rey.

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